Nos dicen que vamos bien, a seis meses de iniciado el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto.
Que el país avanza.
Que “se mueve”, según la retórica oficial.
Que, con el concurso de las tres principales fuerzas políticas –el Pacto por México, pues– se sientan las bases para, ahora sí, ver despegar la economía y que sus beneficios lluevan sobre todos nosotros, no nada más sobre los que siempre se han empapado con el producto de nuestros sudores.
Desde el extranjero se aplaude y encomia el MeMo –Mexican Moment—casi con la misma enjundia que hace pocos años se aplaudía y encomiaba al Brasil de Lula da Silva.
Pero, ¿vamos bien? ¿De veras?
Porque, seis meses después de la toma de posesión del –todavía– nuevo gobierno, muchos de nuestros ancestrales problemas aparentan haberse complicado todavía más de lo que estaban hasta noviembre del año pasado.
Los dos más graves, el económico y el de la seguridad.
Para empezar, no hay crecimiento y, tanto la Secretaría de Hacienda como el Banco de México han debido bajar sus expectativas para este 2013, primer año del peñismo. La inflación aparece descontrolada, sobremanera por los incrementos a los combustibles que cada segundo sábado de mes nos apuñalan los bolsillos. El desempleo aumenta. También la canasta básica recomendable hasta en un 12% desde enero…
Por lo que hace a la inseguridad, esta ya llegó al Distrito Federal que se consideraba era el último bastión que a los criminales les faltaba por conquistar. Se multiplican los cárteles de la droga, casi en la misma medida en la que surgen grupos de autodefensa que suplen en sus funciones a policías e, incluso, a tribunales de justicia. La cifra de muertos sigue en los cuatro dígitos mensuales, y a los clamores de las familias de los desaparecidos por la infame guerra que inició Felipe Calderón se les responde con 12 ministerios públicos, sólo 12, para que localicen sus paraderos.
Pero vamos bien, ¿o no?
SIN GASTO PÚBLICO
Felipe Calderón incrementó el gasto público de manera desordenada, pero sobre todo desproporcionada. Creó plazas de altos burócratas al por mayor. Dilapidó en ellos los escasos recursos del erario.
Hoy, por el contrario, en estos seis meses el gasto público se ha restringido. “No tienen dinero”, dijo a este escribidor hace poco un reconocido fiscalista. Las arcas están vacías.
¿Cómo, entonces, “mover a México” sin dinero? ¿Cómo hacer que lluevan beneficios que mojen a todos? ¿Con qué combatir a la delincuencia?
De más está decir que el gasto público tiene un papel protagónico en la economía, en la medida en que le inyecta dinamismo, pues es un gran generador de empleo, y en el caso de los países como el nuestro, el gobierno federal no sólo es el mayor empleador, también el gran comprador, el gran contratador de obras, el gran prestador de servicios.
Pero no, no hay dinero.
Y, todavía peor, estamos endeudados hasta el cuello.
Los municipios y los estados, para empezar, pues de acuerdo a la propia Secretará de Hacienda, siguen contratando créditos, a grado tal que en los últimos cinco meses han aumentado sus débitos hasta en un 10 por ciento.
Y la federación, por su parte, tiene una deuda interna –a febrero de este año– de 3 billones 493.6 mil millones de pesos, 7 mil 500 millones de pesos menos que a diciembre de 2012, y un débito externo de 66.2 mil millones de dólares, cifra superior en 0.2 mil millones de dólares a la observada al cierre del año anterior. Un piquito menos de deuda interna. Un piquito más de deuda externa, pues.
Vamos bien, pero –como reza el chiste aquel del viajero a Las Vegas–, “¡manden dinero que estamos ganando!”.
Y ya son seis meses que estamos así. Ganando. ¿O no?
Índice Flamígero: Durante la campaña política de 2012, los empresarios calcularon en más de 800 mil millones el costo de los compromisos con la sociedad del entonces candidato Enrique Peña Nieto. Si se reforma el IVA, el gobierno obtendría 30 mil millones de pesos anuales, según calculan expertos. Sólo para eso, aún faltarían 770 mil millones, mínimo, para que pudiera cumplir esas obligaciones.