La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La naturaleza es tan sabia, que creó a los animales deshumanizados
El cruel espectáculo que, año con año, suele ofrecerse en las fiestas de Virgen de La Candelaria, en Tlacotalpan, es un asunto que debe ser remediado sin falsas consideraciones, como lo son el respeto a las ‘tradiciones’ y los ingresos turísticos.
Bajo ninguna circunstancia, el maltrato animal puede ser aceptado como una costumbre ancestral que debe ser conservada, sí durante mucho tiempo se permitió tal despropósito, debemos admitir que fue una estupidez y, por lo tanto, erradicarla.
Que una turba enloquecida lacere a palos y patadas a un hato de toros, sólo es una muestra de barbarie, no es un evento que hable bien de la ‘pintoresca provincia mexicana’, en todo caso retrata, de cuerpo entero, la ausencia de leyes y su aplicación, para evitar tal masacre.
En este sentido, si una pandilla de cobardes tiene ganas de descargar sus frustraciones, sería recomendable que se montara un cuadrilátero, para que en el mismo dieran rienda suelta a su ‘valentía’, que se agarren a madrazos todos contra todos, así se verá si son tan entrones.
A esta vergonzosa conducta colectiva, hay que sumar el desdén de las autoridades, que sin el menor recato se hacen de la ‘vista gorda’ y permiten la agresión a los bovinos como si fuera algo natural, total, a diferencia de los mala bestias, los semovientes no votan.
En este rosario de canalladas, no puede faltar la omisión de la Iglesia Católica, que se indigna cuando le conviene, pero asume cómplice silencio, si el asunto ocurre en los bueyes del compadre. Como siempre, la doble moral campea.
Si quieren pan trabajen y si buscan circo, móntenselo con su banda, pero dejen en paz a las demás criaturas que cohabitan, con nosotros, este maravilloso planeta.
Sobre la presunta tradición, insistimos, la estupidez no tiene derecho de antigüedad.