MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Érase que se es…
En aquellos días cuando el hombre conquistó a la Luna y Estados Unidos fracasó en Vietnam y Avándaro se convirtió en el fantasma que aterró al gobierno mexicano, el soñador Luis Echeverría Álvarez fue abandonado a su suerte por los países del llamado Tercer Mundo y se quedó con las ganas de ser líder mundial, o por lo menos de Latinoamérica, ya no se diga secretario general de la ONU.
Mire usted, en esa cruzada mundial por ser reconocido como estadista con nivel de liderazgo internacional, el licenciado Echeverría Álvarez presentó en el tercer periodo de sesiones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados.
Pero, la reunión fue a extramuros de la sede de la ONU, en Nueva York; se realizó del 13 de abril al 21 de mayo de 1972 en Santiago de Chile. Y fue Etiopía la que, a nombre de llamado Grupo de los 77 tomó nota de la propuesta mexicana.
Y, bueno, solo para que esté usted enterado, la idea del entonces líder del populismo encabezado por el Partido Revolucionario Institucional, instituto político en el que hacía sus pinitos el entonces mozalbete Andrés Manuel López Obrador, fue sometida a un proceso burocrático para determinar su valor.
Así, hasta el 12 de diciembre de 1974, la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución de una comisión de comercio, por 115 votos contra 6 y 10 abstenciones, según documenta la United Nations Audiovisual Library of International Law.
¿Quién recuerda a esa Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados y cuál fue su influencia en el concierto de las naciones?
¿Alguien de las nuevas generaciones políticas, incluso del PRI, recordará aquella cruzada de LEA por ser secretario general de la ONU?
Don Luis cumplirá 100 años de edad el próximo 17 de enero de 2022 y mantiene la presidencia del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, creado a partir de la Carta referida, cuya sede está desde esa década de los 70 del siglo pasado en San Jerónimo Lídice, al poniente de la Ciudad de México.
Bueno, el casi centenario don Luis y sus colaboradores cercanísimo sostienen que la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, está vigente y es factor para la cooperación entre las naciones porque se funda en la justicia y la equidad y establece que no habrá paz si no hay desarrollo. Sueños de grandeza, el gran soñador que se asumió defensor de los pobres pero en su administración creció esta franja social.
Y su sucesor, José López Portillo debió pedirles perdón por no haberlos sacado de la pobreza. Pero, en su último informe de gobierno el 1 de septiembre de 1982 admitió haber fracasado en la cruzada contra la pobreza.
De los polvos de aquellos lodos del populismo echeverrista y los sueños de liderazgo internacional, incluso como potencia petrolera con don Pepe López Portillo, casi medio siglo después el licenciado presidente Andrés Manuel López Obrador imagina que Morena puede extenderse hacia Latinoamérica e incluso convencer al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de que él, Andrés Manuel, es el más chingón de la pradera, capaz de encabezar, primero, a Latinoamérica y el Caribe y después, después…
Y es que, el alumno Andrés Manuel hoy sigue los pasos de su maestro Luis Echeverría y sueña con el liderazgo regional y luego mundial. Pero, en este intento a la mitad de su gestión, cuando el poder que detenta le permite hacer y proponer todo lo que le venga en gana, fracasó.
Lo ocurrido el pasado fin de semana en ese encuentro de presidentes y jefes Estado que integran a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), es el ejercicio emprendido por el Duce para trascender, así sea con sustento en sus programas oficiales que han dejado mucho qué desear.
¿Su Alteza Serenísima, émulo de Echeverría? Lea usted los siguientes párrafos de su mensaje ante el pleno de la CELAC celebrado en el Salón de la Tesorería de Palacio Nacional.
“La CELAC, en estos tiempos, puede convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías; es decir, construir en el continente americano algo parecido a lo que fue la Comunidad Económica que dio origen a la actual Unión Europea.
“Es nuestro sentir que este ideal puede convertirse en realidad si pensamos y acordamos sobre tres cuestiones básicas: la no intervención y la autodeterminación de los pueblos; la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación.
“En el terreno político podemos comprometernos a respetar las decisiones internas de los pueblos y que ningún gobierno se arrogue la facultad de someter a otro país bajo ningún motivo, causa o pretexto, o mediante la utilización del dinero, la propaganda, las sanciones económicas y diplomáticas o el uso de la fuerza”.
“(…) La propuesta es sencilla: se trata de reactivar pronto la economía en nuestro continente para producir en América lo que consumimos”.
¿Qué le parece? ¿Alguna similitud con el sueño de don Luis Echeverría?
¡Ah!, el licenciado López Obrador ocupa la presidencia Pro Témpore de esta Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, desde el 7 de enero de 2020 y, de acuerdo con el reglamento del organismo, debió haber dejado el cargo en enero de este 2021, porque su duración es de un año. ¿Alguien propuso a un nuevo presidente de la CELAC? Bueno, por de pronto es evidente que a Su Alteza Serenísima ya le gustó esa encomienda.
Por supuesto, aunque el meollo de la reunión del bloque, es decir, los lineamientos y propuesta para un plan de autosuficiencia sanitaria para América Latina y el Caribe los planteó Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, Andrés Manuel lo asume personal y, en la mañanera de inicio de semana sostuvo que “el balance sobre la Celac es muy positivo, participaron muchos presidentes, ministros, diplomáticos, de América Latina, del Caribe. Hubo un buen encuentro a pesar de las diferencias”.
Pero el tema de la OEA quedó fuera y el asunto del dizque bloqueo a Cuba fue criticado. ¿Se alzó como el líder latinoamericano? Sin duda, por cortesía con el anfitrión, los presidentes de Uruguay y Paraguay no criticaron al poder centralizado y el populismo mexicano, como lo hicieron con las dictaduras de Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Lo dicho: Andrés Manuel no pierde, mínimo empata.
Así, presumió “un gran acuerdo por consenso es el de crear un fondo para apoyar a países en situación de desastre cuando son afectados por inundaciones, por sismos, por cualquier otro motivo, que haya solidaridad, que haya fraternidad entre todos los pueblos (¿por eso desapareció al FONDEN?)”.
Y luego, candil de la calle y oscuridad de la casa presumió:
“México siempre lo ha hecho, lo estamos haciendo ahora entregando vacunas, donando vacunas a muchos países de América Latina y del Caribe, y también apoyando a países como Haití por el terremoto y por inundaciones, y la pobreza, porque les ha pegado muy fuerte todo en Haití (…). De modo que fue bueno el resultado de la CELAC”.
Y como cerrojazo del mensaje de inicio de semana, desde Oaxaca, luciendo una guayabera color para cruzar ejes viales, presumió la carta que envió al presidente Joe Biden. Y como su pecho no es bodega, reveló que, para enfrentar a la recurrente migración de indocumentados centroamericanos, le pidió aportar el dinero, los dólares, en tanto él pondrá los programas que se aplican en el sureste del país en Chiapas, en especial el Sembrando Vida y el de Jóvenes Construyendo el Futuro, aplicándolos “de inmediato en Guatemala, en Honduras y en El Salvador para crear expectativas, esperanzas y que la gente no se vea obligada a emigrar, eso es lo que les estamos planteando en la carta al presidente Biden”.
No se ría, pero imagine la carcajada en la oficina oval de la Casa Blanca. Bueno, bueno, es el sueño de poder y alta influencia en las ligas mayores internacionales que cree poseer Su Alteza Serenísima. Érase que se es el cuento del soñador. ¡Ah!, por favor, no proponga cambiar de nombre al Paseo de la Reforma por Paseo Andrés Manuel, por favor. Digo.
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