La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Pasamos del partido de masas al partido de mises
Para crear un partido político, se requiere de la existencia previa de un movimiento social. Es el caso, en su momento, del PRI, PAN, PSUM, PRD y MORENA.
Por otro lado, para formar una franquicia electoral, sólo necesita mucho dinero y que los órganos jurisdiccionales, se hagan de la ‘vista gorda’ y desdeñen las tranzas cometidas en el intento. Así surgieron la mayoría de los chiqui-partidos nacionales y locales.
Ante la imposibilidad de ir en alianza en su primer proceso, estos partiditos necesitan reunir un porcentaje del 3 por ciento, de la votación total efectiva, para conservar el registro, por lo tanto, sus ‘ideales’ se van a volar, lo único que interesa es conseguir sufragios.
Así pues, como buenas rémoras del sistema (los personajes que encabezan estos proyectos son políticos de viejo cuño que se quedaron sin espacios), se dedican a pepenar lo que dejan los mejor posicionados y completan sus listados, explotando el ego de integrantes de la farándula y el deporte profesional.
En este contexto, no importan ni la vocación ni el compromiso, sino que los elegidos, sean un ‘producto’ conocido para ser ofertado en el mercado comicial.
La práctica no es nueva, la diferencia es que antaño el aspirante buscaba la postulación y para ello, hacía sus pininos en su propio gremio, no como ahora, que la inquietud surge como un pasatiempo. Frente al espejo dicen: si ‘el Temo’ pudo, yo también.
Como el que generaliza absuelve, no podemos afirmar que todos sean candidatos basura, lo cierto, es que el tufillo que despide todo esto huele, justamente, a desperdicios.