Por: Héctor Calderón Hallal
No pudo el presidente López Obrador lanzar el dardo hiriente de su regaño hacia un intelectual más liberal y ‘anticonservador’. El regiomontano Gabriel Zaid Giacomán, a quien llamó ‘sabiondo’, en un plan peyorativo, equiparándolo a un pretensioso de sabiduría sin los merecimientos mínimos para ello.
Monumental equivocación. Él sí es un liberal… el presidente no.
Gabriel Zaid tiene un perfil más que extraño, singular: más que la afiliación a una ‘corriente del pensamiento’ y el compromiso que esto conlleva, a este poeta e historiador lo ha movido en su vida el hecho de decir siempre la verdad, incluso como una crítica hiriente.
Baste rememorar lo que hizo en 1981, cuando enfureció a la ‘izquierda intelectual’, portadora orgullosa de su militancia ‘liberal y progresista’, al hacer un recuento del proceso electoral salvadoreño de ese año, en la que asombrosamente se unificaron la guerrilla y ultraderecha de ese país, en un hecho muy cuestionado en aquel momento, tal y como sucedió en nuestro país en este desmoronado y violento proceso de 2021.
Tuvo la osadía y la dignidad intelectual Zaid Giacomán de mostrar desde su perspectiva, un crudo texto-informe tejido a base de referencias a componendas y desmemorias, señalamientos de incongruencia y mentiras de parte de los entonces actores (candidatos) por esa singular alianza oficialista que buscaba la legitimación en el poder denodadamente en el pequeño país hermano. Eso le costó a Zaid la etiqueta de enemigo del recordado Frente ‘Farabundo Martí de Liberación Nacional’ (FMLN).
El texto se intituló: “Colegas enemigos: una lectura de la tragedia salvadoreña”, publicado en la prestigiada revista Vuelta de Octavio Paz.
Y lo hizo sin adjetivos, lo más profesional posible, como bien lo reseñara el acucioso analista político y de algún modo exegeta de la obra de Zaid, el maestro Carlos Ramírez, en su ensayo ‘La parresia de Gabriel Zaid’, que forma parte de los archivos de Indicador Político y que, cobran singular vigencia en estos últimos días en que la furia presidencial de AMLO se ha desatado contra intelectuales y periodistas que no piensan como él.
Una interesante y muy recomendable obra de Carlos Ramírez, el también muy recordado columnista de El Financiero en la década de los noventa, del siglo 20.
Pero ese trabajo no es el único que puede comprobart la naturaleza ‘parresiana’ de Zaid, como bien lo ubica Carlos Ramírez.
Gabriel Zaid ha sido siempre congruente con esa naturaleza de ‘reproductor verbal de la verdad’ frente al poder magnánimo de un gobernante soberbio en turno.
De hecho ese es el origen del concepto ‘parresia’, surgido en la Siracusa de Dionisio, en la antigua Grecia. Pasaje en el que Platón el inmenso, es condenado a la esclavitud por decirle la verdad de forma cruda y sin matices a Dionisio. La parresia (o parrhesia) es quizá el origen de la crítica, herramienta fundamental en la intelectualidad moderna, que conllevaba por sí sola como atributo del bufón, sirviente o cortesano de todo príncipe de la antigüedad, un enorme riesgo. Debía ser dicha la verdad entonces, sin ofender al dignatario, so pena de morir ejecutado o ser condenado a la esclavitud, como fue el caso de Platón.
Gabriel Zaid fue por ejemplo, un pertinaz e incómodo crítico del PRI y sus excesos: Se atrevió a instaurar la crítica puntual contra el predominio del estado en sectores económicos estratégicos, coartando el libre y armónico crecimiento del sector productivo privado…y lo hizo muchos años antes de que se instaurasen los gobiernos (priístas también) que fueron concebidos por mentores extranjeros y que fueron los creadores de las teorías monetaristas y ‘neoliberales’, en la década de los ochenta, que tanta urticaria le generan al actual presidente y a sus colaboradores, autoproclamados parte de ese movimiento llamado “4 T”.
