El sonido y la furia
Martín Casillas de Alba
Una de las batallas de Coen.
Ciudad de México, sábado 18 de septiembre, 2021. – Hace treinta años, a principio de los 80’s, cuando empezaba una nueva época en mi vida publicando libros con mi editorial y viviendo una nueva relación de pareja, skin saber que, a mitad de esa década llegaría la crisis económica que cambió por completo el panorama: cerré la publicación de libros y empecé a publicar la revista La Plaza, Crónicas de la Vida Cultural en Coyoacán y luego la de Guadalajara hasta que, a finales de la década, participé en la creación como socio fundador del periódico El Economista, para actuar como Director Editorial durante seis años. Cuando renuncié, en marzo de 1994, me pude dedicar de tiempo completo a escribir mi primera novela.
En esa década practicamos la economía del trueque y el eje central para llevarla acabo era el restaurante Los Geranios de Alfonso Vadillo en Coyoacán en donde nos reuníamos un grupo de amigos, entre ellos: Arnaldo Coen, pintor; Eduardo Matos Moctezuma, antropólogo que en esos años estaba descubriendo el Templo Mayor; Fernando Ortiz Monasterio, ecologista; Rosalba Garza, primera directora de la Casa de la Cultura de Coyoacán; Tere Márquez, princesa y, de vez en cuando, Carlos Payán, director de La Jornada y Manuel Álvarez Bravo, fotógrafo con quien celebramos su 80 cumpleaños.
Comíamos los miércoles y disfrutábamos “la dicha inicua de perder el tiempo”. En esa década estuve cerca del proceso creativo de Arnaldo, artista plástico de primera con un estilo que bien lo explicó Octavio Paz aclarando lo que estaba pintando “no era un paraíso natural, sino geométrico. Pero un paraíso invadido como por una liana funesta por el deseo. La mujer y su tropa de monstruos encantadores y terribles.”
Algunos de los libros que publiqué de autores latinoamericanos tenían como portada una ilustración de Coen que era parte del “Arte Correo”. Bruja como estaba en esos años, se me ocurrió proponerle que le regaláramos entre los dos, a Catalina, mi esposa, uno de sus cuadros que le había gustado.
En esos años pude ver cómo trabajaba en uno de los trípticos de “Las batallas de Ucello”, sin duda, una de sus obras más importantes. Lo veía trabajar en el taller de la casa del cineasta Nicolás Echevarría. “Pocos son los que pueden narrar una batalla. Los que mueren, porque han callado y los que sobreviven, porque en ellos el olvido afina sus dientes y todo lo devora. Una batalla es un girar vertiginoso de milanos. Es como un navío en desorden que revuelve las aguas y pierde el rumbo”, como describió Álvaro Mutis respecto a esa obra en donde Arnaldo pudo plasmar una imaginaria después de haber transformado las batallas medievales de Paolo Uccello (1397-1475), en un zoológico fantástico que vemos y volvemos a ver sorprendidos, sin saber lo que quiso decir al plasmar toda esa imaginaria que anda por ahí, incluyendo “la mujer y su tropa de monstruos encantadores y terribles”, de tal manera que fuéramos nosotros los que asociáramos su imaginaria con la propia.
Sí, efectivamente, ahí están esas mujeres que visten armadura de la cintura para abajo, desnudas hasta la cabeza en medio del campo de batalla, rodeado por lanzas, algunas en ristre y otras a punto de atravesar a quien se le pusiera enfrente.
También nos divertíamos: fuimos a ver a Celia Cruz y ya entrados en gastos, pedimos pista para bailar encantados de la vida. Hace un par de semanas cenamos con Arnaldo y Lourdes Sosa, su esposa, dueña de la Galería LS y que ahora está haciendo unas video cápsulas de artistas célebres del arte contemporáneo, mismas que podemos ver al final del noticiero del Canal 22, poco antes de las 21 horas.
Esa noche, pudimos confirmar que nuestra amistad estuvo bien sembrada en los 80’s porque, ahora, en este verano, volvimos a cosecharla deslumbrados al ver algunas de sus obras en proceso, en donde sigue experimentando, como siempre, nuevas propuestas tanto de su paraíso geométrico como de nuevas propuestas gráficas de primera.