Jorge Meléndez Preciado
El centenario de Luis Echeverría Álvarez ha traído nuevamente a la discusión la batalla por la auténtica democracia y la constancia de que la represión y la impunidad es el recurso de los poderosos, de los anacrónicos, de los que están en contra de la posibilidad de que todos puedan ser verdaderamente libres.
Un grupo muy pequeño de personas, le hicieron un homenaje al funcionario que encabezó las represiones del 2 de octubre de 1968, el 10 de junio de 1971, la guerra sucia de los años 70 y la simulación de que México iba por el lado progresista de la historia.
Se anunció que algunos de quienes fueron sus subordinados: Jorge de la Vega Domínguez, Porfirio Muñoz Ledo (secretario del Trabajo con LEA) y Augusto Gómez Villanueva, represor de la Marcha por la Libertad de la CNED (del 3 al 9 de febrero de 1968), harían panegíricos al enclaustrado ex presidente, por zoom. Y que estarían presentes sus hij@s: María Esther, Maricarmen, Adolfo, Benito y Pablo; hace años murió Álvaro, de manera extraña e inexplicable en la residencia familiar de San Jerónimo.
Se publicó un texto falaz de Mauro Jiménez Lazcano, en El Universal (17 de enero), quien fue director de Difusión y Relaciones Públicas, de la Presidencia, junto con Fausto Zapata, en la administración echeverrista, 1970-1976. Mauro antes del 2 de octubre ya atacaba a los jóvenes en columnas políticas de periódicos con seudónimos, lo que da idea que la preparación contra los estudiantes se planeaba meses atrás.
La historiadora: Ángeles Magdaleno, que trabajó en la Fiscalía Especial para (investigar los) Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, señala que LEA vive aislado, solo y apestado por su familia que se pelea su herencia (Entrevista en, Sin Embargo, con Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, 17 de enero).
Una muestra es que para vacunarlo en el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, Echeverría fue acompañado por un empleado y no por algún familiar.
LEA tuvo un cuñado, Rubén Zuno Arce, que fue detenido por los Estados Unidos y murió en prisión en aquel país por sus nexos con el Cártel de Sinaloa.
Durante 847 días (29 de noviembre de 2006 al 26 de marzo de 2009) estuvo en prisión domiciliaria, por genocidio, acción que encabezó valientemente durante años el líder del 68, Raúl Álvarez Garín. Después, fue liberado supuestamente porque no hubo pruebas en su contra, algo común en una justicia mexicana que no investiga o exonera a los de arriba.
No hay que olvidar su incursión maquinada por algunos estudiantes (uno miembro del PCM) y trabajadores a la UNAM, en el rectorado de Guillermo Soberón (quien metió a la policía a la Universidad), donde motejó a los alumnos de fascistas y miembros del coro fácil (sic enloquecido). Le respondió el comunista Joel Ortega Juárez. Y casi al final recibió el entonces mandatario una muy atinada pedrada
Un grupo de intelectuales, encabezados por Fernando Benítez y Carlos Fuentes- después embajador en Francia-, decía que Echeverría abrió las puertas de la democracia y el progreso. Incluso acuñaron una frase: “Echeverría o el fascismo”. Algo realmente caricaturesco.
En uno de sus varios documentales acerca de las conexiones de la CIA en México, Carlos Mendoza demuestra que tanto Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría eran agentes de esa organización. Con los seudónimos de Litempo. También estaba en dicho grupo Fernando Gutiérrez Barrios.
El doble juego de los mandatarios de nuestro país, acerca de que son muy liberales, democráticos y progresistas ha sido permanente, aunque en realidad son represores, se subordinan a las directivas estadounidenses y buscan trascender llevando a cabo algunas tareas de relumbrón.
LEA es el más longevo de los ex presidentes mexicanos, sigue impune ante las autoridades judiciales- de las cuales no se puede esperar mucho, ya que recuerda Ángeles Magdaleno, un represor y torturador, Américo Meléndez (ningún parentesco con este informador) Reyna, se presentó al inicio de este sexenio para ser Fiscal General de la República.
Pero la condena histórica a Echeverría, sus antecesores que lo formaron y sucesores que todavía lo aman, es rotunda: el repudio y la condena del sufrido y valiente pueblo mexicano.
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