La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Para los sinvergüenzas la hermenéutica es la madre de todas las justificaciones
En teoría, los tribunales estatales electorales y las salas regionales y Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, son autónomos, en los hechos, no siempre.
Como réplica de los poderes meta constitucionales de la presidencia, los gobernadores, del partido que se trate, buscan mantener bajo su control las decisiones de los magistrados que, aunque son nombrados por el Senado, suelen allanarse a los ejecutivos estatales.
En este sentido, cuando hay que dictar sentencias como negar el registro a candidatos incómodos o, en su caso, anular elecciones en municipios o distritos clave para el grupo hegemónico, los magistrados ejecutan actos legaloides que son revertidos en el TEPJF.
No sobra decir, que dichas genuflexiones ante los tlatoanis aldeanos, suelen recompensarse con notarías, reelección en el cargo, ‘huesos’ a novias y novios, portafolios con contenidos inimaginables, contratos de servicios a empresas sugeridas y un largo etcétera de canonjías.
Al no haber un correctivo a estas embozadas corruptelas, la jugada es perfecta: los seudo impartidores de justicia satisfacen la ambición del patrón y si la instancia superior corrige las chicanas, ellos como quiera ganan, además, hay que decirlo, son impermeables a la crítica, su cachaza es a prueba de razonamientos.
Está claro que los mandatarios estatales no van a corregir su procacidad y siempre tendrán mercenarios a modo, por lo tanto, preguntamos: ¿sirven de algo estos tribunales?