EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
La espera: todo tiene su tiempo.
Ciudad de México, sábado 19 de diciembre, 2020. – Hace días soñé que me incorporaba para trabajar en la BBC de Londres como experto en “Futuro”: cuando entré a la sala de redacción y vi a los que ocupaban esa mesa, me di cuenta que eran especialistas en Carta Astral y Horóscopos, entonces, angustiado me pregunté: ¿qué demonios hago aquí… por qué acepte esta chamba si no soy vidente y nunca le atino al futuro?
Me salí a caminar para ver si se me ocurría algo o encontraba a alguien que pudiera ayudarme. De pronto iba a mi lado la misma francesita que conocí una vez caminando en Delfos con la que traté de quedar bien y por eso le regalé el último dulce que traía en la bolsa, aunque me quedara con la boca seca.
Se me ocurrió una idea: saqué mi libreta y apunté “I Ching, el laberinto sin fin en donde sugieren cómo enfrentar el porvenir”. Sentí alivio. Con eso podría hacer mi chamba, pues sabía que se pueden hilar varios artículos pues es un libro que trata de las mutaciones, un laberinto por el que caminamos observando los lugares donde se conectan todas las salidas con las que aprendemos a sortear lo que el destino nos ofrezca.
Se dice que si puedo adivinar el futuro, éste deja de serlo, por eso, lo correcto sería describir las bifurcaciones que ofrece este libro y de esa manera satisfacer las ansias por vislumbrar el futuro.
Anoto lo que decía Borges del I Ching para empezar así la primera nota: “el porvenir es tan irremediable como el rígido ayer. No hay una cosa que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo. Nuestra vida es la senda futura que hay que recorrer. El rigor ha tejido la madeja. No te arredres. La prisión es oscura, la firme trama es de incesante hierro, pero en algún recodo de tu encierro puede haber una luz, una hendidura… El camino es fatal como la flecha.”
El deseo de conocer qué puede suceder en tal o cual situación es el motor con el que se arrancan las interpretaciones, más que ver a las estrellas. Este es el caso del I Ching que nos aconseja sobre lo desconocido, eso que está en perpetua transición y que se puede ir aclarando mientras avanzamos en intervalos infinitesimales y, otras veces, a grandes trancos, con sucesos que nunca imaginamos.
Me siento en una banca: tiro seis veces las monedas (si es par –, y si es non –) y anoto el hexagrama, uno de los 64 posibles: Hsü. La espera, la alimentación. Es el quinto hexagrama. Busco la respuesta y escribo: “todos los seres necesitan del alimento que precede de arriba. El signo muestra a las nubes en el cielo, dispensadoras de la lluvia que, a su vez, alegra toda vegetación y procura al hombre comida y bebida. Pero la entrega de la comida tiene su tiempo que debe aguardarse. Esta lluvia llegará a su hora. No es posible forzarla, hay que aguardarla.
“El dictamen es la espera y si eres veraz, tendrás luz y éxito. La perseverancia trae ventura. Es propicio atravesar las grandes aguas. La espera no es una esperanza trivial, pues alberga la certidumbre interior de alcanzar la meta. La certidumbre interior confiere la luz, que nos conduce al logro y a la perseverancia, esa que trae ventura y provee de la fuerza necesaria para cruzar las grandes aguas.”
Terminé la nota y cuando la llevaba encantando de la vida a la redacción, me desperté. En ese momento salí del laberinto con la respuesta en la cabeza, una entre miles que puede haber en el universo bajo la burbuja de la sabiduría humana. Confiado en la espera, estoy seguro que cuando sea propicio lloverá agüita en la parcela.
Me desperté de buen humor recordando el sueño que acabo de describir para anotar cuál puedo haber sido la pregunta original que ahora mantengo la esperanza para pooder cruzar las grandes aguas.