Gabriel Zaid criticó a Luis Echeverría y su gobierno, porque alcanzó a ver el verdadero carcinoma que catalizaba el interés de fondo por apropiarse de los medios de producción o por participar de forma directa y en algunos casos monopólica, de ciertos sectores de la industria y los servicios.
Este interés de trasfondo, que no necesariamente vino del presidente Echeverría originalmente, sino de cercanos colaboradores, fue el de la corrupción y el aprovechamiento de parte de estos actores políticos encumbrados de la época, de hacer negocios a costa de las utilidades empresariales y de llegar al grado incluso, de desmantelar muchas de estas empresas, para que fuesen adquiridas en partes por esos mismos zánganos.
Lo mismo que critica AMLO de manera folclórica y con términos más que llanos, de dominio popular, lo hizo Gabriel Zaid al inicio de la década de los años setenta, pero con enfoque técnico y financiero.
Palabras más, palabras menos, habló y escribió Zaid del surgimiento del ‘Grupo Industrial Los Pinos’, en alusión irónica al nivel de intervención del gobierno en la economía de libre competencia; equiparando al presidente Echeverría con su CEO.
Esto irritó al poder de forma superlativa. Las relaciones de Echeverría con el Grupo Vuelta de Octavio Paz y con el Grupo Monterrrey nunca volvieron a ser buenos a partir de esta mordaz crítica.
Pero ese es Gabriel Zaid, el parresiano intelectual.
Volviendo al tema del presidente López Obrador y su descalificación a la ligera de Gabriel Zaid, resulta realmente asombroso.
¿Cómo pudimos llegar a esto? El arribo de un presidente tan inculto; de un genuino activista a quien sin duda le asiste el derecho de ser Presidente de la República como a cualquier gobernado, pero que, tal cual es, no es precisamente el líder consumado que México ha esperado por siglos.
Dista mucho AMLO de ser un Doctor Castro Ruz, (doctor en filosofía) y con reconocimientro tipo ‘Honoris Causa’ en universidades estadounidenses, hasta antes de que se viniera a vivir a la Ciudad de México y sucediera el incidente donde conoció al memorable Capítán Gutiérrez Barrios a fines de los años cincuenta.
Dista mucho ser –por supuesto- un José Martí, genuino hombre de letras, liberador de su pueblo del yugo de la corona española.
AMLO no ha leído siquiera lo suficiente de materias como Teoría del Estado, Administración Pública o Introducción al Derecho… por andar tomando e incendiando pozos petroleros… o buscándole ‘chiches’ a las culebras.
Difiere el suscrito de Porfirio Muñoz Ledo que, recientemente y en un acto de institucionalidad, lo defendió en entrevista para Grupo Fórmula, concedida al gran reportero Ricardo Rocha, cuando el decano de los legisladores aceptó apurado que el hoy presidente “sí ha leído”, pero pues… los hechos lo refutan a Muñoz Ledo y por el contrario, su fobia a la crítica bien articulada y en todo caso, su descomunal ignorancia sobre una de las principales mentalidades liberales de este país, como lo es Gabriel Zaid, nos remiten a pensar que el arribo de López Obrador a la Presidencia de México, fue un feliz suceso provocado por su buena fortuna… pero no de su ‘mérito’.
Aunque ya, a estas alturas, pedir un presidente culto sería demasiado pedir… nos conformaríamos con un presidente que fuera justo, responsable y eficiente, para convocar al resto de sus colaboradores a una gestión sensata, sin revanchismos, incluyente para todos los mexicanos, sin ocurrencias ni solapamientos de corrupción de familiares ni de incondicionales.
Hasta podríamos adaptar la memorable frase del poema de Mario Benedetti:
Libertad de expresión… te quiero en mi vida diaria.
Indiscriminación… te quiero en mi porvenir.
Aunque eso en mi país, signifique que la gente viva feliz… aunque no tenga permiso.
Autor: Héctor Calderón Hallal
@pequenialdo