Victor Roccas
“Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.” -Ryszard Kapuscinski (1932-2007)
En este momento, al escribir, un servidor re-descubre el conflicto que en ocasiones debe arropar un reportero, un periodista, vaya pues hasta un escritor, y la ventaja de ser simplemente un escribidor que hasta hoy ha logrado plasmar con letras la libertad de pensamiento usando la razón, la suspicacia, la curiosidad, aterrizada en la realidad y gran parte de las veces mucha pasión pues ella provoca en mis escritos la misma fuente de ánimo e inspiración.
Acertaría al imaginar que esa fue la razón por la cual Don Francisco Rodríguez me permitió publicar mis escritos en su portal lo cual agradezco sinceramente pues me confió la oportunidad que pocos tienen para escribir con total libertad bajo su vigilia y guardia.
Y aún con la gratitud que a Don Paco le dispenso, la voluntad al escribir reconozco ha sido casi desvanecida por la estupidez de la opinión pública que es una opinión establecida y reblandecida en una modernidad rebasada por una doble moral, por la extinción de la ética ante una avalancha de normas y leyes que subyugan el intelecto, que lo empobrecen, que deforma a los individuos en analfabetas funcionales, pero sobre todo por la desaparición de la característica esencial del ser humano… el razonamiento.
Hoy veo con cierta tristeza como la atención de esa opinión pública decadente es alimentada por nefastos individuos como “la Cebra” (Vicente Fox Quezada, así llamado por ser un burro que se fue rayado), cuyas argumentaciones, opiniones y, si esto fuera posible, ideas, se enarbolan como respetables y emblemáticas de un supuesto sentido de responsabilidad social. Justo establecer que todo lo que “la Cebra” pueda comunicar debe reconocerse como información pero justo también es considerar que;
“Todo el mundo recibe tanta información durante todo el día que pierde su sentido común.” -Gertrude Stein (1874-1946)
Leer palabras de “la Cebra”, o escucharle en cualquier entrevista ya no provoca risa ni escarnio, a un servidor le provoca una mezcla de preocupación, depresión e indignación…
Preocupación por cuanto puede significar la voz y palabras que semejante sujeto pueda emitir, entiendo perfectamente el concepto y necesidad del derecho a manifestarse, sin embargo y en uso también de ese derecho expresaré mi suspicacia total no solo en lo referente a “La Cebra” y sus dichos sino en al contenido que suponen pues ahondan la ignorancia y división de un pueblo ya de por si manipulado por información pero sujeto, como a un clavo ardiente, a esa información que no sabe descifrar.
Me perturba pueda haber quién atienda y se interese por encontrar una respuesta “oculta”, un “secreto”, un “filón de oro” a las palabras de un personaje totalmente pedestre, absurdamente orgulloso de su propia ignorancia e inconsciente de su capacidad para destruir, corromper y evadir cualquier responsabilidad.
Indignación pues alguien como “la Cebra” puede representar perjuicio para la formación de criterios propios en una sociedad aún tan ignorante, tan incapacitada, sobre todo de algo sumamente decisivo como la construcción de una consciencia social y política individual, y no es una exageración pues Vicente Fox Quezada es la punta de lanza, mellada y desgastada, de una ideología doctrinaria que nos ha conducido al borde de la extinción del razonamiento humano.
Exponer los argumentos de “la Cebra” emitidos cómodamente bajo en escenario políticamente correcto y de consideración en cualquier entrevista de cualquier medio de comunicación profesional no me apetece ideal, más correcto sería colocarlo en una sala de interrogatorio, en la incomodidad de un escrutinio firme y puntual, una posición en donde se viese enfrentado no a sus pretendidos logros sino a sus fracasos, irresponsabilidades, y actos de corrupción que profundizaron aún más la desigualdad en México. Nada que agradecerle, nada que celebrarle, nada que escatimarle, solo enfrentarle a una realidad, a un país quebrado, mutilado, dividido, desigual y sin otra expectativa más que seguir entramado en luchas píricas electorales gracias a ojetes de su misma calaña.
Una analogía muy vulgar de cualquier entrevista al triste expresidente de México sería como premiar y promover a la maestra de artes por enseñar “perreo” a un grupo de niños de preescolar…
Pero permita explicar el gentil lector a que me refiero con más detalle;
Cualquier estado deberá sustentarse en un eficiente sistema de dominio, no importa si es derecha o izquierda lo que importa es el dominio que se aplica y acepta. Durante décadas se nos adoctrinó bajo la idea de un sistema presidencialista, el dominio del poder bajo un solo individuo, pero en el trasfondo el sistema se sustentaba en el poder del dinero sobre el pueblo obediente, ese estado formado y forjado en las finanzas y ambición de poder.
En años recientes algo ha sucedido, no era ya el gobierno quien dominaba al pueblo sino el consumo, el pueblo comenzó a cambiar su percepción de dependencia, se nos dijo entonces que cada uno de nosotros era forjador de nuestro propio futuro aún a pesar de las vicisitudes, incluidas desde luego la total falta de responsabilidad constitucional de las últimas administraciones públicas, la era del neoliberalismo traía consigo ese mensaje que rezaba “tú eres el arquitecto de tu propio destino”, en ello los gobernantes dieron cuenta inmediata de que su protagonismo en el bienestar del pueblo quedaba al margen y con ello sus responsabilidades disminuidas. Ya no es el estado quien garantiza el bienestar, ni al menos la sociedad, tampoco la familia, cultura, academia, entorno u otros factores los que determinan el éxito de una persona, sino el propio individuo quien debe garantizarse por propia determinación que con “voluntad” logrará trascender y ascender al éxito de un bienestar ante la sociedad que le admirará y respetará, una sociedad hipnotizada, convencida en la lucha del individuo ante el mismo individuo.
Todo lo anterior ha inhabilitado gradualmente la responsabilidad del estado como soberano de la población al no dispensar una base social equitativa y colectiva para el desarrollo de cada ciudadano, pues estamos ante la retórica pura del triunfo individualista como meta discriminando al colectivo en el nuevo contrato social.
Ya no hay culpables ni responsables de la falta de oportunidades, hoy la oposición es, son, las limitaciones autoimpuestas por el sujeto.
Prácticamente es un “sálvese quien pueda”, “un rásquese cada quien con sus propias uñas”, “el que tenga más saliva que trague más pinole”, “la ley de la selva”… el final de la consciencia, la ética y la humanidad.
Preocupación, perturbación e Indignación por atestiguar como las palabras de un ignorante al escrutinio de miles de ignorantes resultarán por un lado en el rabiar, menospreciar a la derecha ramplonamente como representación de un ente como “la Cebra”, y por otro lado abrazar con mayor fanatismo la propuesta de la esquina contraria en respuesta visceral, todo sin un verdadero sentido crítico, escéptico, de análisis y razón pues serán pocos, muy pocos quienes encuentren en las palabras del Chente la realidad de un títere de la oligarquía para esconder el verdadero peligro que el dominio del neoliberalismo ya empaña la razón de millones de mexicanos. Porque el peligro no es llegar a ser Venezuela o Cuba, el peligro es terminar más inmersos en la trampa de la meritocracia, el culto al éxito individual como fin último del consumismo, del mercado y del neoliberalismo sacrificando el bienestar colectivo como fin último del humanismo, la sociedad, la población.
Por ello se proclamaron los derechos del hombre que son base de nuestra constitución, por ello se ha firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no por una búsqueda para elevar a pocos individuos por sobre la humanidad sino como la necesidad de igualar a todos los seres humanos en una misma condición de reconocimiento y bienestar.
-V.Roccas.