* Desconozco si la coalición opositora y la sociedad que no acudió este 1° de agosto a expresar su opinión, lo decidieron de común acuerdo como una estrategia política de desaire, o el rechazo pareció manifestarse como el deseo de ignorar a un gobernante. Como sea, parece que les ocurrió lo que al burro que tocó la flauta: se encontraron con un resultado que nunca esperaron. Andrés Manuel se sintió desairado más que rechazado, y eso lo sacó de sus casillas
Gregorio Ortega Molina
Si los ideólogos, creativos y diseñadores de imagen de los partidos opositores a Morena se niegan a ver lo que está a ojos vistas (como actitud anímica y política en Andrés Manuel), están perdidos al menos por los próximos 50 años, o quizá más.
El presidente mexicano se fortalece con el rechazo de la mafia del poder y la prensa que no le es adicta; crece con la desgarbada e inusual crítica de empresarios y otros líderes; recupera el ingenio que lo caracteriza cuando Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón, Vicente Fox (los priistas están en un “retiro” de silencio) y lo que queda del PRD, lo denuestan, de idéntica manera a como él hace con ellos.
Pero el resultado de la promoción y el voto de la encuesta sobre el juicio a los expresidentes efectuada el último 1° de agosto, muestra esa faceta que Andrés Manuel supo ocultar muy bien, como consumado actor dispuesto a hacer el tancredo antes que pasar un mal trago o dejarse ridiculizar. Su ego es enorme, tan grande que lo único que le movió el tapete fue el desaire. Acepta ser rechazado, pero no ignorado.
Coincido con Ricardo Raphael, la consulta por revocación de mandato se efectuará, porque es evento netamente propagandístico y con fines que corren en dos vertientes: el electoral de 2024, y el constitucional, para reformar los artículos necesarios que le permitan permanecer, o posponer la cita con las urnas que, por norma legal, debe ser inaplazable.
Imposible estar de acuerdo con Héctor Aguilar Camín, quien sostiene que el desaire equivaldría a regalarle el resultado de la consulta y abrirle el triunfo a él y su Morena para 2024. Ignorarlo, desairarlo, equivale más que al desprecio y el rechazo. Andrés Manuel, cree él, jamás debe ser ignorado.
Desconozco si la coalición opositora y la sociedad que no acudió este 1° de agosto a expresar su opinión, lo decidieron de común acuerdo como una estrategia política de desaire, o el rechazo pareció manifestarse como el deseo de ignorar a un gobernante. Como sea, parece que les ocurrió lo que al burro que tocó la flauta: se encontraron con un resultado que nunca esperaron. Andrés Manuel se sintió desairado más que rechazado, y eso lo sacó de sus casillas.
Rechazo y desaire son dos términos que, en apariencia, pueden confluir en su significado al momento de ciertos contextos similares o imaginarios por el estado anímico del que los padece, pero en realidad van siempre en líneas paralelas y se proyectan al infinito, sobre todo cuando se recurre al sentido bíblico del primero. Lo encuentro en Wikipedia: “El rechazo es el acto de dejar abandonado o menospreciar a una persona. … La ignorancia en cuanto al daño que produce el rechazo es tal, que aun los cristianos pueden caer en semejante error”.
El voto junto con el rechazo no son opción, el desaire sí, puede ser el camino del triunfo de la oposición.
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Para dar un contexto absolutamente claro, retomo la parte medular del texto del constitucionalista Diego Valadés, publicado la última semana de agosto en Reforma:
Tal como está construida, la revocación es contraria a la democracia. El Presidente sería removido si votaran en ese sentido al menos 22 millones de personas (la mayoría absoluta del 40% de la lista nominal de electores). A continuación, el nuevo Presidente sería nombrado por el voto de 315 diputados y senadores. La hipótesis de un Presidente removido por el pueblo sería democrática si, a la vez, el mismo pueblo eligiera al sustituto. No es democrática una remoción popular y una designación cupular.
Mediante la revocación del mandato presidencial también se procura reforzar el personalismo. Lo que se pretende hacer nada tiene que ver con la institucionalidad democrática.
Si se diera la circunstancia de que la mayoría congresual impusiera en la ley reglamentaria un criterio conforme al cual los solicitantes pidan la ratificación y no la revocación del mandato presidencial, se estaría planteando un problema de inconstitucionalidad. La Suprema Corte sólo podría dar la razón a esa mayoría alterando el sentido de la norma constitucional o inventando un nuevo significado de la palabra revocación.
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@OrtegaGregorio