Ramsés Ancira
Miguel Nassar Haro, Genaro García Luna, Arturo Durazo Moreno, José Arturo Zorrilla Pérez, Miguel Ángel Mancera, todos ellos tenían experiencia en tareas de seguridad policiaca; pero lo menos que se puede decir de cada uno de ellos es que fueron respectivamente: el primero, torturador; el segundo, incluido por la revista Forbes en el año 2013 como uno de los hombres más corruptos del mundo; el tercero, responsable de la organización y matanza del Río Tula; el cuarto, autor intelectual del asesinato del periodista Manuel Buendía, y en el último caso, inventor de culpables para esclarecer sin pruebas el “Caso Narvarte”.
La lista no se encuentra en orden cronológico, pero esperemos sea ejemplo para desmarañar la controversia: a lo largo de varios sexenios la experiencia no hizo ninguna diferencia para obtener buenos resultados en materia de seguridad pública; por el contrario, puede empeorarla. Ética, capacidad de negociación, honestidad, sensibilidad social y trabajo constante sí, y eso ha probado de sobra la nueva secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana Rosa Icela Rodríguez.
La conocí en la Biblioteca de México a principios de los años ochenta, cuando el internet todavía no era una herramienta disponible para hacer periodismo de investigación. Por aquellos años Rosa Icela se desempeñaba como colaboradora de un periodista financiero, a quien le aportaba datos para la elaboración de su columna diaria. Dejé de verla muchos años, pero supe de su trabajo como reportera en Televisa Radio y La Jornada.
Rosa Icela no solo será la primera mujer que ocupe el cargo de secretaria pública federal, también la primera persona con licenciatura en periodismo, en tener una responsabilidad de esta naturaleza.
Varias veces me la encontré en la calle, donde apenas nos saludábamos de paso. Entonces ella tenía uno de los trabajos más delicados en el gobierno de la Ciudad de México, directora general de Concertación Política y Atención Social y Ciudadana, un puesto clave durante la jefatura de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y del cual ahora carece como presidente de la República, o al menos no parece rendirle ningún resultado.
Además, durante el gobierno de López Obrador en la Ciudad de México se le encargó la Coordinación Territorial de Seguridad Pública y Procuración de Justicia en la delegación Cuauhtémoc. Tepito, la Colonia Buenos Aires, la Doctores y la Obrera, eran algunas de las zonas más peligrosas de la zona centro de la Ciudad de México, pese a lo cual se redujeron los delitos. Muchos tuiteros que acusan a Rosa Icela de no tener experiencia en el área pasan por alto este dato.
Con Marcelo Ebrard fue coordinadora general del Gabinete de Gobierno y Seguridad Pública; esto le daba mando a Rosa Icela en las 71 coordinaciones en que estaba dividido el todavía Distrito Federal. En esos años, de 2006 al 2009 la capital de la República todavía estaba considerada como un oasis ante la violencia que había empezado a cundir en gran parte del país.
En 2016 conocí el caso de un joven oaxaqueño que fue falsamente acusado de robarse un celular en el metro de la Ciudad de México. Por su edad y por ser indígena estaba en el grado más inferior de la escala socioeconómica de la cárcel, por lo que virtualmente estaba entre los más maltratados y tenía que hacer trabajo esclavo que le ordenaban los asistentes de los capos.
Recurrí a Jaime Martínez Veloz, quien desempeñaba un puesto en la Secretaría de Gobernación como Comisionado para el Diálogo con los Pueblos Indígenas de México. Le hablé del joven oaxaqueño y él a su vez me recomendó con Rosa Icela, que para entonces era titular de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades. Entre ambos funcionarios, uno federal, y la otra local logré que Víctor, que así se llamaba el muchacho falsamente incriminado, recibiera ayuda. Dejó de ser maltratado, empezó a dar en prisión clases de alguna lengua indígena y después de unos meses le otorgaron una fianza que antes le había sido negada. Sin ese apoyo hubieran permanecido al menos tres años más en prisión
Con Claudia Sheinbaum, Rosa Icela Rodríguez ocupó la segunda responsabilidad más alta en la jefatura del gobierno capitalino, la de secretaria de Gobierno. Para entonces la periodista ya había desempeñado cargos en cuatro administraciones sucesivas de la Ciudad de México.
Fue entonces que López Obrador la llamó al gabinete presidencial para incorporarse a la secretaría de Comunicaciones y Transportes, como coordinadora general de Puertos y Marina Mercante. Prácticamente solo duró unas semanas en este puesto, pues mientras convalecía de Covid, Andrés Manuel López Obrador anunció que la había invitado a ocupar el puesto que dejaba vacante Alfonso Durazo como secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana.
Las críticas en redes sociales se desataron de inmediato “¿cómo una mujer, y para colmo sin experiencia?”? Quizá procedan de los eternos opinadores en redes sociales, quizá, de gente temerosa por el hecho de que a lo largo de por lo menos 40 años Rosa Icela ha sido una mujer incorruptible y comprometida con los derechos humanos.
Bitácora suplementaria:
Rosa Icela tiene una responsabilidad especial por sus orígenes, la de hacer investigar el asesinato de periodistas y defensores de los derechos humanos, que no ha cesado durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
La razón para dar particular atención a este asunto, es que al conocer las razones por las que se ordena matar a un periodista o a un activista, se puede encontrar el hilo de la madeja que conduce a las mafias y a los políticos que los ordenan, con el propósito de intimidar a quien no se deja sobornar, o detener sus investigaciones, o intenta denunciar a quien hace fortunas privadas con dinero público.
Minutos después de estar al aire en Telediario, el conductor de noticieros Arturo Alba Medina fue asesinado en Ciudad Juárez. Manejaba de regreso a su casa la noche del 30 de octubre.
El martes 3 de noviembre el camarógrafo de noticias, Jesús Alfonso Piñuelas fue asesinado en Cajeme, Sonora. El periodista se encontraba sin trabajo por la pandemia de coronavirus, por lo que se empleó llevando comida rápida a domicilio en su motocicleta.
En la escena del crimen se encontraron tantos casquillos, que hacen suponer la utilización de más de un sicario.