MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Alguien sabe qué ocurre en el Partido Revolucionario Institucional?
¿Por qué Ulises Ruiz y Nallely Gutiérrez Gijón fueron acusados ante la Fiscalía General de la República por la presunta comisión de los delitos de asociación delictuosa, secuestro, portación de arma de fuego de uso exclusivo del Ejército y despojo en perjuicio del PRI?
¡Caray! Quién se hubiera imaginado que el otrora poderoso PRI llegara a la sección policiaca porque sus divergencias superaron el ámbito de la discrepancia política y mostraron al electorado que no se equivocó cuando en tres ocasiones le negó el voto y provocó que perdiera la Presidencia de la República.
Recuerdo a Roberto Madrazo Pintado en aquellos días de la campaña electoral de José López Portillo a la Presidencia de la República, a la cabeza de las denominadas Brigadas del Camino, en las que participaban jóvenes que luego se encumbrarían en el poder público y olvidarían los tiempos de recorrer el país con la oferta de un México democrático, próspero y en el combate a la pobreza, por citar algunos slogans.
De esos días la vigencia de, por ejemplo, Carlos Flores Rico, la hoy senadora Beatriz Paredes Rangel y la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Dulce María Sauri Riancho, respetadas y respetables políticas que le han dado lustre al PRI. Incluso el retorno de Augusto Gómez Villanueva como diputado plurinominal electo a la LXV Legislatura Federal, en plenitud de los 91 años de edad.
Y mire usted, aludo a Roberto Madrazo porque creció en la disciplina priista pero la ambición de poder derivó en la segunda derrota del PRI en la contienda por la Presidencia de la República, cuando secuestró al partido y logró la complicidad de un puñado de influyentes priistas para ungirse candidato presidencial.
La derrota en las urnas, en 2006, envió al poderoso tricolor al tercer sitio como fuerza política en el país.
Luego, Enrique Peña Nieto, impulsado por una asociación de intereses endilgados al grupo Atlacomulco, devolvió al Revolucionario Institucional ese vigor de la aplanadora política, pero la corrupción y el juego de intereses personales, bordados con las dizque fuerzas de la izquierda derivaron en la derrota frente al Consorcio Morena que llevó, finalmente, a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República.
Y el PRI se desdibujó y las mismas fuerzas que echaron del escenario partidista a personajes experimentados como Manlio Fabio Beltrones, procedieron a esa mascarada que logró instalar en la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional a Alejandro Moreno Cárdenas, quien pidió licencia al cargo de gobernador de Campeche y rindió protesta al frente del partidazo.
¿Dónde y quiénes negociaron la derrota del PRI en los comicios del 2 de julio del año 2000? ¿Por qué la decisión de Ernesto Zedillo de dejar en la orfandad al tricolor con aquello de la sana distancia? ¿Era obligada la “transición” para dejar en la Presidencia a un inexperto y locuaz político emergente como Vicente Fox Quesada?
En esa misma línea vale preguntar por qué Roberto Madrazo sucumbió al sueño de opio y logró respaldo del priismo encumbrado para secuestrar al partido y, con clara desventaja, ungirse
candidato a la Presidencia.
¿Por qué el hijo de Carlos Alberto Madrazo Becerra lejos de honrar a la memoria de su padre quien buscó la democratización del PRI, se sumó a esa pléyade política que hizo del partido un botín sexenal?
Recordemos. Carlos Alberto Madrazo Becerra murió en un “accidente” de aviación el 4 de julio de 1969 bajo sospecha de haber sido provocado por su activismo que contrariaba a las fuerzas políticas que, entonces, comandaba el presidente Gustavo Díaz Ordaz en calidad del “primer priista de la nación”.
¿Quién o quiénes ordenaron instalar una bomba en la aeronave en que viajaba Alberto Madrazo con su esposa, entre los pasajeros del Boeing 727X-SEC de Mexicana de Aviación que cubría el vuelo 704 y, tras la explosión, se estrelló en el cerro conocido como Tres Picos en la sierra del Frayle, próximo a Monterrey, Nuevo León?
Las prisas, incluso de Díaz Ordaz, por calificar a ese atentado como un accidente dejaron abierta la sospecha del atentado, es decir, de asesinar a Madrazo Becerra para quitarlo del escenario y evitar que lograra la candidatura del PRI a la Presidencia de la República.
La lucha por el poder no varía, siempre tendrá el mismo motivo: el poder por encima de lo que sea.
Así, una pregunta contemporánea más. ¿Por qué esa mascarada dizque democrática que llevó a Alejandro Moreno Cárdenas a la dirigencia nacional del PRI?
