-Victor Roccas.
“Porque la libertad es asumir que se tiene la consciencia libre, que no es lo mismo que libertad de consciencia, la consciencia libre significa que yo puedo decidir si yo tengo todos los elementos para formular mi decisión, estoy bien informado, estoy bien formado, me alimento todos los días, tengo un techo bajo el guarecerme, tengo una ropa que ponerme, y una vez que tengo mis necesidades más elementales satisfechas yo puedo empezar a pensar para ser un hombre libre…” – Julio Anguita (1940-2020)
En varios artículos, escritos y publicaciones se repite la idea de implementar lo que a su vez el filósofo Enrique Dussel ha ponderado como una educación política, imprescindible para evolucionar a una sociedad mas equitativa, mas justa pero también una sociedad más participativa.
En lo anterior llama la atención que en la creación de cuadros de educación política no queda de otra que trabajar con una materia prima lamentablemente muy dañada como lo es la mermada capacidad de aprendizaje del mexicano promedio definitivamente lacerada a causa de la exposición por siglos a una doctrina religiosa que no admite cuestionamientos así como una cultura de obediencia y sumisión derivada, el anquilosamiento de los procesos de razonamiento provocado por un sistema de educación prusiano que poco o nada a evolucionado hasta hoy, el retroceso cognitivo causado por décadas de exposición a aberrantes contenidos televisados, la frivolización de una sociedad de consumo salvajemente mercantilizada, deshumanizada e inmersa en la doble moral, hundida en la incapacidad total de comprensión ya no se diga lectora sino la incomprensión de todo aquello que requiera más de 2 minutos de atención. El actual uso libertino y descuidado de internet para exponer actos sin profundidad reflexiva, mensajes inconexos ajenos al proceso de pensamiento, sin más creatividad que el sorpresivo absurdo, el morbo, la mentira sesgada, la verdad a medias, el exagerado uso de temática hipersexual en videos cada día mas cortos, en textos cada día mas breves, en palabras cada día más recortadas, mutiladas, deformadas hasta el grado de retraernos a una comunicación escrita a base de símbolos que al igual que la comunicación a través del habla se vulgariza, se diluye, se convierten en un mal remedo de lenguaje críptico a señas y sonidos casi guturales, primitivos que provocan lagrimas de coraje en quienes amamos las letras, el razonamiento, la inteligencia, la historia, la filosofía, la cultura, las artes y toda esa avalancha de conocimientos que el desarrollo del pensamiento humano generó gracias a formas de comunicación tan maravillosos como los idiomas.
Ya hace algunos años encontré un estudio develando un importante declive en el indice de coeficiente intelectual de la población a nivel mundial a partir de la década de los 70´s, por ello igualmente re-descubrí que actualmente existen índices mundiales de coeficiente intelectual por país en los cuales México muestra una media de 84 puntos en la escala de C.I. (por debajo del promedio) dato que no extraña pues la educación en México es una cuestión muy controversial pero indudablemente el rubro más abandonado por sociedad y gobiernos. Lamentablemente administraciones han llegado y se han ido, excusas más y excusas menos pero la realidad se aterrizó hace décadas y no ha existido reconocimiento serio, atención institucional inmediata, alarma social y corrección del estado que ataje tan inexcusable y evidente declive en el aprendizaje nacional.
Muy importante observar que existe una diferencia entre aprender y educar, en ello debió radicar una solución que nunca llegó y creo no llegará.
Por lo cual la pregunta surge de inmediato ¿Realmente se pretende educar políticamente a nuevas generaciones con estos graves rezagos intelectuales? ¿Resultará acaso que esta llamada educación política se tendrá que implementar como doctrina casi religiosa? Porque esto sucede ahora mismo cuando se enfrenta a cualquier adepto de alguna de las corrientes pseudo políticas en México ante la realidad, ante la existencia de lo que es y no de lo que se supone o se desea creer, los mal llamados “chairos” han llegado al extremo de enorgullecerse de tal mote por ser parte de un contingente que no razona, no critica, no analiza, tan solo sigue al rebaño azuzado por el liderazgo de corte incendiario pero endeble y tímido, un liderazgo que señala con insistencia las faltas graves del pasado pero que evade hipócritamente acción inmediata, categórica, justa y futura pues al final se comulga tras bambalinas con las formas del pasado.
Por tanto en esos “orgullosos chairos” no existe duda, ni suspicacia alguna, el razonamiento se deforma en unívoco visceral, todo lo que cuestione el mandato del líder es traición y todo aquel que critique al pensamiento inequívoco del líder es traidor. De esa magnitud es el rezago de quienes se pretende educar políticamente, por ello se requiere de algo más extremo que el llamado aprendizaje subjetivo (centrado en el sujeto) que es aquel aprendizaje para desarrollar primero al propio individuo, utilizando en su lugar la educación práctica u objetiva (centrado en la meta) es decir enseñar solo habilidades para cumplir con tareas determinadas (Franklin Bobbitt 1876-1956 – Teoría del Currículo) dejando entonces al margen el fundamento subjetivo de cualquier ciencia humanista cuando al dispensarla en forma de doctrina extingue la base del aprendizaje subjetivo (percepción, opinión o argumento que corresponde al modo de pensar propio de un sujeto) excusando así al individuo de cualquier pensamiento crítico o razonamiento individual.
Por tanto y en semejante debacle de la capacidad intelectual social en México tal sistema doctrinario se repite no solo en el ámbito del pensamiento político de la nueva izquierda (el individuo al servicio del ideal reaccionario), igualmente se implementa al pensamiento político de la derecha (la sociedad al servicio del poder), ese conservadurismo rancio cobijado convenientemente por la Iglesia, en donde la humanidad, como valor humano, debe ceder ante el mérito, la supremacía, la competencia y la desigualdad que se enaltecen aún en la corrupción y bajo el resguardo de la riqueza acumulada como poder autoritario.
Al final todo se resume en la capacidad de aprendizaje de cada individuo o la capacidad para educar/adoctrinar a muchos, inclinándose tristemente la balanza por está última opción dada la inevitable caída de los indices de inteligencia nacional y la exposición cada día más intensa del culto al ego.
V. Roccas.