-Victor Roccas
“Vine a Estados Unidos porque oí que en este país existía una gran, gran libertad. Cometí un error al elegir Estados Unidos como una tierra de libertad, y es un error que en el balance de mi vida ya no puedo compensar.” -Albert Einstein (1879-1955).
Sin duda existen sobradas respuestas a esta simple pregunta, sin embargo la mayoría serán respuestas pletóricas de frivolidad, desconocimiento, inconsciencia e intrascendencia pues la noción de libertad por si mismo es ya un concepto capturado, atado, amordazado y censurado en si mismo por la “nefasta opinión pública” que ya no representa lo que libertad pretende definir.
Al menos sería de agradecer a tanto ignorante conocer algo mucho más profundo sobre la libertad y que mejor iniciar con el entendimiento de libertad sostenido por el maravilloso filósofo Arthur Schopenhauer de la siguiente manera;
Existen 3 tipos de libertad; física, moral e intelectual.
La libertad física se explica con todo aquello que no obstaculiza e impide el movimiento de un ser.
La libertad moral se explica por todas aquellas condiciones creadas por el ser humano y comportamiento ante su propio entorno.
La libertad intelectual se condiciona con toda información o falta de ella que impide, modifica y condiciona la percepción, el entendimiento, el aprendizaje, el razonamiento, etc.
En tanto etimológicamete la palabra libertad inicialmente nos es dispensada proveniente del latín; libertas, libertatis; condición de quien es libre política y jurídicamente. Pero también existe igualmente una raíz Indoeuropea más antigua que deriva de la palabra leudh; crecer y desarrollarse libremente dentro de una comunidad o pueblo.
De lo cual se infiere la libertad, leudh como una comunidad de hombres libres, y así lo definen la raíz griega eléutheros; libre y las raíces germánicas leute; gente pueblo y leut; hombre libre.
Empero ¿Realmente alguna comunidad es libre? ¿Algún pueblo lo ha sido? ¿Algún país es libre y se caracteriza por albergar a hombres libres?
Nuevamente la historia, esa maravilla que con tanta desidia olvidamos recurrentemente, nos indica un rotundo ¡No!, no ha existido jamás una comunidad, sociedad, país o nación libres, no hay ni a existido ni al menos una cultura por más ancestral o antigua que sea libre y que pueda vanagloriarse de haber sido integrada por hombres libres.
Y lo anterior no es para alarmarse ni mucho menos, es una simple condición de gobernanza, administración y normas a las que los “hombres libres” se adhieren, en los menos casos a sabiendas de su incondicionalidad voluntaria, y en la mayoría por muchos otros más ignorantes que ni siquiera advierten que su libertad esta en manos de otros.
Por ello la libertad como la democracia son palabras que actualmente suscitan de inmediato una especie de ensueño, se han caracterizado por ejemplificar, como el rumbo de la esperanza religiosa, un destino de bienestar personal de igual o superior felicidad promisoria pero no en el reino de un Dios, sino en el reino de un sistema social.
La doctrina del libre albedrío, del latín arbitrium; capacidad de juicio, (y que, como todo juicio, requiere conocimiento) terminó igualmente malentendido y deformado de origen a cambio de un significado de índole caprichoso que nos ha esclavizado a un pensamiento individualista, egoísta, discriminatorio más profundo que los dogmas religiosos, nos ha apartado del sentido comunitario y del interés por el bienestar social integral como requerimiento para el desarrollo de cada individuo, marginándonos a un proceso de opresión y sumisión consecutivo por individuos potencializados en los rezagos de sistemas sociales retrógrados que terminan por retraerse aún más al uso de esas capacidades y poder alcanzado equivocadamente en provecho individual y no como un deber a la sociedades de las cuales emergieron.
Así la empatía social es un rasgo perdido que poco a poco fue dejando paso a la misericordia y a la caridad, taras del pensamientos doctrinal religioso como la moral, la fe y la esperanza. Hoy esa misericordia y caridad se han convertido ya en prejuicio, odio racial, socioecónomico sustentado principalmente por el sistema social de la derecha recalcitrante y el egotista sistema meritocrático.
La ética que califica la moral social ha sido igualmente destituida por la enorme cantidad de leyes y normas que han provocado que cada individuó ni al menos deba razonar sobre el bien y el mal de la moral colectiva, tan solo seguir los dictados de quienes ostentan y dictan la autoridad.
Porque la libertad es cuestión de calidad no de cantidad. Porque la libertad no se encuentra en la adquisición de bienes que son puestos a nuestra disposición, tampoco la libertad existe donde la posición económica brinda mayores oportunidades de hedonismo y consumo mercantil, la libertad tampoco existe en donde el razonamiento propio se dispersa en una gruesa capa de comodidad placentera a expensas de otros menos afortunados, pues al final la marginal calidad de libertad que unos gozan será inversamente proporcional a la libertad sacrificada por los demás.
Entonces podríamos hablar en el mejor de los casos de un libertad pactada, y como todo pacto existe condición, y cómo existe condición hay concesión que limita la libertad, de unos más o de otros menos, según la astucia de quien pacte.
Habrá algunos pueblos en donde la libertad pactada sea a cambio de un mayor consumo y patriotismo financiero, sacrificando la salud, la seguridad, la educación, la equidad, la ética, la humanidad, la asistencia, la cultura, la identidad, etc.
Y existirán otros pueblos en donde la salud, la alfabetización, la seguridad, la alimentación sean prioridad ante una libertad pactada que sacrifica el libre mercado y un estado permisivo de poderes fácticos con poder financiero.
¿Para qué entonces queremos libertad si no entendemos al menos que se requiere de la parte proporcional que cada sociedad pacta a cuenta de libertad entre sus ciudadanos?
Para 58 millones de mexicanos en pobreza sería reconfortante una libertad pactada a cambio de salud, alimentos, seguridad, techo y empleo a sacrificio de sustentar una calidad de vida cómoda de consumo proletario sin necesidad de recurrir a la migración ilegal.
Para otros cientos de miles de mexicanos con un poder adquisitivo más allá del bienestar promedio sería deseable una libertad pactada donde sus privilegios y posesiones pudieran presumirse sin recato como pasarela de modas ante un entorno prístino, moderno, limpio y de total seguridad para ellos, sin delincuencia, ni miedos, consentidos por una meritocracia a sacrificio de millones de otros mexicanos menos merecedores dispuestos a trabajar en condiciones de explotación al servicio de los privilegiados, los elegidos de la sociedad moderna reinante.
Por ello siempre habrá en cada sociedad, pueblo o país, aquellos que en una inconformidad natural precisen migrar y cambiar libertades o mejor dicho conceder libertades propias a sacrificio de otras.
Sin embargo cabe aclarar que aquellos que no son capaces de entender que sus libertades implican el sacrificio de otras personas, pueblos, comunidades, sociedades o culturas nunca podrán siquiera entender la única libertad de la que puede gozar un ser humano, la libertad de pensamiento que deviene, del conocimiento, del razonamiento, del escepticismo y de la consciencia.
Lamentablemente así la ignorancia seguirá permitiendo que los mismos ojetes que durante toda la historia de la humanidad han exclamado ¡Libertad, libertad! sean los que continuarán gobernando, abusando y oprimiendo a sacrificio de “libertades pactadas y concedidas” como la supuesta verdadera libertad para su propio provecho, al son similar que la palabra de Dios.
“La libertad no existe dónde impera la ignorancia”
-V. Roccas.