EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
J. Ángel González Sainz. (Foto El País)
Ciudad de México, sábado 14 de agosto, 2021. – “Dónde te pilló la guerra, es decir, dónde te sorprendió, dónde te alcanzó y revolcó y atropelló, dónde te saqueó la vida que llevabas… y también qué hacías, cómo eras o en qué pensabas cuando estalló la guerra. La guerra o cualquier otra catástrofe” como la pandemia. Así empieza La vida pequeña. El arte de la fuga de J. Ángel González Sainz (Anagrama, 2021), una reflexión necesaria para estos tiempos.
El confinamiento que nos hemos visto forzados a realizar nos ofrece la oportunidad de reconsiderar de lleno y a fondo cómo es que somos para “reparar lo reparable no solo del dolor y la angustia causados por la catástrofe, sino también de nuestros hábitos y actitudes hasta ahora.”
Cautivado, no pude dejar de leer los sesenta y un breves ensayos en donde González Sainz sugiere aprovechar la ocasión para reconsiderar la vida que llevamos ahora es propicio hacerlo para poder “examinarla atentamente, volver a tasarla a otra luz y con otro sistema de medidas… atender a esas cosas a las que a lo mejor no le hacíamos caso y, desde luego, pararse, pararse a ver de nuevo, a oír de nuevo, a estar.”
Es un tratado sobre el sentido de la vida para los habitantes de este siglo. Entre otras cosas, se refiere a ese época cuando creíamos que no teníamos tiempo ni para respirar, hasta que, de alguna manera, consciente o inconscientemente hacíamos un paréntesis al termino de un ciclo, de un sexenio o de una crisis, como la que estamos pasando, donde cambiamos el ritmo de vida y recuperamos la alegría innata de los seres libres una vez que nos hemos bajado del escenario y estamos a punto de ser “un cuento contado por un idiota, pleno de sonido y furia que nada significa”, como dijo Macbeth cuando le anunciaron que su Lady había muerto.
En 1994, cuando renuncié a El Economista, cambió el ritmo de vida y me dediqué a escribir un libro sobre los primeros promotores de la Villa de Chapala (1895-1933) y las Confesiones de Maclovia (El Equilibrista, 1995), la versión novelada de la vida de mi abuela. Para eso, me fui un mes a Chapala y un trimestre a la orilla del mar en una de las épocas más felices de mi vida en uno de esos “tiempos de desconexión, tiempos de pausa, de repliegue y resuello; tiempos de pura existencia, de reconsideración de lo que andamos haciendo y de cómo lo andamos haciendo.”
Han cambiado los hábitos y las costumbres de acuerdo a las circunstancias. Por eso, creo que es una buena oportunidad para reconocer lo que cuenta de verdad, “lo que vale, lo que repara o aprovecha y llena o alegra más y mejora la vida.”
Anoté frases y pensamientos de La vida pequeña y confirmé la buena decisión que tomé hace más de medio siglo cuando me vine a vivir a la Ciudad de México en donde he podido trabajar, amar y cuando me toque, morir, tal como proponía Camus con esta trilogía.
Sospechar, especular y darse cuenta lo difícil que es interpretar el manual de la vida para darle al clavo, por eso, creo que es necesario reflexionar sobre lo que hacemos y decidir cómo queremos seguir viviendo. Este libro nos hace pensar en eso.
“Qué difícil es mirar -dice Peter Handke- y no hay una escuela que nos enseñe a ello; se puede aprender por sí mismo día tras día desde el comienzo, porque aprender a mirar es aprender a vivir, pues siempre hay algo que ver, que ver mejor o desde otro sitio o a otra luz, en otro momento, desde otra época, siempre hay algo que volver a ver” y después de esto que propone Handke, vuelvo a Camus quien decía que pensar es aprender a ver de nuevo, a estar atento para orientar la conciencia, para hacer de cada idea y de cada imagen, a la manera de Proust, un lugar privilegiado.