La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La doñita los macaneó con más efectividad que Torrijos a Carter
De un tiempo a la fecha, al presidente López Obrador no le va nada bien, desde que se sometió a un cateterismo (que algunas versiones señalan fue algo más que ‘rutina’), hasta el reportaje que rebeló la vida de señoritingo que lleva su hijo José Ramón López Beltrán, trae al santo de espaldas.
La cereza del pastel, fue el portazo que le dieron a su pretensión de enviar a Pedro Salmerón como embajador a Panamá, le dolió tanto que calificó a Érika Mouynes, canciller panameña, como la santa inquisición, el hecho tendrá, aún más, repercusiones.
Sin manejo de la inteligencia emocional, el Tlatoani hace berrinche porque no puede usar su poder para influir en las decisiones del istmeño país, en términos prácticos, los vio como una especie de patio trasero, por lo que, tenían que aceptar a su historiador estrella sin cortapisas.
Más allá de lo anecdótico y de la frustración presidencial, el asunto es un reflejo fiel del deterioro de la política exterior de México, como nunca en la historia reciente, ha sido manejada con ocurrencias y se le considera un espacio para los cuates y las cuotas.
El daño causado, por suponer que las relaciones diplomáticas son una extensión de la política interior, no se remediará con el cambio de administración en 2024, será necesario un trabajo mayúsculo para reposicionar a los integrantes del servicio exterior.
Por otro lado, habrá que reconocer que la señora Mouynes dio una cátedra de diplomacia, discreta, pero con mano firme, se llevó al baile a don Marcelo y su patrón: Vamos a bailar La Murga/ La Murga de Panamá/ Esto es una cosa fácil/ Y muy buena pa’ bailar…
Como dijera otro señorón de aquellos rumbos: la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.