Héctor Calderón Hallal
Asumir el reto de aprender la disciplina del periodismo es de suyo, una tarea titánica.
Que implica sobrevivir con la nobleza de un ideal, a los azotes de una realidad que siempre, indefectiblemente es tangible, real.
Quien provenga de una profesión u oficio distinto a este trabajo, debe aprender que existe un sólo objetivo, que es neurálgico y nada más: la verdad, aún cuando vaya en detrimento de las creencias y del patrimonio propios.
La verdad como único alfa y omega de esta actividad… como principio y fin. Única moneda de curso en ese oficio, no hay más.
Con la verdad se consigue la paz de los deudos de una víctima de la violencia, el odio o el racismo.
Con la verdad se mitiga la angustia de una madre que espera al hijo, soldado o policía, durante una guerra contra un enemigo más poderoso; con la verdad se borra la mirada dura del enemigo, pero también el futuro incierto del padre de un niño amenazado por una enfermedad terminal, que se queda desconsolado en la banqueta tras disolverse una manifestación callejera y no obtener respuesta de la autoridad.
Igualmente la verdad detiene el llanto del que se va de su tierra a otra desconocida buscando una mejor vida… y del que vive preso por el dolor de la ignorancia, el hambre y la tiranía de los cobardes investidos de autoridad.
Porque la verdad enseña o corrige también al soberbio, por más poderoso e inmortal que sea.
Los grandes maestros del periodismo ni duda cabe, viven para la verdad, no importándoles el menoscabo a sus vidas por la edad, sin importarles cuan carcomidos estén sus patrimonios al final de sus vidas.
Una de las profesiones más nobles del quehacer humano. Practicado por almas diáfanas estilando a la intemperie, con un solo compromiso: la búsqueda de la verdad de cada hecho. Esos son los gigantes del periodismo en cualquier parte del mundo… que dejan un rastro de sangre a veces en cada palabra escrita… e incluso, la vida misma.
Por eso acuden ahora como recuerdos puntuales del suscrito, las vidas y sus legados, de hombres como Rodolfo Rivera, el último corresponsal de Notimex, tras 19 años en su función, que fue despedido injustificadamente en sus últimos días.
La de Don Manuel Mejido, el maestro indiscutible del periodismo contemporáneo. El gran corresponsal de Excélsior.
Y la del gran Sócrates Campos Lemus, dirigente y activista congruente del 68, que tenía todo un arsenal de ideas para combatir al oponente.
Tres grandes historias de vida consagradas al periodismo que recién emigraron hacia ese otro plano de la existencia, donde no existe la vanidad de este tridimensional mundo, que casi siempre privilegia lo tangible… sólo lo que es “largo, ancho y alto”, nada más… Descansen en paz.
Pero hay un suceso generado la semana pasada que, inevitablemente, constituye el objetivo de esta modesta entrega.
Se trata de un gesto de valentía e integridad observado por alguien que es también una institución del periodismo en México: Carmen Lira, que funge actualmente como directora el influyente rotativo capitalino La Jornada.
Medio abundantemente criticado en los últimos días por ser favorecido por la publicidad oficial y por mantener una aparente línea crítica blanda contra el propio gobierno actual.
Aún cuando La Jornada (Desarrollo de Medios, S. A. de C.V.), se ha caracterizado desde su nacimiento como medio impreso, en 1984, por mantener un criterio editorial con orientación democrática y social.
Sus fundadores, el desaparecido e inolvidable Miguel Ángel Granados Chapa, Héctor Aguilar Camín, Humberto Mussachio, Carlos Payán Velver y la propia Carmen Lira Saade, son cinco portentos de las letras y el oficio periodístico a nivel latinoamericano; pero hoy toca reconocerle a Lira Saade un gesto que tuvo en días recientes y que echa por la borda cualquier señalamiento de ‘zalamería’ para el actual régimen, no obstante lo favorecido que se vea el propio medio en publicidad del gobierno.
