* Aquí y desde hace dos años las decisiones políticas y las palabras matan más que las balas. Desempleo y agravio matan en vida, obligan a los zombis a arrastrarse en medio de la sociedad como parias
Gregorio Ortega Molina
Así como insisten en esconder la corrupción ética y moral tras la del billete, también quieren que les compremos la chabacana idea de que la represión nada más se ejerce con la punta de la bayoneta y con las policías por delante, cuando hay una y mil maneras de reprimir las libertades, las ideas, las ganas de vivir.
La palabra que emana del poder es un arma más poderosa que las AK-47 y más letal que las balas. La voz escuchada desde el púlpito de la Tesorería, equivale a la que emana del centro de la zarza ardiente que paralizó a Moisés. Es una verdad y una orden, un señalamiento y una condena, un elogio y un infundio… equivale a esa siniestra aseveración de Humpty Dumpty: las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen. Es el culmen del poder terrenal.
No hay peor y más grave represión que el agravio presidencial. Las consecuencias son de diferente tamaño y profundidad, todo depende de la contextura moral de la persona, el grupo o la institución agraviada. Si de gobiernos anteriores, ideologías y modelos de desarrollo se trata, el resultado lo dará el balance que establezcan los libros de historia.
La represión que se sirve de la administración de justicia puede traducirse en error judicial, en politización de la sentencia, en ejecución determinada por el juez o en una extrajudicial, cumplimentada en los reclusorios por órdenes superiores; también las consecuencias son amplias y de difícil identificación, pero puede constatarse que lo primero que se pudre es la confianza y la credibilidad.
Algunas anécdotas sobre el poder de la palabra de los presidentes de México me contó Julio Scherer García… no todas las vertió en sus textos periodísticos ni en sus libros, porque era un conocedor profundo de los alcances de la fuerza que un político de ese tamaño adquiere. Supo que la respuesta no necesariamente llega al día siguiente, que puede tardar años, hasta el momento preciso en que Michael Corleone dicta sentencia a Fredo, el hermano mayor. El tema es bíblico, la primogenitura no se establece en línea directa, como lo demostró Jacob con la anuencia de la divinidad.
Hay una reflexión de Sándor Márai en El último encuentro que me estremece siempre que la evoco: “… Para nosotros, matar es una cuestión jurídica y moral, o una cuestión médica, un acto permitido o prohibido, un fenómeno limitado dentro de un sistema definido tanto desde un punto de vista jurídico como moral. Nosotros también matamos, pero lo hacemos de una forma más complicada: matamos según prescribe y permite la ley. Matamos en nombre de elevados ideales y en defensa de preciados bienes, matamos por salvaguardar el orden de la convivencia humana. No se puede matar de otra manera”.
Aquí y desde hace dos años las decisiones políticas y las palabras matan más que las balas. Desempleo y agravio matan en vida, obligan a los zombis a arrastrarse en medio de la sociedad como parias.
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