* Por lo pronto y hasta este momento, Andrés Manuel es su único candidato; se esforzará para que el pueblo bueno y sabio lo reclame y postule de nueva cuenta, sin importar los “sacrificios” constitucionales y legales que deban hacerse. Nada se mueve sin que Julio Scherer Ibarra y Jesús Ramírez Cuevas se lo informen en un susurro, en un secreto de confesión y sumisión
Gregorio Ortega Molina
Sorprende la facilidad con la que Andrés Manuel engaña a la galería y al público supuestamente avezado en análisis político y conocimiento del comportamiento humano. Se dejan encandilar con toda sombra chinesca.
El “tapadismo” feneció con la ejecución de Luis Donaldo Colosio y la video-postulación de Manlio Fabio Beltrones en favor de Ernesto Zedillo. Este fue incapaz de operar su sucesión, Felipe Calderón Hinojosa se impuso a la voluntad de Vicente Fox, y en las vencidas entre Beltrones y Peña Nieto triunfó la nomenclatura salinista. El saldo se convirtió en el éxito de “el peligro para México” y en el establecimiento del juego de malabares verbales matutinos.
¿Por qué esa exhibición de poder y control por parte de Andrés Manuel? ¿A qué se debe que los políticos nombrados y sumisos le entren al juego? ¿Por qué la prensa incómoda se va con la finta, y en lugar de dedicar tiempo a la observación y discernimiento de lo que realmente sucede, lo pierde en la elaboración de hipótesis sobre un futuro electoral que, por el momento, tiene un único administrador?
Si la supuesta inexistente oposición le entra el juego y empieza a barajar nombres, facilitará a Andrés Manuel imponer, en sus propios términos, la descalificación matutina y diaria de los “precandidatos”, a base de adjetivaciones inmisericordes y escarnios de ese pasado al que por fuerza pertenecen, tanto como los que hoy gobiernan.
Por lo pronto y hasta este momento, Andrés Manuel es su único candidato; se esforzará para que el pueblo bueno y sabio lo reclame y postule de nueva cuenta, sin importar los “sacrificios” constitucionales y legales que deban hacerse, o al menos buscará que le prolonguen por dos años el mandato que tiene, para consolidar la 4T. Quien no acepte que así está previsto, nada entiende de las aspiraciones del actual presidente constitucional. Daniel Ortega lo enseñó bien.
Quizá los malévolamente “descorcholatados” debieran recordar la genial definición de Fidel Velázquez: “el que se mueve, no sale en la foto”. Es como el juego de los “encantados”; de entre los delfines de Andrés Manuel, mejor colocado quedará quien más quieto permanezca en cuanto a aspiraciones se refiere. Hay que rendir sin brillar y en silencio.
Se equivocan quienes intentan establecer analogías entre Felipe Calderón y Andrés Manuel, porque en el primer caso la presidenta fue Martita, y en el segundo, se administra como señor de horca y cuchillo. Nada se mueve sin que Julio Scherer Ibarra y Jesús Ramírez Cuevas se lo informen en un susurro, en un secreto de confesión y sumisión.
Si la supuesta inexistente oposición desea anotarse un tanto en este juego de espejos, debe dejar el prematuro escenario de la contienda por el poder a los nombrados por Andrés Manuel, el autodenominado destapador, con el propósito de que compitan entre ellos mismos, para después, en un certero tiempo político, salir a la palestra con contendientes de peso.
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@OrtegaGregorio