* La democracia demanda mucho menos de nuestra parte, pero nada hacemos por conservarla una vez que alcanzamos nuestra propia idea de vivir en ella. La entregamos a los buitres
Gregorio Ortega Molina
Pienso en la transgresión de lo que medito; llego a la conclusión de que el sueño de la Tierra Prometida es como la puñetera idea de la democracia: siempre está más allá, pero precisamente porque nosotros la rechazamos.
La lectura somera de la Biblia lo muestra. Fácilmente llegas a la analogía entre el anhelo siempre inalcanzable de recuperar el Paraíso o transitar, sin muchos escollos ni sacrificios, el camino a Canaán, donde la tierra nos alimentará de leche y miel tan solo con obedecer a Dios.
La contraparte corresponde a una democracia en la que puede vivirse a pie de igualdad racial y religiosa, con tan solo obedecer las leyes, mientras que los gobernantes deben cumplir un acuerdo similar al que los levitas adquirieron con Dios al convertirse en sus sacerdotes. El mandato divino y el constitucional, uno moral e incontestable e irreformable, mientras el acuerdo entre humanos gobernados con los gobernantes siempre es reformable a instancias de los segundos. No se apegan al espíritu de la norma, la transforman de acuerdo a sus caprichos y necesidades.
Sin embargo, la norma ética y legal del gobierno de los hombres sí tiene una ventana de oportunidad, cuando la relación con la divinidad únicamente está enmarcada por el dogma. La distancia entre lo divino y lo humano, para vivir en paz, es insalvable salvo para los dictadores. El Padrecito de todos los pueblos encontró el camino, lo mismo que Getulio Vargas, el generalísimo Trujillo o José López Rega. Recupero para el lector lo anotado por Luisa Valenzuela en Cola de lagartija:
A veces me da asco un pueblo sin rebeldía. Da ganas de que se soliviante un poco, que alce la cabeza; voy a tener que enviarle algunos estímulos, voy a tener que motivarlo un poco. A ver si se despiertan los pibes, a ver si me declaran algunas huelguitas por ahí y expresan de una vez su descontento. Así los podemos aplastar con más gusto. Cucarachas.
Los corresponsables del destino colectivo (con sus matices) somos los gobernados, porque no hacemos la parte que nos corresponde: cogobernar sin meter las manos en el gobierno ni en la toma de decisiones, pues para eso se les paga a los anhelantes de figurar y convertirse en irremplazables. Nuestra tarea es sencilla, pero difícil, muy difícil de obtener: rendimiento de cuentas, transparencia, obediencia cabal al mandato constitucional, observancia irrestricta de la ley.
No lo hacemos así porque nos hemos acostumbrados a que nos entreguen todo en mano, como si acudir a la entrega de leche y miel se tratara. Nos doblegan con poco, mientras los hijos de Abraham y de Jacob llegan rápidamente a la conclusión de que se les exige mucho, les resulta imposible observar la ley de Dios para establecerse en la Tierra Prometida.
La democracia demanda mucho menos de nuestra parte, pero nada hacemos por conservarla una vez que alcanzamos nuestra propia idea de vivir en ella. La entregamos a los buitres.
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@OrtegaGregorio