La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Las despensas son el mecanismo para combatir la pobreza en abonos chiquitos
En nuestro país, el método más común para enfrentar un problema, no es resolver las causas que lo originan sino, tratar de paliar las consecuencias del mismo, es más redituable.
El asunto se acentuó, sobre todo, cuando la oposición al PRI comenzó a triunfar electoralmente, por lo tanto, obtener votos se convirtió en una perversa política pública.
Así pues, todos los meteoros (desde ciclones a frentes fríos, pasando por sequías y temblores), suelen convertirse en aliados, involuntarios, de los politicastros (DE-TO-DOS-LOS-PAR-TI-DOS), que se propagan a mayor velocidad que una pandemia.
En el río revuelto de la tragedia, la ayuda oficial fluye sin control a las zonas afectadas, a lo que se suman las múltiples aportaciones de la sociedad civil, lo que al final del día se convierte en un juego de la perinola: los damnificados toman uno y los repartidores toman dos e incluso, hay los más avezados que se benefician del toma todo.
Derivado de esto último, si algún estudioso revisara la información, al menos del 2000 a la fecha, respecto de las bodegas clandestinas que se han encontrado, por toda la geografía nacional, retacadas de despensas para darles un uso electorero, nos quedaríamos sorprendidos de ver la cantidad de casos que se han registrado.
Se antoja difícil que el pernicioso fenómeno disminuya, el COVID19 aumentará el número de futuros receptores de los paquetes de víveres, por lo tanto, la pobreza seguirá siendo el mayor mercado de votos para los miserables, que se regodean con la carencia de los otros.