El sonido y la furia
Martín Casillas de Alba
A punto de cambiar de color.
Ciudad de México, sábado 22 de mayo, 2021. – El Camaleón es un lagarto conocido por su capacidad de cambiar de color, cosa que hace cuando se siente amenazado o cuando hay cambios de temperatura o se dan ciertas alteraciones en el medio ambiente. Sin embargo, sabemos que los cambios son ficticios y que, finalmente, depende del cristal con el que lo miremos que lo podemos ver encuerado, tal como es.
La fábula de Monterroso “El Camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse” tomado de La oveja negra y demás fábulas (Mortiz, 1969), trata sobre ese animal que cuando le dio “por la política, entró en un estado de total desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se habían enterado de sus artimañas” –tal como se habían enterado las hienas, que no sabemos por qué se ríen de todo si sólo comen caca y como lo habían hecho las cebras “que tienen lo que se dice, una muy buena nalga”, como lo apunta Eduardo Martínez, el Pelícano, habitante de otra selva.
Bien asesorados, los animales portaban sus lentes de colores para contrarrestar los cambios y no caer en la trampa. La fauna que habita esta selva se preparó para “combatir su ambigüedad e hipocresía, de manera que cuando él estaba morado y, necesitaba volverse, digamos, azul, sacaban rápidamente un cristal rojo a través del cual lo veían. Para ellos, continuaba siendo el mismo Camaleón morado, aunque se condujera como Camaleón azul”, como bien lo sabía el maestro Monterroso.
Muchos animales de la selva usan lentes para registrar los cambios como los que se observan en estos días. Por eso, nos reportan transformaciones recientes de algunos camaleones que, como chapulines, brincan de un color a otro con tal de seguir en el poder, sin importarles el color que adoptan por momentos.
Pero, ya sea porque se sienten amenazados o por estrategia, cambian de color para seguir con los morados presumiéndoles al resto de los animales que van a construir una “selva amorosa”, para sorpresa de los que habitan en ella, sin importar el color que portan, pues no olvidan aquel día cuando el ahora Gran Camaleón pudo simular una banda tricolor en el vientre, para salir a pavonearse y gesticular una hora en el escenario de la Selva, asegurando que él era el “Camaleón Legítimo”. No sabía que el resto portaba su cristal de colores y lo veían tal cómo era.
Los que observan la conducta de ese Camaleón y ven como se traga los moscos, esos que luego escupe con su larga lengüeta, saben que miente cada vez que describe la Selva, como si ignorara que hay depredadores y aves de rapiña que vuelan sobre su cabeza. Mejor nos volteamos para ver cómo el hipopótamo arrima a su crío y “lo mete al agua para quitarle un peso de encima”, Pelicanus dixit.
El resto de los seres vivientes, incluyendo a los dinosaurios ocultos en los pantanos, usan sus propios cristales para ver al Camaleón morado que, de acuerdo a la teoría de Josef Albers, tal como lo demuestra en su Homenaje al cuadrado, los colores que vemos son relativos a los que nos rodean, por eso, el amarillo como el Sol, pasa a ser morado, si se rodean de esos animales con un plumaje verde, mientras vemos a esos otros que cruzan el pantano y, al verlos, nos dan ganas de retorcerles el pescuezo. Así que hay que cuidarnos de los que nos rodean, pues, por su culpa, pueden creer que somos de otro color del que realmente somos.
Monterroso señala que, “si alguno carecía de un vidrio de determinado color urgente para disfrazarse o para descubrir el verdadero color de alguien, podría recurrir inclusive a sus propios enemigos para que se lo prestaran…”
Bueno, tal parece que el final de esta fábula es su principio, como podemos concluir después de haber caminado por la Selva durante tantos años, sabiendo que “todo Camaleón es según el color del cristal con que se mire.”