* Debe asumirse (el cambio) como algo natural, como algo normal, y así la amenaza de que regrese la violencia se alejará, de manera que las perspectivas de que los movimientos armados en América Latina vuelvan a tener presencia, quedará reducida en la medida en que la democracia política corresponda a una democracia económica (Daniel Ortega)
Gregorio Ortega Molina
El orden de las entrevistas durante mi estancia en Nicaragua, determinó que la última fuera con Sergio Ramírez. Ninguno de los dos formaba parte del gobierno de Violeta Chamorro, eran oposición; también ya marcaban sus distancias entre ellos, la fractura anunciada del sandinismo.
-¿Qué saldo dejan en Centro y Sudamérica esos movimientos armados?
El espacio político-electoral lo hemos ganado. Pero, insisto, estamos en una democracia restringida frente a las alternativas de las fuerzas populares, y la lucha armada está confinada a espacios reducidos, pero está presente en Colombia, en Perú, en Guatemala.
Quizá el hecho más impresionante de lo que es la fuerza de los pueblos cuando se ven obligados a manifestarse a través de las armas, es Chiapas. Le digo esto porque es el hecho de rebelión armada que ha venido a sorprender y, sobre todo, a derribar aquellas afirmaciones que de manera categórica anunciaban el fin de cualquier expresión de lucha armada en América Latina.
Entonces creo que en la medida en que los problemas económicos y sociales se sigan agudizando, en la medida en que la democracia restringida no dé verdaderamente la posibilidad, la viabilidad de llegar al poder y poner en práctica un plan de gobierno de transformaciones profundas a lo que son las alternativas populares y de izquierda, se abre el riesgo de que América Latina entre nuevamente a la espiral de violencia, lo que se puede conjurar en la medida en que se insista en profundizar la democracia y se respete realmente la posibilidad de que fuerzas alternativas puedan acceder a los gobiernos.
Esto no se debe ver con temor, debe asumirse como algo natural, como algo normal, y así la amenaza de que regrese la violencia se alejará, de manera que las perspectivas de que los movimientos armados en América Latina vuelvan a tener presencia, quedará reducida en la medida en que la democracia política corresponda a una democracia económica.
-¿Cuál debe ser la relación de los intelectuales con el poder?
Indiscutiblemente los intelectuales han sido factor de cambio y un elemento dinamizador de las propuestas de renovación política en América Latina. El compromiso de los intelectuales nicaragüenses -dijo Daniel Ortega después de revaluar su respuesta- en la década de los 60 fue el de una minoría. Los más estaban pegados al poder, disfrutándolo gracias a la generosidad del régimen somocista, lo que les hacía estar satisfechos en su estabilidad personal; por eso fueron pocos los que se atrevieron a desafiar al poder.
La revolución sandinista logró atraer en su periodo ascendente a cada vez más intelectuales, pero luego de pasada la lucha contra la dictadura y perdidas las elecciones ya no fuimos un foco de atracción para ellos, y esto lo puedo entender porque el polo de atracción es la nueva fuerza política que toma el poder. Cuando nosotros lo tuvimos disfrutamos de su apoyo.
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