FRANCISCO RODRÍGUEZ
Desafortunadamente, cualquiera se conmueve al oír a los llegados de quién sabe dónde, los que hablan de brinquito, pronunciar como sustantivo de toda ocurrencia, de cualquier dislate, el término estrategia… sin saber siquiera con qué se come. Lo que todos hemos visto, en cambio, es pura y llana destrucción de todo aquello que tocan.
Y es que, independientemente de lo pesado del concepto estrategia, que a veces hasta da pena ajena utilizarlo, el término hoy pulula hasta en los recetarios más rústicos, en los vocabularios más insípidos. Lo cierto es que si conocieran su significado tal vez no se atreverían a traerlo para cualquier barrido. Como no traen brújula, creen que no hay norte.
Surgido de la antigüedad clásica, el término proviene de las raíces griegas “stratos“, ejército, y ” agein“, guía. Desde ese recóndito pasado, el concepto ha sido indispensable para cualquiera que se ufane de dirigir un operativo mayor, con sistemas, procedimientos y objetivos. Se trata de un plan usado para alcanzar un objetivo posible.
Como hasta ahora lo único que se ha visto es la impericia hasta para destruir, vale la pena recordar que para aplicar una estrategia deben diagnosticar el plan, establecer los objetivos, trazar los procesos a seguir, precisar los planes de seguimiento y la evaluación pertinente de la ruta crítica, como lo establece cualquier programa.
Nunca han tenido un pensamiento estratégico, Ni saben qué es
Sin embargo, cualquier grupo organizado, delincuencial o gubernamental, que ahora suman fuerzas, cualquier empresa, corporación, abarrote, requiere de una mínima concepción y sentido del propósito, que se asiente en cierta visión, sin la cual el fracaso está asegurado.
Es, desgraciadamente para los improvisados en el gobierno, un juego o un arte, según quiera verse, donde se aplica la inteligencia con todos sus atributos lógicos, inductivos y prospectivos. Pero precisamente eso es lo que nunca tuvieron tiempo de entender. Nunca han tenido un pensamiento estratégico, ni saben dónde se vende.
Llegaron a sentarse en un banquete servido. Se cenaron todo lo que había, vaciaron las despensas y las bodegas del lugar, y después de aciagas y tormentosas noches, pretenden irse sin pagar. Nunca supieron quién invitó, ni a cambio de qué, su vida ha sido regalada, y dirigir un país no era la excepción, según ellos.
A falta de toda noción de Estado… ¡la Cuarta Transformación!
Nunca tuvieron un plan estratégico, porque nunca presentaron siquiera un plan mínimo de gobierno, una sencilla declaración de principios parecida al partido postulante, un discurso sensato sobre lo que venían a solucionar, alguna obra pública que fuera a ocupar su atención, algún compromiso de empleo. Nada. Sólo marquesina y oropel.
Basaron su prepotencia en que fueron electos por un puñado de mexicanos equivalentes a un poco más de treinta por ciento de los votantes potenciales. Un triunfo pírrico, carente de sustento para la égloga desmedida, falto de la enorme legitimidad que le atribuyeron. Para acabarla, con la ayuda de los verdes tramposos, los del trabajo inútil y los evangelistas farsantes.
A falta de toda noción de Estado, el inexistente programa de gobierno fue sustituido de inmediato, a las pocas horas de sentarse, por el bochornoso término de la Cuarta Transformación, nunca explicada, jamás resuelta, engañosa desde todos puntos de vista. Le sumaron consultas patito para empezar un proceso de destrucción que todavía no acaba.
Alto, el precio de la ocurrencia mendaz y la improvisación criminal
De allí vienen todas las desgracias. A falta de compromiso político en todos los rubros, ellos se dedicaron a abusar y a desfondar los recursos, argumentando que todo era para los pobres. El peculado, el prevaricato y la rapiña, se entronizaron, como si los mexicanos hubiéramos elegido una pandilla para masacrarnos.
La deuda externa al alza, con un 62% del Producto Interno Bruto, más de doce billones de dólares. Los atracos, al orden del día. El alza constante de todos los artículos de consumo popular, y el salario en los menores niveles históricos, esperando que las declaraciones de los mandarines hagan que se produzcan panes y peces en los bolsillos saqueados de los empleadores.
El desconocimiento de la estrategia de gobierno hace mucho daño. El destino del país paga el precio de la ocurrencia mendaz y de la improvisación criminal. Como no hay cabeza, ni dirección, ni idea de los rebotes, todo mundo hace lo que quiere en Palacio Nacional y fuera de allí.
El caos y la anarquía gubernamental son cada vez más evidentes
Se decide desde las cavernas militares, desde los hoyancos del narcotráfico, desde los andurriales de los que hablan de brinquito, desde las trincheras de los agentes externos infiltrados en la Cuarta Destrucción y se confunden sus cuartos de guerra con suites de ascensos al servicio de las ambiciones de todo favorito e incondicional. La ruina total.
El país está de cabeza. Nadie conoce ni acepta la existencia de regla alguna, de procedimiento establecido, mucho menos de algún contenido de análisis, diagnóstico, o de evaluación de desempeños. El caos y la anarquía gubernamental son cada vez más evidentes y absolutamente peligrosos para la estabilidad nacional.
Nadie se sujeta a un mando, ni en lo político, ni en lo militar, ni en lo criminal, simplemente porque nadie responde a sus obligaciones elementales y nadie tiene idea del Estado, ni de lo urgente e importante para la población del país.
Imposible que en este escenario exista un sistema de lealtades, porque no hay palabra que valga. El único objetivo es la no estrategia de la estrategia, es decir, atracar al prójimo, cuanto antes y más rápido, mejor, aunque queden todas las huellas. Cada uno, hasta donde alcance el brazo.
Monreal, financiero. López-Gatell, felonías. Sheinbaum, amenazante
Para eso no hay fondo, ni límites, ni reglas, ni pudor alguno. Si ayer fue la ocurrencia del financiero Monreal, incondicional hasta donde tope, hoy son las algazaras del felón López-Gatell, las lanzadas de Manuel Espino para retacar de kaibiles las guardias oficiales, las amenazas de Claudia Sheinbaum para no vender barbacoa ni carnitas en las colonias, más un largo etcétera.
¿Por qué se obstinan en llamar estrategia a esta emboscada de traición que está destruyendo al país?
¿De dónde viene tanta ignorancia y tanta ambición desaforada? Será que aquel que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere volver, ¿o ya venían así desde sus covachas de origen?
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