La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Los pejes son la versión tropical de las sirenas
La renuncia de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, a la pretensión de prolongar su mandato al frente de la SCJN por dos años, huele más a sainete que a un acto de dignidad y defensa de la Constitución.
El albazo legislativo con el que se intentó aumentar la gestión del ministro presidente, fue consumado a mediados del mes de abril, por lo tanto, don Arturo tardó alrededor de cien días en descubrir lo que los expertos ya habían dicho hasta el cansancio: el regalazo es ilegal.
La hipótesis de que el abogado en realidad quiso, con su deslinde, salvarse de ser exhibido por sus pares, se confirmó ayer, pues al filtrarse el proyecto de sentencia sobre el asunto, elaborado por José Fernando Franco González Salas, se confirmó que la resolución va en el sentido de declarar inconstitucional la extensión, además, se sabe que este será votado a favor sin cambiarle una coma, por al menos nueve ministros, lo que implica una derrota contundente para los que avalaron el entuerto.
Mucho se ha hablado de la honorabilidad de Zaldívar, pero en este caso en particular, tiró por la borda lo que le costó años construir.
Sin duda, el jurisconsulto fue seducido por los cantos que le pedían quedarse dos años más al frente de la Corte y del Consejo de la Judicatura Federal, pero cuando cayó en cuenta de la inviabilidad del tema, buscó vestirse de héroe, sin embargo, era demasiado tarde.
Mal y de malas, vemos que el manejo del timing no es el fuerte del señor Lelo…de Larrea.