MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Su Alteza Serenísima dedica el tiempo del Presidente de la República a todo menos a ser Presidente de la República pero, ¿se camuca y camuca?, ¿sufre el síndrome del ladrillo y levita?
Veamos.
En las mañaneras aparece practicante del oficio de todo y nada, de chile, de dulce y de manteca, lo mismo es jefe de Oficialía de Partes de Palacio Nacional que atiende peticiones personales de asuntos incumbencia de su florido cuanto ejemplar y dócil gabinete , digamos de la Semarnat o la Sagarpa e incluso la Secretaría de Gobernación.
Dígame si me equivoco, pero con esa destreza de sabiondo los domingos hasta podría vender tamales de chipilín o pejelagarto a las brasas en Corregidora, pero le gusta viajar al interior del país dizque para inspeccionar obras de carreteras vecinales y reunirse con los simpatizantes de la 4T, gobernadores y alcaldes que suelen hablar lindezas de su administración, aprobar avances en programas asistencialistas y ofrecer conferencias mañaneras para remachar que México está de primer mundo pero…
Por cierto, ¿ya se percató de que el licenciado presidente las mañaneras las dicta en instalaciones militares y que en éstas suele pernoctar? ¿Por qué será?
Bueno, bueno, en los días en que dizque ordenó desaparecer al Estado Mayor Presidencial, dijo que no lo necesitaba porque, presumió, el pueblo bueno lo cuidaba. Sólo que el pueblo bueno ya hasta le mienta la madre en las giras de fin de semana y le hace plantones frente a Palacio Nacional y en los lugares por donde anda de gira.
Aunque, así es esto del veleidoso ciudadano, en los comicios intermedios en once entidades y buena parte de los 300 distritos federales –aún por definirse el número, porque hay litigios ante los tribunales electorales locales y de la Federación—le dio el voto a los candidatos del partido propiedad del licenciado López Obrador y de sus aliados del PT y el Verde, ése verde al que le importó un pito la veda electoral.
Lo cierto es que Andrés Manuel trae al chamaco atravesado y no oculta el encabronamiento que le provocó la derrota en la Ciudad de México y buena parte de los municipios conurbados del Estado de México. Le echó la culpa a la clase media –aunque ahora dice que no toda—de que el Corporativo Morena mordiera el polvo.
Así, desde el mismo lunes 7 de junio suplantó a Lorenzo Córdova Vianello y empezó a desgranar el cómputo del resultado comicial al margen del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP). Incluso, todavía al inicio de esta semana explicó cómo quedaría la Cámara de Diputados con todo y legisladores plurinominales.
¿La idea? Básico: demostrar que el Corporativo Morena y Asociados tiene la mayoría simple para aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación del año próximo, el factor y objetivo toral para la sobrevivencia de sus programas asistencialistas, dinero para su voto duro y las obras voluntaristas.
¿Esa es tarea del Presidente de la República?
Recordemos que, defender a la democracia como garante de su desarrollo y práctica es, verdad de Perogrullo, del organismo creado constitucionalmente para ello y que es el Instituto Nacional Electoral, el mismo al que Andrés Manuel López Obrador descalificó en la preparación del terreno que avistaba para la tarde-noche del domingo 6 de junio cuando cerraran las casillas en los 300 distritos federales y se desgranara el voto con los primeros resultados.
Por supuesto, Lorenzo es un ciudadano decente y ha evitado recordar a Su Alteza Serenísima la máxima: zapatero a tus zapatos. Pero, fíjese usted, el licenciado Carlo Pozos Soto, a quien la vox populi conoce como Lord Molécula, sin comillas porque ya es nombre propio, sin querer queriendo –el Chavo del Ocho dixit—evidenció la malquerencia que tiene el licenciado presidente del académico Lorenzo Córdova Vianello, aunque a su padre, Arnaldo Córdova, le profesa respeto.
Por favor, no se ría. Pero así es esto del folclórico ejercicio político de Andrés Manuel y sus rencores y atavismos, al mejor estilo de la Chimoltrufia, o como suele citar mi amigo y maestre Francisco Cárdenas Cruz con aquello del síndrome del Aquimichú. Lea usted.
Presidente de México –planteó Carlos Pozos–, mi segunda pregunta es un ejercicio periodístico, ya lo hicimos alguna vez, es una pregunta con varios incisos, sólo requiero un sí o un no.
Inicio:
–¿Puede felicitar al INE por la organización –del proceso electoral que culminó el pasado 6 de este mes–?
–Sí—respondió el licenciado presidente
–¿Puede felicitar al INE por la imparcialidad?
–No.
–¿Tiene la fórmula para romper la alianza legislativa?
–No
–El Ejecutivo propone y el Legislativo…
–Además, no lo quiero, ojalá y… Porque es fuera máscaras. Durante mucho tiempo se simuló. ¿Se acuerdan cómo se peleaba el PRI y el PAN, y yo decía: son lo mismo, es el Prian, y me tiraban a loco?
–¿El Ejecutivo propone y el Legislativo dispone?—insistió Pozos Soto.
–Sí.
–¿Ya las encuestas no participan en las elecciones y se acabó el gran negocio?
–Ni sí, ni no.
–¿Hasta el momento logró todas las reformas fundamentales que necesita la Cuarta Transformación?