La alusión al caso Madrazo tiene valor frente a lo que acontece en el seno del tricolor, es decir, cómo la disputa por el botín llamado PRI puede llegar a los extremos del asesinato, el ajuste de cuentas y la rebelión que siempre tendrá la sospecha de la manipulación y el riego financiero, es decir, el reparto de dinero.
Bien. La movilización de protesta contra la dirigencia nacional priista no es nueva, pero en el caso de Alito tiene un ingrediente fundamental: la derrota en la urnas el pasado 6 de junio que dejó el tufo de un arreglo personal, aunque la alianza con el PRD y el PAN otorgó al campechano la calidad de demócrata, aunque en su gestión perdió hasta el gobierno de su estado, con un candidato impresentable que, fíjese usted, es su sobrino.
Además, Alito ha dejado correr la versión de que buscará la candidatura del PRI a la Presidencia de la República en el año 2024 y que su postura anti López Obrador obedece a la estrategia contestataria de la descalificación sin propuesta.
Así, Alito no se diferencia de Madrazo en el uso personal del poder en la dirigencia del PRI, el secuestro del partido con el uso, valga la expresión, de los pocos priistas con lustre, experiencia y credibilidad que le quedan y que, por tanto, no podían callar frente a la movilización encabezada por Ulises Ruiz, ex gobernador de Oaxaca y enemigo político de José Murat Casab, también ex gobernador de Oaxaca y, ¡vaya casualidad!, asesor de Alito Moreno Cárdenas, padre del actual gobernador oaxaqueño y de un diputado plurinominal electo, ambos priistas.
El nombre de José Murat, actual presidente de la Fundación Colosio, aparece en diferentes etapas de la historia contemporánea de la política en México, desde aquella huida del entonces presidente Luis Echeverría de la facultad de Medicina de la UNAM y del propio campus universitario, hasta el escenario de Lomas Taurinas donde fue asesinado Luis Donaldo Colosio.
¿Lo que ocurre en el PRI es disputa personal de Ulises Ruiz y José Murat? Nada sorprende porque el PRI ha sido, desde su fundación, el botín político de los gobernantes en turno, los líderes morales o mejor conocidos como “primeros priistas de México”, como se llamó a los presidentes de la república, hasta que Ernesto Zedillo se deslindó. Porque nunca fue priista.
En fin, las imágenes del enfrentamiento entre priistas, unos que responden al jefe en turno y, otros, al que disputa esa dirigencia y demanda la dimisión del dueño del partido, quien junto con su equipazo se repartió candidaturas y garantizó diputaciones federales a familiares y amigotes.
¿Qué futuro tiene el PRI como oposición para recuperar la Presidencia de México en 2024? Como se observa, su futuro se imagina como satélite de Morena y, en su mejor caso, aliado para impulsar a quien sea el candidato presidencial del PAN. Lamentable papelazo, deplorable y vulgar disputa por ese botín político.
Y, bueno, a la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, no quedaba más que respaldar a su dirigente partidista, amén de proponer lo que debieron haber propuesto desde hace rato. Leamos.
Por eso, mediante comunicado, manifestaron: “rechazamos de forma contundente y condenamos la violencia que se presentó en las inmediaciones de nuestro partido. Exigimos a las autoridades competentes que investiguen los hechos y se castigue a los responsables. Consideramos que la confrontación en ningún contexto, es la vía para dirimir y resolver las diferencias.
“Manifestamos nuestro absoluto respaldo a la dirigencia nacional del partido encabezada por Alejandro Moreno como presidente y Carolina Viggiano como Secretaria General, y confiamos en su disposición para la apertura de espacios de diálogo y discusión sobre el presente y futuro de nuestro instituto político”.
Y se fueron al punto que suena a tardía convocatoria:
“Hoy más que nunca requerimos de la inclusión y la unidad interna, pues esa es la única vía para consolidar una oferta política de oposición sólida, que nos permita poner un freno a un gobierno que destruye instituciones, vulnera la democracia y el orden constitucional, al tiempo que está llevando al país a una profunda crisis económica y social”.
¡Caray! Alito –por cierto diputado federal electo– debió haber atendido esa postura de los diputados del PRI para salvar al PRI y demostrar que es dirigente nacional del PRI, antes de presentar una denuncia penal, ante la FGR, contra Nallely Gutiérrez Gijón y Ulises Ruiz.
¿Alito, es presidente del PRI o un bravucón que atiende negociaciones con Morena, como lo acusan? Por supuesto, esta riña política no es entre hermanas de la caridad pero, ¿el priismo se merece a estos sedicentes líderes? La sospecha de oscuros acuerdos y de la mascarada ha acompañado al PRI en toda su historia.
Pero, hoy, tiene una implicación mayor: la conversión del que fuera poderoso partido hegemónico en un patiño de sedicente oposición. Conste.
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