Da lo mismo que sean pañales, refrescos embotellados o marihuana empaquetada, Vicente Fox se alquila para anunciar lo que sea.
The Seattle Times nos trajo ayer la noticia de que el ex Presidente de México podría ser contratado para acudir a la capital del estado de Washington, en el noroeste de la Unión Americana, para promover la comercialización de una marca de “juanita” que estaría por crear Jamen Shively, uno de los ex directores de la poderosa empresa Microsoft, del ahora hombre más rico del mundo Bill Gates.
No sólo eso, de acuerdo a la información divulgada, Fox también promovería que buena parte de esa “mota”, envuelta al vacío en paquetes del tamaño de los que envuelven a un condón, fuese cultivada en México. Mero justificante que investiría de altruismo y quizá hasta de institucionalidad a su muy cuestionable actitud de mercachifle.
Vergüenza es una palabra que no existe en el vocabulario de Vicente Fox.
Bien que haya ex presidentes de México y Latinoamericana que, basados en estudios elaborados por expertos, promuevan la legalización de la marihuana, pero –que se sepa– ninguno de ellos piensa siquiera en sacar raja publicitaria ni provecho económico, como si lo hace el panista que fue habitante de Los Pinos del 2000 al 2006.
Fox sí. Él es, sin duda, un comerciante de la política.
De poca monta, además.
Su changarro, en las proximidades de León, Guanajuato, igual funciona como academia o “instituto patrulla”, centro de exposiciones o de reuniones políticas, que como cafetería donde el principal atractivo es que Martha Sahagún atiende y limpia las mesas.
Pobretón hasta antes del 2000 –Lino Korrodi le pagaba hasta los gastos del supermercado–, Fox tiene ya una sola meta en lo que le queda de vida: continuar con el llenado de los bolsillos personales, lo que inició durante su mandato, con incontables negocios en los que usaba a sus entenados, los hijos de Sahagún.
¿Anunciar marihuana?
Sí, claro, ¿de cuánto hablamos? ¿O vamos en sociedad?
LA DIGNIDAD, PERDIDA
Fox no se respeta. Es más, todo indica que nunca se ha respetado.
La dignidad que un ex Presidente de México debe guardar, le vale un cacahuate… o las miserias que vaya a cobrar por anunciar la venta de paquetitos de marihuana.
Ahora que, hablar de dignidad en la política, en los días que corren, es casi un anacronismo.
El concepto de la dignidad personal descansa sobre el respeto que nos podamos tener a nosotros mismos. A la dignidad política habría que darle exactamente la misma importancia.
Por tal es que todo político debe tener una integridad reconocida y un comportamiento ético que le haga posible respetarse a sí mismo, asumiendo al mismo tiempo el compromiso de respetar a quienes actúan con la misma rectitud y valores éticos, aunque desde una perspectiva ideológica diferente.
Pero, cuidado, no hay que confundir la reputación con la fama. En un político realmente íntegro, con independencia de su ideología, la reputación no es sino la consecuencia de su dignidad, reconocida por sus semejantes o rivales. A los políticos de reputación intachable se les respeta y admira sin importar su ideología. Como ejemplos válidos de este tipo de políticos valorados y respetados por todo el mundo me viene a la cabeza el nombre del recientemente fallecido Arnoldo Martínez Verdugo.
Sin embargo, qué difícil resulta describir, explicar y definir con palabras lo que es la dignidad política. Es más fácil describirle los colores a un ciego o la música a un sordo que intentar que algunos políticos, como Vicente Fox, entiendan lo que es la dignidad y la ética.
La pura y triste verdad es que hay demasiados políticos indignos. Incluso los hay que ni siquiera tienen noción de que la dignidad exista en absoluto, y la sociedad en su conjunto no gana absolutamente nada siendo comprensiva con ellos. De hecho, ha sido, en gran medida, esa permisividad con la indignidad política la que ha llevado a entregar muchos gobiernos municipales, así como otras altas responsabilidades, a personajes sin preparación, principios ni ética, que con su mala gestión y despilfarro nos han puesto al borde del abismo.
La dignidad en política no es algo que automáticamente se consiga por ser alcalde, gobernador, diputado o secretario del Despacho Presidencial, sin importar lo que cualquiera haga en esos puestos. Puede perderse.
Un político que, como Fox, ha hecho del oportunismo, de la mentira y de aprovecharse de las ambiciones ajenas su forma de actuar habitual no es digno de respeto, y una persona que no es digna de respeto es una persona indigna.
Fox, entonces, es además de todo un indigno mercachifle de marihuana. En eso acabó, ¿o no?
Índice Flamígero: Me escribe don José Luis Madrigal Figueroa, alcalde de Numarán, Michoacán, quien me señala que a su municipio también le restaron habitantes en el último Censo Nacional de Población, sólo que en su caso fue para añadírselos a La Piedad, en el mismo estado de la República.