Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George
La violencia, dejó escrito el clásico, “es la gran partera de la Historia”. La grave cuestión radica en saber quién es el facultado para ejercer la violencia.
Con la llamada “revolución conservadora” proclamada hace cinco lustros por la dupla anglosajona Margaret Thatcher y Ronald Reagan, los gobiernos nacionales adscritos al modelo neoliberal han tomado a título de fe el monopolio legítimo de la violencia como definición weberiana de Estado.
“Toda la fuerza del Estado”, que es por su propia naturaleza un precepto consustancial a la disciplina socio-jurídica, es invocado, sin embargo, a la primera provocación, por gobernantes tecnócratas emanados de carreras economicistas.
El asunto se pone peliagudo ahora que, sobre los regímenes constitucionales de cada Estado soberano, se impone compulsivamente el Derecho Corporativo Global, al que han de someterse, sin excusa ni pretexto, los pactantes de los nuevos bloques económicos occidentales.
La pregunta pertinente es si, por ejemplo, los Estados Unidos, que, después del conocido S-11, so capa de combatir el terrorismo en el extranjero, adoptaron voluntariamente el Estado policiaco contra sus propios ciudadanos, son la autoridad moral más confiable.
Nos parece pertinente la pregunta habida cuenta que, mientras que los gobiernos aliados que con la coartada del antiterrorismo han puesto a la Humanidad al borde de la Tercera Guerra Mundial, en su propio territorio son presa de un enervado nacionalismo de corte chauvinista que internaliza el conflicto bélico y pretende cerrar las fronteras a todo lo que provenga del exterior, porque servicios de Inteligencia de los Estados Unidos tienen identificados al menos 51 grupos terroristas en el mundo. Según la Agencia Antinarcóticos (DEA) 20 de esas organizaciones tienen vínculos con los cárteles de la droga, lo que involucra a México junto con Colombia. No es una buena noticia para nuestro país.
Los remezones de la ultraderechización del Primer Mundo, fatalmente se están resintiendo gravemente en América Latina.
Si la ceguera no nubla la intuición de las fuerzas políticas nacionales beligerantes, están a tiempo de evitar que el destino nos alcance. Vale.