* Si AMLO no desea ser traicionado, deberá dedicarse a la caza mayor, e indicar que se reúnan las pruebas -sin delaciones- suficientes para arrestar, enjuiciar y meter en chirona a un corrupto de los grandotes. Todo lo hecho hasta hoy es anecdótico
Gregorio Ortega Molina
La mayoría de los mexicanos hemos visto las suficientes películas y/o series de TV, o leído un buen número de novelas o textos de historia, para saber en qué se convierten los países que creen forjarse un futuro sobre delaciones.
Francia ocupada por los nazis, España franquista, el estalinismo de los Comisarios del Pueblo, la Alemania nazi, la Italia fascista, la Nicaragua de Somoza, la Argentina de los generales… son ejemplo de la sangre que corre cuando la supuesta justicia y el desarrollo económico se sustentan en las delaciones.
Pero también ocurre lo mismo en la lucha de los jueces contra el crimen organizado, o entre las organizaciones mafiosas o dentro de ellas. Las disputas por el poder siempre concluyen hasta que uno o varios de los contendientes mueren, y de manera ejemplar. Esas venganzas no ocurren de inmediato. Michael Corleone supo esperar lo suficiente para cobrar la afrenta a su hermano mayor, Fredo.
Macedonia pierde el control de lo conquistado por Alejandro debido a los delatores y las traiciones; Roma termina por desmembrarse y partirse en dos, de inicio, hasta desaparecer, por las venganzas sustentadas precisamente en delaciones. ¿Tú también, Brutus? Pregunta el César cuando se enfrenta desarmado a las dagas en lo que supuestamente era un santuario: el Senado.
Lo que hoy sucede en este ámbito trasciende toda medida. Emilio Lozoya Austin fue encumbrado por quienes hoy caen víctimas de sus delaciones. Este muchachito es lo que es porque sus padres le solaparon todo, y porque cometió la estupidez de involucrar a su esposa, su madre y su hermana, al convertirlas en prestanombres de su juego sucio, de su corrupción. Quizá le ocurra lo que a esos hijos narco-dependendientes cuyos progenitores les perdonan todo, hasta que deben dejar de hacerlo, pues han consumido sus recursos económicos, pero no pueden permitir que den al traste con sus vidas.
Emilio Zebadúa corre por una cuerda distinta. Siempre y desde hace muchos años me lo ponderaron como muy inteligente, casi genio. Aquí cabe la pregunta que solía hacer Adolfo Ruiz Cortines cuando le recomendaban a un amigo, un compadre, un funcionario público, y lo hacían basados en su inteligencia: ¿Inteligente, como para qué?
Zebadúa nos resulto listo, no inteligente, hábil para gastar el dinero que no es suyo y endulzar el oído de sus ex jefas, incluido el de Rosario Robles, a quien engañó, de quien se sirvió, y terminó delatando para salvar su propio miserable pellejo.
Todo parece indicar que Ramón Sosamontes le sigue los pasos. Jorge Meléndez Preciado y Luis Gutiérrez Rodríguez me lo presentaron en ocasiones distintas. Resulta una persona que fácilmente causa “repelús”, siempre me pareció alguien en quien no se puede confiar, como esos militantes panistas que se dan golpes de pecho, pero que en cuanto llegaron al poder se traicionaron a ellos mismos y sus familias. El ejemplo más acabado es Santiago Creel. Ya es imposible corroborarlo con Edith González.
Si AMLO no desea ser traicionado, deberá dedicarse a la caza mayor, e indicar que se reúnan las pruebas -sin delaciones- suficientes para arrestar, enjuiciar y meter en chirona a un corrupto de los grandotes. Todo lo hecho hasta hoy es anecdótico.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio