Ramsés Ancira
– López Obrador no va a llegar
– Claro que sí. Morena está creciendo y las últimas elecciones demuestran que va a ganar.
– Eso es otra cosa, pero no lo van a dejar.
Son dos personas mayores de 70 años que conversan en un microbús que desciende por uno de los cerros al poniente de la Ciudad de México. En la camiseta de ellos hay un logotipo que los identifica como pertenecientes a una organización de militares en retiro.
Vayamos a otra estampa: Es la película de Paul Leduc, Historias Prohibidas de Pulgarcito, filmada en 1979 y estrenada en 1980. En la paupérrima ciudad de San Salvador entre camiones que arrojan humo negro y llevan colonos colgados de los estribos, marchan señoras con tacones pidiendo paz, trabajo y fin del comunismo.
De pronto la escena se interrumpe para mostrarnos el cuerpo de un adolescente atropellado y muerto durante la manifestación de las señoras salvadoreñas. ¿Quién lo atropelló? ¿Una de las camionetas de avanzada? No lo sabemos
En otra escena de la misma película hay una manifestación popular. Un reportero pregunta a la policía cuál será la estrategia para contenerla pues evidentemente esa es la intención. Los uniformados parecen dispuestos a contestar de buena gana cuando empiezan a sonar disparos. No son ellos quienes los accionan, pero pronto hay muertos.
Lo mismo que en Tlatelolco 1968. Sí, hay soldados, pero los primeros disparos no son los de ellos, sino de sujetos que portan guantes blancos.
En la confusión, un grupo de jóvenes corre en forma caótica, como átomos que salen disparados en todas las direcciones.
– ¡Por aquí! ¡Por aquí!
Son soldados jóvenes con las piernas abiertas, en forma de arco, indicándole a otras jóvenes una ruta de escape.
Oaxaca, el pulgarcito de México
Si El Salvador fue bautizado por Gabriela Mistral como el Pulgarcito de América, Oaxaca, en términos económicos es el Pulgarcito de México
En Oaxaca 2016 el Gobierno Federal encabezado por Enrique Peña Nieto ha lanzado un insulto espectacular a los paisanos de Benito Juárez, el icono mexicano que proclamó que los funcionarios públicos debieran vivir con honrosa medianía.
Oaxaca es el estado que menos representación tiene en el Producto Nacional Bruto, el 1.5 por ciento y una de las entidades del país con mayor alfabetismo y porcentaje de personas sin primaria terminada. Lo es a pesar de que el priista Carlos Salinas de Gortari intentó imponerle medidas neoliberales, que en nada contribuyeron a su desarrollo.
Que estos datos deberían ser suficientes para mostrar que la primera necesidad que debe ser resuelta en la entidad es la educación, salta a la vista. Que el tipo de educación que requieren los oaxaqueños no puede ser diseñada desde un escritorio de los Pinos, y menos desde la residencia de Claudio X González también.
Pero imponer a un gobernador que proviene de una institución, el INFONAVIT, cuya auditoría interna refleja pagos injustificados por más de 4 mil millones de pesos; de una familia, la de Murat, que gusta y ostenta la compra de propiedades en centros vacacionales de Estados Unidos, refleja una completa falta de sensibilidad del PRI, que no se puede atribuir a Manlio Fabio Beltrones.
En esta entidad, el partido propiedad de López Obrador, Morena, obtuvo una de las más altas votaciones para su causa 353,805, votos que equivalen al 22.81%. Está bien, el hubiera no existe, pero supongamos: el PRI solo, hubiera perdido Oaxaca, pero con sus aliados, el Verde y Nueva Alianza ganó el Estado con menos del tercio del total de los votos: exactamente 32.03 por ciento.
Ahora coloquémonos en un escenario en el que se privilegiaran los proyectos sociales y el programa, sobre los intereses del reparto de botín: La suma de las fuerzas del Partido de la Revolución Democrática, PAN y Morena significaba un total de 47.77% de los votos efectivamente emitidos.
Seamos fríos ¿De quién dependió que el PRI, con menos de un tercio de los votos impusiera a un candidato tan cuestionado? Un candidato, ahora gobernador electo, que vino a quebrantar a una de las instituciones más valiosas del Estado Mexicano, como es el Infonavit, donde se tomaron más de 70 millones de pesos para pólizas médicas en hospitales privados, del dinero aportado por trabajadores que ganan menos de 80 pesos diarios.
Paradójicamente, en Oaxaca, los votos de Morena hicieron que el PRI se convirtiera en la minoría más grande y se alzara con el triunfo.
Esa izquierda dividida será fundamental para que en 2018 el PRI, a pesar de todo, vuelva a ser el chico más grande. Sobre todo si en 2017, en el Estado de México se vuelve a repetir la hazaña de López Obrador de burlar a la ciudadanía que ya reconoció y reclamó la alianza de la oposición, como la única manera de combatir la fuerza en la que se sustenta el PRI: los hambreados, los analfabetos y las personas sin primaria terminada.
Los muertos de Nochistlán, más que defender la educación de la Reforma, o a los maestros encarcelados, formaban parte de ese 60 por ciento de oaxaqueños a los que no les alcanza para comer y que decidieron que nada tenían que perder. A cada bala que penetró su cuerpo corresponde un arma y es deber del gobierno federal certificar si fue disparada o no desde el fusil de un policía federal o si provino de un provocador.
Mientras tanto a los partidos, a todos, les corresponde elaborar programas de gobierno para evitar que bloqueos como el de Nochistlán se conviertan en polo de atracción de personas que creían que nada les quedaba por perder, y perdieron la vida.
No es con marchas al Zócalo de la Ciudad de México o bloqueos como se va a resolver nada. Es profundamente inmoral hacer proselitismo sobre los cadáveres de los oaxaqueños masacrados. Si PRD y Morena coinciden en condenar la represión ¿Por qué no reunirse a buscar soluciones estructurales y no solo electorales?
O como se dice de palestinos y judíos “si ustedes no comen puerco y nosotros no comemos puerco, por qué no nos sentamos a no comer puerco juntos”