Y es que Doña Carmen, con la madurez que dan los años, no pierde su esencia de periodista comprometida con la verdad y la ética. Tope donde tope.
El viernes pasado, durante la conferencia mañanera, el presidente López Obrador, trajo en uno de sus improvisados temas, uno francamente innecesario, alusivo a un cibernauta de nombre “Aldo Aldrete”, que en términos generales no dice nada y no corresponde a ningún personaje conocido y que, habría dirigido un vomitivo en forma de tuit, para referirse a su señora esposa, la escritora Beatriz Gutiérrez-Müller, .
Ahí el presidente se quejó amargamente de las majaderías, que llegaban a niveles por demás burdos y hasta escatológicos, lo que por supuesto contribuyó minutos después, en el bajo mundo de las redes sociales, a la “revictimización” de Doña Beatriz.
López Obrador exhibió el mensaje del supuesto investigador identificado como Aldo Aldrete que, en Twitter, se expresó de forma vulgar contra el presidente y su esposa, en el contexto de la pesquisa de la FGR contra 31 investigadores del Conacyt.
Indiscutiblemente el presidente se excedió… se equivocó, al reproducir en público y proyectar en pantalla el tuit ofensivo contra él y su esposa y, la amplia mayoría de la ciudadanía, seguidora o no de la “Cuarta Transformación”, así lo reconoció.
Pero la popular sección del diario La Jornada, titulada “Rayuela”, en su edición del sábado 25 de septiembre pasado, la que fue puntual, directa en su crítica: “Siempre ha sido y será un error, repetir el insulto”, en clara alusión al traspié presidencial.
Es lógico reconocer que esta sección –como todas- está revisada y autorizada por la dirección general del diario, por estar en la portada o en la contraportada.
Por lo que doña Carmen Lira, al dirigir esta valiente crítica al titular del Ejecutivo, en tiempos en donde cualquier comentario duro o que no concuerde con la línea de acción o ideológica gubernamentales, son asumidas como hostiles, se hace merecedora de nuestro reconocimiento.
Fue el también muy admirado periodista de investigación y escritor, Fred Álvarez, quien advirtió esta publicación de La Jornada que, hay que decirlo de paso, muy pocos medios advirtieron como un error presidencial y tampoco fueron directos en la crítica, como lo consignado en la sección “Rayuela” de La Jornada. Todos publicaron con formalidad la nota, en modalidades de crónica y hasta de color. Pero ninguno lanzó la crítica valiente, como el diario que dirige Lira Saade.
Pero además el maestro Fred Álvarez da cuenta en su publicado en redes, de un dato personal de la maestra Lira Saade, desconocido para muchos: tiene vínculos sociales tipo compadrazgo, hasta por tres ocasiones, con el Presidente de la República… y no dudó en criticarlo a través del periódico –de manera respetuosa y profesional desde luego- para decirle entre líneas que se excedió y que cometió un error al revictimizar a su esposa.
Ese es el auténtico periodismo juicioso y valiente al que se hace alusión y se reconoce en esta entrega: el periodismo de Carmen Lira.
Son muy pocos los periodistas y menos aún, los colaboradores y allegados a López Obrador, que se atreven a desafiarlo. Es dominante y no admite críticas. Eso habla aún mejor del arrojo de La Jornada y de la maestra Lira.
Cabe señalar que también el reportero Pepe Sobrevilla, del portal Noreste, que diariamente cubre la fuente de la conferencia mañanera, reconoció el dato señalado por Fred Álvarez, quien es un agudo analista de la crónica presidencial, exégeta del discurso diario y su propia semiótica.
Gracias por ese periodismo valiente y con valor, Carmen Lira Saade y Fred Álvarez.
Las nuevas generaciones y los no “tan nuevos”, pero que somos “villamelones” en el oficio, lo agradecemos.
Autor: Héctor Calderón Hallal
Twitter:@pequenialdo
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