–Casi todas.
–¿Es sospechoso que el New York Times tome el tema de la Línea 12 cuando guardó silencio durante mucho tiempo cuando Enrique Horcasitas dio a conocer su libro?
–Ya he hablado de la prensa extranjera. No se caracteriza en los tiempos actuales por la objetividad y a veces se alejan mucho de la ética, pero eso no sólo para el caso de México, es mundial.
En otro tema, Carlos Pozos planteó y preguntó a Su Alteza Serenísima:
–Han pasado 911 días de gobierno. ¿Ha sentido en algunos de ellos mareo de poder?
–¿Cómo? No te escuché.
–Han pasado 911 días de gobierno ¿Ha sentido en alguno de esos 911 días algún mareo de poder?
–No, tengo los pies en la tierra, no levito.
Y luego aludió a la máxima popular:
“Dicen que el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos, y suele pasar cuando no hay ideales, cuando no hay principios. Cuando se entiende que el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás, cuando siempre está presente el pueblo, el país, México, la nación, para eso es el poder, lo demás no sirve de nada, es vanidad, es parafernalia, es acumulación de fama, de dinero, pero eso no es importante”.
¿Le cree al licenciado presidente? Pero, la máxima, sin eufemismos reza: “el poder, a los inteligentes envanece, a los pendejos enloquece”.
Más adelante, Carlos Pozos preguntó:
–¿Tiene el pegamento para unir a la sociedad de México?
–Sí, y lo estamos logrando, siempre y cuando se entienda como sociedad a todo el pueblo, porque antes, ¿se acuerdan que hasta se decía: ‘Es de la sociedad’? y había esa expresión, la sociedad eran los de arriba, habían secciones y todavía hay en los periódicos de sociedad. ¿Y qué?, ¿no es sociedad el indígena, el campesino, el obrero, el maestro, el comerciante, el tianguista?, ¿no es sociedad? Entonces, todos somos sociedad, todos.
El síndrome del Aquimichú. Descalifica a la clase media y pondera a quienes votaron por los candidatos de Morena. Divide al país y se asume jefe de campaña y dirigente de Morena. ¿A qué hora ocupa el tiempo del Presidente de la República para ser Presidente de la República, es decir, ejercer el cargo para el que fue elegido por 30 millones de mexicanos?
El caso es que, se niega a aceptar que su partido y aliados no logran mayoría calificada, es decir, 334 de los 500 diputados federales y, por ende, no podrá lograr reformas constitucionales como se requiere para desaparecer al Instituto Nacional Electoral, como amenazó el gerente de Morena, Mario Delgado Carrillo.
“Bueno, en efecto, no hubo problemas en los cómputos, lo cual demuestra que las elecciones fueron limpias, libres, no fueron elecciones de Estado, como era la mala costumbre. Debemos de celebrarlo, porque logramos nuestro propósito: el de establecer en México una auténtica, una verdadera democracia”, dijo el licenciado presidente mas no quiso felicitar al INE.
Sin ánimo de sabiondo, le refiero, en alcance de la explicación al “me camuqué”, que Su Alteza Serenísima dio respecto del lapsus que tuvo cuando, el martes de la semana pasada, recibió en la Puerta de Honor de Palacio Nacional a la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, puede entenderse como “me equivoqué” o “me confundí”.
Por tanto, a partir de sus disertaciones mañaneras vale saber cuál de los tres significado de la palabra “camucar”, aplica el licenciado presidente al pueblo bueno y a la vilipendiada clase media.
“Camucar”, de acuerdo con el Diccionario de México, cuyo autor es Juan Palomar:
1.- Embaucar: 2.- Cuando no se acomodan bien las cartas en un juego de naipes. Y, 3.- Señalar a dos personas que no congenian.
Sin duda, todos los días, incluidos fines de semana, Andrés Manuel nos camuca, camuca y, aunque lo niega, sufre el síndrome del ladrillo y levita. Aunque con la timba que se carga, es difícil levitar. ¿A poco no?
Por cierto, la carrera presidencial se topó con el New York Times. La doctora Claudia Sheinbaum niega que se haya filtrado información al cotidiano neoyorkino, pero el licenciado López Obrador dice lo contrario pero niega exista fuego amigo, pese a que Marcelo Ebrard lo resiente al grado de enviar al NYT una carta de 15 cuartillas para defenderse.
Y, finalmente anda en campaña y lejos de gobernar abrió el abanico de presidenciables: “(…) quieren poner a pelear a Marcelo con Claudia, ellos quisieran eso, quisieran que se peleara Marcelo, Claudia, Tatiana, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, etcétera, etcétera, etcétera (…)”, refirió.
Pregunta al calce: ¿Entonces por qué la insistencia de culpar al senador Ricardo Monreal de la derrota electoral en la Ciudad de México?
Pero Monreal no se quedó callado. Desde el Senado sostuvo que no traicionó a Morena en la elección intermedia ni es dirigente de partido y menos tuvo responsabilidad partidista alguna en la Ciudad de México ni en otra región del país. “No estoy dispuesto a ser chivo expiatorio de nadie. Soy un hombre serio, respetable y responsable de lo que hago”, puntualizó.
¿Quién dijo miedo? ¡Si levita no camuque! Digo.
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