* Otro comunicador fue brutalmente golpeado ayer en Ixmiquilpan por guaruras de la alcaldesa Araceli Beltrán, con lo que ya son dos los periodistas agredidos e intimidados por políticos de Morena en el Estado, uno más por el alcalde de Huejutla, que han emprendido una franca cacería de comunicadores por el solo hecho de denunciar sus excesos y arbitrariedades
Por Antonio Ortigoza Vázquez/ @ortigoza2010
Especial de Expediente Ultra
La tarde de ayer, el periodista Roberto Bravo –del portal “RB Periodismo para conversar– sufrió una salvaje agresión, la cual se suma a dos más que en días pasados fueron denunciadas por los comunicadores Rubén Juárez León y Hugo César Martínez Sánchez, perpetradas por el alcalde de Huejutla Daniel Andrade y la diputada federal Simey Olvera.
El ataque contra la persona de Rubén Bravo, según sus declaraciones en el video que hizo circular en las redes sociales, fueron hechas por los testaferros de la presidenta municipal morenista de Ixmiquilpan, Araceli Beltrán, y el ex candidato a diputado federal por el PT Vicente Charrez; el comunicador también señaló que en días pasados ya había sido amenazado por este binomio de políticos provincianos.
Todo indica que ejercer el periodismo en México –y en Hidalgo– es no sólo ocupación ingrata de magros salarios, nulas prestaciones y, en general, explotación laboral, sino también comienza a ser muy peligrosa. De alto riesgo, pues.
Hoy, esa peligrosidad se expresa en las acciones represivas del poder político (como el de los cárteles del narcotráfico), pues los periodistas a quienes se les amenaza abarcan un gran sector de informadores, comentaristas, fotógrafos y analistas.
Esas cobardes amenazas –y en muchos casos mortales– van dirigidas a quienes difunden hechos, sucedidos y juicios de valor o ideas políticas en periódicos, en radio, televisión, impresos e Internet.
Sin duda, las agresiones físicas y las amenazas verbales a los periodistas hidalguenses Roberto Bravo, Rubén Juárez León y Hugo César Martínez Sánchez, todos ellos difusores de sus notas por radio, TV, impresos o Internet, también es una amenaza a la sociedad misma.
El poder político está reaccionando con violencia a lo difundido y esto se convierte en peligro para el emisor de la información. Y al atravesar ese umbral, el poder se transforma en un monstruo de fauces babeantes y nauseabundas que se enfila a la intolerancia.
En ello reside la peligrosidad del ejercicio de la difusión impresa o hertziana o cibernética. Ante la crítica y la divulgación de hechos, mano dura.
La realidad cotidiana nos describe claramente las manifestaciones de esa peligrosidad: periodistas asesinados, secuestrados, desaparecidos o brutalmente golpeados.
Además, están las amenazas que van desde la advertencia de que algo desagradable o terrible le va a ocurrir al periodista hasta la agresión directa, como sucedió el día de ayer con el periodista Roberto Bravo.
Hoy, en Hidalgo, pareciera que la violencia contra los periodistas toma carta de naturalidad. La “izquierda” hidalguense, comienza a mostrar “sus fierros, como queriendo pelear”; mientras que un alcalde que pertenece a la derecha cristiana amenaza sin ningún pudor a ciudadanos y periodistas de la huasteca hidalguense.