Guillermo Portugal Vela
Acatar “a pie juntillas” el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) es una estrategia indeseable y errática en las relaciones económicas, políticas y comerciales de los países miembros; sobre el vínculo México-Estados Unidos es un comportamiento exacerbado progresivo desde la administración de William Clinton y hasta Joe Biden; el cual está en función de los productos y procesos de las redes de valor que se han diversificado, la innovación y cambio tecnológico; y los efectos de arrastre y expansión de la penetración capitalista; de ahí la pertinencia de corregir el tratado para revertir la inequitativa orientación que hace el Tío Sam hacia el “patio trasero de E.U.”.
Las estructuras económicas internacionales, se desenvuelven en los países desarrollados como Estados Unidos con aliados como el FMI, el BM, la OMC y organizaciones adherentes; las cuales aceptan hábilmente las medidas que les convienen y les benefician como el libre comercio, la aprobación de sus inversiones y la apertura legal-económica en que estamos inmersos; y donde ellos engañan y hacen creer que son indispensables y benéficos.
Es falso que los tratados de libre comercio sean una solución para el desarrollo y la pobreza, como también es falso admitir que el libre comercio es consustancial a la democracia; la realidad dice que el país más industrializado vende más y con amplio valor agregado al menos desarrollado y donde existen compras a los productos naturales a bajo precio.
El tratado también es inconveniente, porque autoriza y alienta las importaciones que incluye facilidades y compromisos para cubrir sus demandas de bienes y servicios, la aceptación de sus empresas y adquisiciones, recibir un trato igual o preferente en las contrataciones de obras, compras, y en toda clase de inversiones cuya cobertura están las empresas industriales, comerciales, financieras y de servicios que desplazan a las empresas domésticas y dejando sólo salarios y el mínimo beneficio, que tienden a importar insumos para sus empresas situadas en México, las cuales propician contrabando, ocupan infraestructura y servicios públicos, pagan pocos impuestos, activan la reducción del circulante que afecta a los productores y prestadores de servicios y además incentivan una balanza de pagos inestable, la fuga de divisas y el desastroso exceso de importaciones de productos no indispensables.
Asimismo, el tratado incluye condiciones inadecuadas de inconformidad, sanción y demanda de cumplimiento y defensa, con leyes e intervención arbitral extranjera de la OMC o las instancias del T-MEC que favorecen a Estados Unidos.
Por ello no es gratuito que las empresas transnacionales en los sectores del campo y la ciudad continúan en un punto de subordinación y dependencia sobre los capítulos de tratado como el agroalimentario, el industrial, la minería, el laboral y los asuntos migratorios.
En este sentido México es una plataforma exportadora de los productos del mercado estadounidense, es decir una concesión que tiene como saldo un costo-beneficio de mayor plusvalía para los procesos productivos de los corporativos y empresas transnacionales.
Por otra parte, existe un menor ingreso-salario para una mayoría de trabajadores de las distintas redes de valor internas, pero de la cual se tiene el agravante que sus medios de vida sustentables proyectados no cubren las expectativas de rentabilidad. Aquí se instrumentan programas y estrategias que realizan los empleadores de los diversos sectores de la economía y donde tiene cabida la inversión extranjera injerencista capitalista.
Sobre los primeros, coexiste una mayor tajada por capitalización y la vía de evasión o elusión fiscal para dichos procesos productivos de los corporativos y empresas estadounidenses localizadas en México.
¡El canto de las sirenas! Dentro las reglas de origen del tratado y en un periodo no más de cuatro años un porcentaje de autos deberá ser fabricado por mano de obra que gane al menos 16 dólares por hora en componentes y por ello disponer de un beneficio arancelario, al respecto unos empresarios del bajío señalaron “no nos podemos cambiar a EU ni vamos a subir los salarios a 16 dólares” se va a pagar esta cifra cuando se exporte el motor a Estados Unidos y donde el consumidor cubrirá el precio.
Respecto a “los entuertos” para que la 4T se ocupe y preocupe de seguir siendo tapadera de la “migración fronteriza norte-sur” o el admitir “en tragarse el sapo” derivado de la amenaza de subir los aranceles a los bienes y servicios que importamos; sobre lo inicial es un caso “sistémico capitalista” y como tal debe buscarse salidas asertivas, y no hacer tiempo en banalidades como instrumentar “programas de desarrollo”, porque a fin de cuentas en el trasiego los migrantes “pagarán el pato”.
Los argumentos anteriores refuerzan que el país seguirá como plataforma exportadora estadounidense, sin embargo, sobre la condicionante de que el capital transnacional y la representación de Estados Unidos en el tratado debieran conducirse con sociabilidad laboral y capacidad de entendimiento de “no agandallar” desde el punto de vista económico-social, por tanto, es obligado buscar consensos y tomar acuerdos para la mejorar las estrategias del T-MEC.
Conclusión, corregir las políticas lesivas que asientan golpes bajos al tratado, es un asunto apremiante; pero también se reconoce que lo comentado es sólo la punta del iceberg de las relaciones México-Estados Unidos, por lo que es pertinente actualizar y dar seguimiento a un análisis científico económico sobre los objetivos del país en el corto y mediano plazo, en esta perspectiva será crucial tres estrategias: la de permitir reducir gradualmente las importaciones, la mejora del desarrollo interno y el alcanzar un nivel adecuado de autosuficiencia e independencia económica.
En suma, el cebo del desarrollo del tratado es la fuerza de trabajo y cuyo aporte es decisivo en los procesos productivos y donde los empleadores deberán proveer a los trabajadores salarios dignos y justos y el respeto irrestricto a sus derechos laborales y sindicales.