Para Contar
Arturo Zárate Vite
Ha gobernado a su país durante 16 años, como nadie; autoridad respetable para propios y extraños, con respuestas para todas las preguntas. Termina con la frente en alto. Mujer admirable, que ha demostrado en los hechos lo que es la igualdad de género y así la han tratado, con igualdad, en su vida como servidora pública y en su vida privada.
Angela Merkel ha llegado a ser considerada por medios internacionales como la mujer más poderosa del mundo. A pulso se ganó el título, con la fortaleza de los argumentos a la hora de estar sentada con quienes representan a las potencias, de cualquier continente.
El próximo domingo 26 de septiembre Alemania renueva su parlamento, su gobierno, un proceso donde esta vez el partido de la Unión Demócrata Cristiana, del que forma parte la canciller, no va adelante en las encuestas, aunque tampoco muy atrás. Corre el riesgo de perder las elecciones.
Pareciera increíble ante el legado que deja Merkel, porque la lógica diría que los germanos tendrían que votar por la continuidad. No está dicha la última palabra, hay que esperar a que los ciudadanos y ciudadanas emitan el sufragio el día de las elecciones.
Angela Merkel había optado por mantenerse a distancia del proceso, no involucrarse como cuando ella era la competidora o candidata de su partido. En la recta final, a unos cuantos días de la contienda, ha decidido tener mayor participación en favor de su compañero Armin Laschet, parte de su equipo en el gobierno.
Veremos si es suficiente o si los alemanes prefieren la alianza que encabeza Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata, a quien las encuestadoras le dan ventaja, en promedio de tres puntos porcentuales.
Queda claro que, si no ganara el partido de Angela, de ninguna manera podría entenderse como la desaprobación de sus 16 años de gobierno, porque los hechos hablan por ella. Sin duda, Alemania es una de las mejores economías de Europa y del planeta, con indiscutible aprecio a los valores democráticos y autoridad para hacerse escuchar en cualquier parte.
Sin embargo, nadie mejor que las familias alemanas para saber si el resultado en la economía se refleja en sus bolsillos, en mejor bienestar, en una vida tranquila y estable para la mayoría.
El candidato de la oposición Olaf Scholz ha tenido suerte con su eslogan de campaña “Scholz lo arreglará”. Siempre queda algo pendiente por arreglar. No hay gobiernos perfectos que solucionen todo.
De cualquier manera, el legado de Merkel es una lección para hombres y mujeres, para el mundo. Hay que valorar y quedarse con lo bueno, con su capacidad para tomar decisiones. Nunca evadió problemas. Tampoco preguntas, por muy personales que fueran.
Nadie olvida el día que le hicieron la observación de que traía el mismo traje de otro evento. “Soy una servidora pública, no una modelo”, fue su respuesta. Con su vestimenta solo se volvieron a meter cuando acudió a un festejo con vestido que a más de uno le pareció exagerado el escote para la canciller jefa de gobierno. Procuró el traje sastre.
Admirable, no se enriqueció con el ejercicio del poder, no es dueña de mansiones ni tiene su dinero en paraísos fiscales. Ha prescindido del servicio doméstico, porque de eso se encargan ella y su esposo.
Y que no se olvide, es la mujer que llegó a ser considerada la más poderosa del mundo.
Una vez terminado su ciclo de gobierno, ha dicho que se irá a descansar y leer. Se lo merece.
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