Palabra de Antígona
Sara Lovera*
Y si fuera una excepción y se tratara de algo irrelevante numéricamente someter a un matrimonio forzado a una niña de 12 años, ya es algo inaceptable, injustificable, una violación a los derechos humanos. Nos gustaría tener una postura oficial, un guiño de que se trata de un asunto de Estado, un indicador de humanismo indignado.
Parece pedir lo imposible, porque el presidente de la República banaliza todo lo que cuestiona a los hombres “pobres” y se ha extralimitado idealizando a sus pueblos con valores espirituales incuestionables que no tienen y que no tenemos las personas aspiracionistas, individualistas y egoístas.
Además, reta a quienes han documentado esta realidad o preguntan. Dice que se trata de una campaña generada por “quienes no conocen las comunidades ni conocen de las culturas de los pueblos”.
Se equivoca nuevamente. Lo que hacen con esas niñas nada lo justifica y es inadmisible. No un “escándalo” mediático contra los pueblos o su pobreza, como dice el presidente de la República. Es una realidad que es necesario afrontar, no evadir.
Así lo dijo: “Es una excepción de los valores que imperan en la región”. En mayo había dicho que los pueblos son buenos; hoy dice: «Ahora que fuimos a La Montaña, unas periodistas, por toda la campaña que se genera de quienes no conocen las comunidades ni conocen de las culturas de los pueblos, la pregunta que me hacían es: ‘A ver, ¿qué nos dice o viene a ver lo de la venta de las niñas?, ¿lo de la prostitución de niñas?’»
«No, no vengo a ver eso, porque eso no es la regla. En las comunidades hay muchos valores culturales, morales, espirituales. Eso puede ser la excepción, pero no es la regla. Qué, ¿acaso entonces la prostitución nada más está con los pobres?, entonces toda una campaña en ese sentido, pero no es motivo para cuestionar a nadie, es que es muy enajenante el manejo de la información”.
No, no es motivo de cuestionar a nadie. Lo cierto es que hay hechos que muestran que el 68 por ciento de las mujeres indígenas son víctimas de matrimonio forzado infantil.
La trata y el matrimonio forzoso de niñas indígenas en las regiones de La Montaña y Costa de Guerrero y en otras entidades del país como Chiapas, Oaxaca, Veracruz e Hidalgo es una forma de esclavitud, como uso y costumbre. Está generalizada en las comunidades indígenas, sostiene la abogada especialista en trata, Teresa Ulloa Ziáurriz.
Así, las niñas de 8 a 17 años están en grave riesgo por una costumbre vigente que cuenta con la complicidad de las autoridades federales, estatales, municipales y tradicionales, normalizada en estas regiones, tolerada con el pretexto de respetar el derecho de autodeterminación, así como los usos y costumbres de los pueblos y comunidades indígenas.
Encima, hay otros datos: de todas las personas desaparecidas en México, el 24.8 por ciento son mujeres y niñas. La Secretaría de Gobernación afirma que son tratadas para explotación sexual. El Consejo Nacional de Población dijo que todos los días nacen más de mil bebés de niñas y adolescentes; de 373 mil 661 nacimientos de madres menores de 18 años, ocho mil 876 fueron de niñas entre los 12 y 14 años, en 2020.
No es entonces un asunto aislado, “excepcional”. Es un problema grave y lacerante que como otros que viven y sufren las mujeres se banaliza desde la presidencia de la República, enviando un mensaje nefasto que justifica a quienes lo hacen: criminales o personas de las comunidades. Es permiso para abusar y forzar a las niñas para el secuestro y la trata. Su reduccionismo es un escándalo y su irresponsabilidad, más. Veremos…
*Periodista, directora del portal informativo SemMéxico.mx