Sara Lovera*
SemMéxico. Cd. de México. 09 de noviembre 2020.- La historia es muy clara: las mexicanas hemos avanzado en derechos, siempre que actuamos unidas, en colectivos variopintos y empáticos. Sucedió en numerosas ocasiones, de la Independencia a nuestra época; de la rebelión en los conventos a la República, a través de escritos en cientos de revistas, exigiendo derecho a la educación, la convivencia familiar y el divorcio civil.
Durante la Revolución Mexicana, unidas por el voto ciudadano y derechos progresivos; en 1916, en Yucatán, los dos congresos feministas formularon la primera Agenda de Derechos. Venidas de distintos orígenes ideológicos y socioeconómicos, exigieron a la revolución la calidad de ciudadanas.
En los años 30, con el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, 50 mil mujeres de los partidos Comunista Mexicano y del Nacional Revolucionario y de otras organizaciones lograron modificaciones en el Código Civil y dieron horizonte a las sufragistas, al derecho al trabajo y mejoras económicas. Codo a codo, mujeres de todas las ideologías, entre 1935 y 1939 hicieron la segunda agenda de derechos. Profesionistas, maestras, campesinas y políticas, sin ataduras ideológicas, consiguieron visibilidad y presencia.
En organizaciones plurales, democráticas y con propuestas para todas, hace 40 años experimentamos el ingreso al feminismo y asumimos su programa mínimo: no a la violencia contra las mujeres, aborto libre y gratuito, libre opción sexual y participación social y política.
Así, con integrantes de la sociedad civil, políticas, campesinas, indígenas y académicas en los años 80 y 90 surgieron 14 propuestas colectivas plurales. En 1996, una Convención Nacional construyó el primer programa de igualdad y la primera bancada feminista.
Florecieron programas de reivindicación sobre derechos sexuales y reproductivos, no a la violencia y se profundizó la ciudadanía. En 2014 eliminamos diques partidarios, llegamos la paridad electoral y, luego, a la paridad total en 2019.
La lección está aprendida. 2021 es una oportunidad para marchar con affidamento, una práctica de confianza y cuidado mutuo entre mujeres, más allá de la solidaridad voluntarista –sororidad–. Es momento de conseguir democracia plural, erigir un dique a la polarización, división o enfrentamiento, para una jornada electoral donde naufrague la espiral de violencia contra las mujeres y se ponga un alto a la violencia patriarcal.
Interesadas en los más de 10 mil puestos en disputa, es tiempo de hacer la diferencia. Desde los municipios –más de mil 800– a las cámaras legislativas y a los gobiernos de los estados, tienen en sus manos la posibilidad de trascender políticas asistencialistas, construir una política pública nacional de igualdad, profundizar la existente, donde cada una tenga asegurada su vida, su integridad personal y su desarrollo.
En cada rincón del país, a contrapelo del poder, hay conocimientos, herramientas y experiencias. En cada rincón están las feministas para apuntalar programas de campaña y tolerancia cero a la violencia de género. Urge lanzar una cruzada para que todas las mexicanas conozcan y se apropien de sus derechos y los defiendan. Derechos humanos plasmados en ley, obligados para los partidos políticos. Tenemos que recorrer ese camino con convicción y construir un país en paz y no dividido. Veremos
* Periodista, directora del portal informativo SemMéxico.mx