RELATO
La vida es como una flor, que, por cada día que pasa, va muriendo de poco a poco. Cada año transcurrido es como uno de sus pétalos, que luego cae sin que su propietario se de cuenta.
Y, cuando al final solamente ha quedado su centro, su núcleo; esto viene siendo el cuerpo de un humano, que ahora ya está muerto. ¡La flor ha muerto! Un cuerpo se ha deshojado. Ya no queda más; esto ha sido todo. El ciclo ha terminado, los pétalos de la flor han caído todos.
Un misterio llamado “vida”, que, como una flor, parte de un tallo invisible, que tiene su origen en el vientre de una mujer. Es un tallo que lo sujeta, que lo alimenta, que va trazando un camino por donde pasará el agua que le brindará color y forma.
Nueve meses después, o un poco antes, la flor se ha abierto en su totalidad, Ahora él o ella mira hacia el cielo. Los rayos del sol no le causan daño, sino todo lo contrario: alimentan su cuerpo. Mirando directamente hacia el astro (los ojos de su madre que lo cargan en brazos), la nueva flor ha comenzado a vivir en el mundo con su total radiante belleza.
Vive, mientras le dura la vida. Unos días, unas semanas; toda ella es belleza. Sopla el viento y sus pétalos son movidos por su fuerza. La flor sonríe. “¡Miradme!”, dice entonces. “¡Qué viva estoy!”
Dura mientras dura. Porque después de varios años transcurridos, ella deja de existir. Ya no vive más. ¡Ha muerto! Pobrecita flor. Sus pétalos han caído todos sobre la tierra. Esta es la misma tierra que es echada sobre todo cuerpo humano.
¡Se ha marchitado! ¡Ya no sonríe más! La flor, como todo humano, ¡se ha muerto!
Abril/2020
Anthony Smart