A la banda cecehachera, por supuesto a ti y a Moy
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Quiénes de entre –ellas y ellos– senadores y diputados federales y locales, funcionarios de la 4T, conservadores y neoliberales por antonomasia y colegas periodistas zarandeados y estigmatizados por el inquilino de Palacio, dirigentes partidistas, políticos, empresarios, artistas, actores y actrices, cantantes, amas de casa, luchadoras sociales y etcétera y etcétera son egresados del Colegio de Ciencias y Humanidades?
Muchos, muchos abrevaron en esa fuente que fue extraordinario experimento educativo, cuando se dejó de construir planteles de la Preparatoria Nacional.
Disculpe usted, hoy dejo en receso el marcaje personal a las andanzas y despropósitos del licenciado López Obrador. Como cecehachero y puma de hueso colorado debo referir, quizá un tanto al cuarto para las doce, que el próximo 12 de abril se cumplen 50 años de la fundación del CCH.
¿Y?
Resulta que la autoridad universitaria, desde Rectoría y hasta la Dirección del CCH, en especial del plantel Naucalpan, ha cedido espacio ante la pandemia y no se avista un festejo, así sea a distancia, salvo por ahí una carrera y la emisión de un billete de la Lotería Nacional conmemorativo del 50 Aniversario.
Pero, bueno, hace cinco años publiqué la siguiente entrega de entresemana, un día antes de cumplirse 45 años del inicio de clases en el sistema del Colegio de Ciencias y Humanidades. Autoridades del plantel Naucalpan me contactaron vía un colega de quien no he sabido más.
En fin. Haya o no celebración convocada por la autoridad cecehachera y de la rectoría de la UNAM, so pretexto válido por la pandemia, adelanto mi grano de arena con el artículo publicado hace cinco años; hoy con algunas correcciones y adiciones.
Déjeme compartirle, sea usted o no cecehachero, la dicha de llegar al medio siglo de haber sido un escolapio integrante de la generación fundacional de mí querido e inolvidable CCH Naucalpan.
A saber:
“Este lunes 11 de abril Moy no va a la escuela porque está enfermo y me pidió platicarle de este día en nuestra escuela. Y es que, él egresó del CCH Naucalpan en 1997; quiso estudiar en el mismo plantel de cuya primera generación fui parte, éste al que hoy retorno en la apuesta del reencuentro con quienes, concluido el bachillerato en 1974, nos fuimos en la diáspora cecehachera en cumplimiento de nuestros destinos.
“Los días que corren, los años que han pasado bajo el puente, experiencias de quienes hemos presenciado –testigos privilegiados– los cambios en todos los ámbitos de la vida nacional –aunque suena a comercial de la Hora Nacional–, hoy acudimos a los 45 años de vida del Colegio de Ciencias y Humanidades, especialmente el plantel Naucalpan, en las faldas del santuario de la Virgen de los Remedios, en el Estado de México.
“Hace cuatro décadas y media, 12 de abril de 1971 formalmente, llegamos adolescentes que atisbaban a la mayoría de edad. Ellas recién dejaban las calcetas y se pintaban los labios y ellos habían colgado el uniforme que los delataba en los días de pintar venado.
“¡Vaya tiempos! Los beatniks eran hippies y la música de los tríos tenía en el rock pesado a la competencia que se llevaba a los jóvenes de pelo largo y collares a los cafés cantantes o los hoyos funky, alejándolos del bullicio y de la falsa sociedad, paráfrasis de una línea en la rola cantada por Pedro Infante y luego como ola que rompe en la costa desahuciada, depositó en el bosque que acunaba al enorme llano de Avándaro, a lo que quedaba de la resistencia del Pop y rock ácido. ¡Cámara, maestro!
“En 1971 nuestros maestros eran casi de nuestra edad, jóvenes académicos que nos compartieron herencia del Movimiento del 68 en el CCH, plantel Naucalpan del que varios estuvimos a punto de renunciar porque estaba lejísimos y apenas la maquinaria abría camino y los Huixquilucan-Armas nos dejaban abajo, en Bayón, la tienda de telas.
“Llegábamos a clase en los turnos 01, 02, 03 y 04 como si fuéramos de día de campo, sorprendidos y asustados porque esperábamos la prepa de siempre. Nelazo.
“Los edificios desparramados se perdían entre los árboles adultos y las jardineras parecían islas de descanso entre las largas y amplias escalinatas, por los rumbos de las canchas de basquetbol y un espacio que hasta la prohibición académica ocuparon de vez en cuando grupos de rock como Last Soul Division y la Tinta Blanca.
