Sea lo que sea, en ésta Cuarta Transformación de la República, los Tres Poderes de la Unión le han perdido el respeto a nuestro Pacto Federal, cuando deberían de ser ellos los primeros en guardarle ese respeto, no utilizando ni mediatizando políticamente ciertos decíres inconducentes provenientes del Palacio Nacional. Para ellos les resulta igual actuar legal o ilegalmente de acuerdo con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, o en contra de ella.
A saber, es inconcebible que la Fiscalía General de la República, la cuál presume, sólo presume, de se independiente denote una pasividad a fin de indagar el fenómeno de la narcopolítica y solo finja actuar dando espectáculos de irrespeto a la justicia. Episodio digno de otros tiempos, que nos retrae a una realidad medieval de una justicia de casta o tribu al servicio del poder.
La prensa y redes sociales nos han revelado muchos desmanes (por no decir desmadres) que agravian a nuestra República y así con ello evidencian que no se respeta nuestro estado de derecho, las instituciones democráticas y a la justicia. Rápidamente a ello y por las mañanas, desde muy “cerquita” del Templo Mayor, surgen palabras de demagogia que vienen al quite. Parece cada vez más verídico que el fenómeno de la narcopolítica sólo tiene tres clases de militantes: autores, cómplices y encubridores. Volviendo a la realidad ¿no seria lo ideal renombrar a nuestro Paseo de la Reforma, designándolo ahora como Paseo de la Impunidad? y en lugar de nuestro Ángel de la Independencia poner la estatua del narcopolítico al cuál no se le quiere indagar. De ocurrencias a ocurrencias, vale la nuestra.
Lo antepuesto es una crítica justificada, lo expresado tiene un rango en el arte liberal y en las cosas que afectan al espíritu de México.
En todos los tiempos han habido y existido procesos relativos a los altos intereses superiores de la Nación, causas que superan los intereses de partidos políticos y los cuales sacuden el espíritu de todo mexicano; una gran parte de nuestra historia politica se ha desarrollado en la justicia. Son temas de grandeza histórica que nos permiten comprender las pasiones de ciertas épocas y seguir y conseguir las transformaciones que la Patria requiere para su crecimiento y grandeza.
Nuestra realidad en la actualidad en que vivimos es un “estado delincuente” inmerso dentro de nuestro Estado Democrático y ese estado delincuentes es el poder tras el poder, y mientras nuestro Estado Democrático no se sacuda de ese estado narcopolítico, las cosas irán de mal en peor.
Nada le cuesta a la justicia sacudirse de esa justicia de tribus de la cuál supone una gravísima mutilación institucional que evita la independencia de la propia justicia. Nuestra justicia penal no debe ser aliada de la inmunidad e impunidad del poder delincuente que denigra a México.
Cualquier abogado penalista sabe como romper con esa justicia de casta o tribu y si no lo sabe tiene que aprenderlo para bien de México.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C.