Redacción, MX Político.- En la conferencia mañanera del pasado 16 de marzo, al presidente Andrés Manuel López Obrador le preguntaron si no le importaba contagiar de coronavirus por no usar cubrebocas. Y éste –con sonrisa sarcástica– le pidió al subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, que respondiera en su calidad de “científico”.
Sentado a un lado del presidente, el atildado subsecretario de pelo entrecano se incorporó de su asiento y subió al podio. Ahí, con perfecta dicción, diagnosticó enfático: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”.
Esta escena pintó de cuerpo completo tanto a López-Gatell –a quien sus detractores consideran un “burócrata de la salud” siempre servil al poder– como a su jefe López Obrador, quien recomienda llevar estampitas religiosas para ahuyentar la infección, desestimando el uso de cubrebocas y otras medidas dictadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El alto número de muertes y contagios en México se debe en gran medida a estas “omisiones” y “negligencias” en el manejo de la pandemia que encabeza el polémico subsecretario, aseguran organizaciones sociales, gobernadores, partidos políticos, legisladores y exsecretarios de Salud.
La inconformidad contra López-Gatell ya desembocó en dos denuncias ante la Fiscalía General de la República (FGR): una interpuesta por el Partido Acción Nacional (PAN), el 14 de septiembre, y otra por sus senadores, cuatro días después.
Las denuncias hacen un recuento de las veces en que el presidente y el subsecretario descalificaron el uso del cubrebocas, como cuando López-Gatell aseguró, el pasado 3 de abril, que éste no sirve y sólo da “una falsa sensación de seguridad” (de hecho, en su conferencia de prensa del 28 de septiembre, utilizó el cubrebocas para limpiar sus lentes). O cuando López Obrador, el 18 de marzo, pidió a los mexicanos llevar consigo “amuletos y estampitas” para espantar al coronavirus. Y después, el 31 de julio, cuando prometió a los mexicanos: “Me voy a poner un cubrebocas ¿saben cuándo? Cuando no haya corrupción”.
También denuncian la aplicación del modelo Centinela para monitorear los contagios por covid-19, pues sus mediciones –argumentan– minimizan los daños de la pandemia y no es recomendado por la OMS. Igual denuncian el no haber capacitado a tiempo al personal médico para combatir el coronavirus, entre otros errores.
Ante esto, piden que se “sancione penalmente a los responsables de los miles de muertes y de las afectaciones de la salud a las personas”, principalmente a López-Gatell, por los presuntos delitos de “homicidio”, “lesiones” y “ejercicio ilícito del servicio público”.
Por su lado, el médico Fabián Infante, líder del Frente Nacional de Trabajadores de la Salud (FNTS), organización que demanda mayor protección para el gremio y realiza plantones en los hospitales, dice lamentándose:
“La capacitación al personal de salud debió hacerse desde diciembre del año pasado, tan pronto empezó el contagio en China. Pero no fue así. En México tuvimos un retraso de cuatro meses. La pandemia nos agarró desprevenidos. Esto provocó que muchos colegas médicos murieran o fueran infectados.”
Desde febrero, el FNTS les viene pidiendo una mesa de diálogo a López-Gatell y al secretario de Salud, Jorge Alcocer, para exponerles sus demandas laborales y pedirles mejores condiciones de seguridad para enfrentar la pandemia.
“No nos han escuchado. Siguen cerrados al diálogo. Por ser el protagonista de la emergencia sanitaria y porque al parecer tiene objetivos políticos a futuro, López-Gatell debería acercarse con mayor razón a quienes estamos en la línea de batalla”, dice Infante.
Al respecto, comenta Bolaños Azócar: “A través de dos shows trasmitidos diariamente a escala nacional, López Obrador comparte reflectores con López-Gatell: el presidente tiene su show de las conferencias mañaneras, y al subsecretario lo dejó protagonizar el show nocturno para lucirse y hablar de la pandemia.
“El gobierno de la Cuarta Transformación impulsa mediáticamente a López-Gatell, quien ya se convirtió hasta en lector de cuentos y declamador de poemas, entre otras cosas totalmente ajenas a su función como subsecretario de Salud; es una especie de rock star.”
Pérez Rendón añade: “Ha sido funcionario de los gobiernos del PAN, del PRI, de Morena… ¡de todos!… Es más político que médico”.
–¿A qué atribuye su permanencia en la burocracia gubernamental?
–A su pragmatismo político. Sabe ser un buen soldado de los gobiernos en turno, al extremo de desechar la evidencia científica por pura conveniencia política, como cuando aseguró que López Obrador no tiene fuerza de contagio, sino moral. Son afirmaciones muy graves en medio de una pandemia.
Durante el sexenio del panista Felipe Calderón, López-Gatell fue, de 2008 a 2012, director de Epidemiología en la Secretaría de Salud. En ese cargo le tocó afrontar la influenza AH1N1, en 2009.
Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto fue director de Innovación en Vigilancia y Control de Enfermedades Infecciosas, en el Instituto Nacional de Salud Pública, un órgano desconcentrado de la Secretaría de Salud.
Tan pronto López Obrador llegó a la presidencia, a López-Gatell se le dio su actual subsecretaria –y un salario mensual de 153 mil pesos–. No era para menos, pues su antiguo mentor, Jorge Alcocer, asumió la titularidad de la Secretaría de Salud. Y Asa Cristina Laurell, a quien conocía desde sus tiempos universitarios, llegó a ocupar la Subsecretaría de Integración y Desarrollo. Por si fuera poco, otro de sus tutores, Juan Ramón de la Fuente, también se integró al gobierno de la Cuarta Transformación como embajador de México ante la ONU.
Y con la llegada del covid-19, a López-Gatell se le catapultó al grado de desplazar al secretario de Salud y de paso a Laurell, quien en junio renunció al cargo porque, dijo, se le “excluyó” de la toma de decisiones y además desaparecieron su subsecretaría para integrarla a la de López-Gatell.
Para Pérez Rendón las denuncias son muy condescendientes con el gobierno de la Cuarta Transformación y además provienen de uno de sus “adversarios habituales, el PAN, y no de la sociedad civil”.
Y compara a México con Brasil, donde organizaciones sociales ya demandaron al presidente Jair Bolsonaro ante la Corte Penal Internacional de la Haya, por “genocidio” y “crímenes contra la humanidad”, a causa de su negligencia criminal.
“Aquí en México, muy al contrario, las organizaciones sociales están calladas y no han hecho nada. Mientras López Obrador sigue manejando a su antojo su capital político”, dice Pérez Rendón.
Alerta Fabián Infante: “López-Gatell es una pieza sacrificable, es quien se expone a que le achaquen culpas”.
Y Bolaños Azócar concluye: “Ante el alto número de muertes, López Obrador puede hacer rodar la cabeza del subsecretario, usarlo de chivo expiatorio y lavarse las manos. ¡Cuidado! ¡No caigamos en engaño! Aquí hay una responsabilidad compartida de López Obrador y Alcocer, pues son los superiores de López-Gatell. A ellos también los acusamos en nuestras denuncias ante la fiscalía”.
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