“En esos días nadie imaginaba el endemoniado futuro que deparaba a la incipiente tecnología de la informática; las computadoras eran máquinas enormes con pequeñas pantallas y destinadas a sectores privilegiados de la investigación y las empresas trasnacionales. La IBM se imaginaba una de esas compañías estadunidenses en cuyas entrañas había gestación permanente de espías en conflicto.
“No había, sea por Dios, los aparatitos en los que hoy, llamados celulares, podemos platicar con quien se conecte en uno similar y quedó en la anécdota de lo fantástico, muy a la mexicana por supuesto, la llamada de “Santo llamando a Blue Demon”, en esos relojes imitación de James Bond.
“Y no imaginábamos que, a la vuelta de unos cuantos años, ya no centurias, los relatos de Julio Verne serían superados por encima de las premoniciones de la llegada del hombre a la Luna, el uso elemental del helicóptero y el submarino. No falta mucho, y no por ganas, que el ser humano visite a Marte, en un viaje que se prepara en la estación espacial coordinada por dos naciones que dejaron atrás a la Guerra Fría.
“México caminó a paso veloz y, cuando el nuevo milenio lo pilló en la transición política, su sociedad se sacudía atavismos y transitaba en la modernidad, nuevos partidos políticos con las mismas mañas de siempre, pero frente a una ciudadanía más participativa y demandante. Ya nada será igual, dicen los que tienen tantos años como nosotros, los de la primera generación del CCH Naucalpan, pero igual muchos de los nuestros que, cosas de la vida, hoy son los rucos que cuestionaban cuando eran chavos. Nel, maestro.
“Y mis compañeros de esos antieres, del tochito y luego el juego en forma, con nuestro coach Ramón Gálvez, DT de Los Leñadores de Naucalpan. Ese fue el primer equipazo que se deshizo por obra y gracia de quien decidió, en esos días desde Rectoría, que el equipo, la vestimenta, se entregara al plantel Vallejo. ¡Vaya días! ¡Cámara!
“En cuatro décadas y media México cambió. Y sin entrar en discusiones barrocas de los buenos y los malos, de filias y fobias, el Partido Comunista desapareció y de sus raíces nacieron otras tendencias que nada tienen de comunistas. Pero, vaya, esos asuntos tienen espacio en otros decires, hoy nos ocupa recordarnos en el 45 aniversario del CCH Naucalpan.
“Qué padre sería encontrar por esos rumbos de los pasillos del plantel a Daniel Benítez Gordillo (qpd), Francisco Canalizo, a Mota que no se apellida Mota y se llama Óscar, a Vicky Herrera Vega de la mano de su amor de toda la vida el maese Jorge Cázares Castillo, El Chivo; a David Tarango Buchacras (se nos adelantó, como Daniel, sin despedirse), a Hendrix y a Lupita y a Germán Barrón Sámano, mi cuaderno de doble raya; a La Odiosa, Yoko y mi siempre amiga Ana María Sánchez Lujano, María Eugenia Gómez Ríos, Cristina, Mercedes Carpio y mi maestra Lucía Ramírez Corona, Mari Toni, Violeta y la inolvidable Jazmín, Edith, Martha Pacheco, Rebeka, Joaquín Ulloa Ponce, los hermanos Terrez Romay, el maestro Alfredo Pantoja. El Bueno y El Papaya, que responde al alias de Víctor Manuel Delgado Girard, El Célula Juan Manuel Bastida, a Manuel Ávila “El Divino” Chávez; Jorge Tamayo y, en fin… A toda la banda.
“Hace 45 años. Hoy nos reuniremos a festejar y recordar y, por qué no, a soltar la lágrima por esos encanijados recuerdos de esos días. Volvió la minifalda junto con los pantalones acampanados y se volvieron a ir. Aquí andamos (…)”.
Y mire usted cómo nos encontró la modernidad, hermanados y en uso de la tecnología que era sueño hace medio siglo: citados para una reunión vía Zoom.
¡Sopas! En esos días nos reuníamos en La Covadonga y el café frente al CCH y las bancas del bosque de Los Remedios para platicar y echar desmadre, rendir honores a Baco y de vez en vez quemarle la cola al demonio, íbamos al cine en bola o en pareja de manita sudada, nos escapábamos al partido de americano en Ciudad Universitaria y bailábamos como desquiciados al ritmo del rock pesado. ¡Avándarooo!
¿Usted estudió en el CCH? ¿Y es de esa primera generación del CCH Naucalpan o de Vallejo, de Azcapotzalco, del Oriente o del Sur? Presúmalo a sus hijos, nietos y biznietos, a sus conocidos y compadres y comadres. Somos una generación sin parangón; por el orgullo de ser cecehacheros, hace medio siglo. Conste.
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