Conocer la abogacía, conocer las leyes, conocer nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, conocer la historia jurídica de nuestro México, es amarla, es respetarla, es aplicarla, es dejar huella. “En ocasiones se nos acusa, decía desde añejo Jules Favré, de otorgarle una falsa grandeza….. ¡Qué culpables seriamos, si la rebajáramos al nivel de la opinión vulgar!”. Su fuerza radica precisamente en la altura a la que colocamos y la exageración misma que se nos reprocha tiene sólo el resultado de multiplicar y sublimar nuestros deberes”.
El amor a las leyes, el respeto a nuestra Carta Magna, el camino por México no se reduce, como algunos que en Palacio Nacional lo creen, al arte del bien decir y mejor contradecir.
En ésta Cuarta Transformación de la Nación hay profesiones, hay amores, hay respetos, como hay lugares en los que alienta el espíritu, en los que se nos incita adorar a nuestro México.
Los hombres que respetamos las leyes, los abogados para conservar y preservar nuestro carácter, históricamente hemos sido incorporados en Órdenes, para tal efecto se nos selecciona, somos severamente analizados, reclutados, aceptados y por sobre todo sometidos estrictamente a una disciplina. ¡Una órden! No puede ni debe ser pronunciada esa palabra sin evocar a los antiguos Templarios, a los Caballeros de San Juan, a los Caballeros de Malta, a las Órdenes Guerreras que en la antigüedad salieron en defensa de la verdad, de la integridad, de la honorabilidad, de la historia, de la República, de la Soberanía. Las ambiciones y deseos de los abogados son más modestos.
Los abogados empero somos sus más remotos sucesores. En ésta Cuarta Transformación de la República, la cuál sea dicho con respeto, se ha postrado, se ha doblegado ante la injusticia, ante la incongruencia, ante la necedad, ante la ocurrencia, ante la arbitrariedad, ante la mal entendida elocuencia, ante la ignorancia, ante la narcopolítica, ante el neoliberalismo, ante la ignominia. Los abogados de mi generación nos mostramos aún capaces de demostrar nuestro amor por México, por nuestras leyes, por la justicia, por la honorabilidad y sapiencia de nuestros jueces, pocos de ellos, decentes.
El Foro Independiente de la República, no pretende efectuar merecidos desdenes en contra del Primer Magistrado de la Nación, ni queremos formar parte de ese absurdo divisionismo causado por chairos y fifís; nadie ignora, que en los pasillos de la justicia, se pueda amar a la patria; la abogacía de México no aspira ni desea estar por encima de quienes buscan la verdad en las ciencias, la abogacía sólo labora en el auxilio y el alivio de las miserias de la Patria, sólo cumple con la augusta misión de buscar justicia para México.
La abogacía en México representa un espíritu, el espíritu al que se refería José Vasconcelos y el cuál le da vida a nuestra Alma Mater: “Por mi raza hablará el espíritu”, representa una tradición por el respeto a nuestras normas, los abogados somos la conciencia de una responsabilidad colectiva que, en tiempos de ésta Cuarta Transformación en que los acusados, los justiciables tornan sus miradas desesperadas para obtener justicia. Los abogados, los hombres de leyes, los buscadores de justicia estamos a la altura de nuestras convicciones; los abogados independientes de México, soplamos a las velas de nuestros barcos a fin de llevar a buen puerto este sagrado suelo llamado México.
A diferencia de muchos políticos, en el ejercicio de nuestra profesión encontramos la belleza que vive y pervive en la justicia, pero para encontrarla hay que actuar y decir la verdad, esa verdad tiene y contiene el mérito de poner de manifiesto la superioridad sobre la mezquindad, nosotros si defendemos principios eternos y divinos, defendemos la justicia y no los votos para continuar en el poder.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..