* La objeción de conciencia en el cumplimiento puntual del mandato constitucional no es asunto menor, pero nadie nos explica el por qué hemos de tolerarlo, si se justifica o no. Los padres de los niños con cáncer, los que no recibieron vacunas, los deudos de los muertos por la pandemia, los desempleados, todas las víctimas de Andrés Manuel se lo reclaman, como se lo reclama la nación
Gregorio Ortega Molina
Cientos, o miles, o quizá cientos de miles de sepulcros blanqueados se sacaron la tierra de sus bocas para desgañitarse en contra de los médicos que, en ajuste a su juramento de Hipócrates, se negaron, se niegan y se negarán a ser espanta cigüeñas. Fue una actitud hipócrita de esa parte de la sociedad.
En este México nuestro hay miles de objetores de conciencia que, por angas o mangas, se niegan a obedecer con su público juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan, y ni siquiera se dignan a darnos una razón para esa actitud.
Es hora de que los integrantes de la sociedad que somos víctimas de esos objetores de conciencia, exijamos una explicación de su proceder a los jueces, magistrados y ministros que son responsables de la conculcación del debido proceso. ¿Es por consigna? ¿Lo hacen bajo amenaza? ¿Por compromiso político, o simple miedo al mandamás? ¿Hay manera de reclamarles, exhibirlos, avergonzarlos ante la sociedad y sus familias y, además, sancionarlos?
No son los únicos… ahí está ese vivo ejemplo que es Alejandro Gertz Manero, cancerbero del santo patrono de la 4T, que hace de la procuración de justicia un instrumento de sus venganzas personales, como sucede con el asunto de la viuda de su hermano Federico. Gertz, el empresario del Libro Vaquero, que sin merecimiento alguno recibe prebendas del Conacyt, y gustoso obedece a las componendas con María Elena Álvarez-Buylla Roces, y se convierte en cómplice de la desestructuración del CIDE y quizá pronto de otras instituciones de educación superior. ¿Por qué no cumplen con su mandato? Que pero le ponen a la tarea para la cual se rentaron.
Uno de los que rompen el molde de los objetores de conciencia, es el Cuitláhuac García Jiménez, que se pasa la presunción de inocencia y el principio ético y legal del debido proceso, todo porque así se lo indicó su domador, YSQ.
Y ¿qué hacer con los integrantes del Congreso Federal y los congresos locales, que únicamente buscaron el cargo para llenarse los bolsillos y pavonearse por un rato ante los habitantes del Distrito o del estado que votaron por ellos. Ninguno parece -o quizá no le interesa- recordar las razones de su encargo electoral, sólo obedecen las señales de alguno de sus tres líderes: el de la bancada, el del partido, o la de quién los sentó en el escaño o la curul.
Nos falta el mayor objetor de conciencia de la Constitución, pues la viola como respira, ya que lo mismo ordena la liberación de Ovidio que se detiene a saludar a la honorable Consuelo Loera, o en consultas a mano alzada decide terminar con compromisos internacionales, sin antes detenerse a componer el asunto, o arregla que Carlos Slim pague los desperfectos de la L-12 porque no está interesado en exhibir a los responsables y procurar justicia.
La objeción de conciencia en el cumplimiento puntual del mandato constitucional no es asunto menor, pero nadie nos explica el por qué hemos de tolerarlo, si se justifica o no. Los padres de los niños con cáncer, los que no recibieron vacunas, los deudos de los muertos por la pandemia, los desempleados, todas las víctimas de Andrés Manuel se lo reclaman, como se lo reclama la nación.
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