Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Después del niño ahogado el viernes pasado –20 alumnos lesionados, tres de los cuales se encuentran internados en un hospital de Tixtla y uno de ellos en estado de gravedad, así como 22 uniformados lesionados: 14 de la Guardia Nacional y ocho de la policía estatal–, en la caseta de cobro de Palo Alto, estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa marcharon en Chilpancingo, Guerrero, en forma pacífica para advertir que dejarán “de tomar las casetas de cobro de la Autopista del Sol México-Acapulco cuando el gobierno federal les entregue a los 43 estudiantes desaparecidos” en Iguala en septiembre de 2014.
Omiten los estudiantes que juran y perjuran que no son vándalos –aunque reconocen que “provocados” por los elementos policiacos se vieron “obligados” a lanzar un tráiler de Soriana y sin conductor contra los agentes que también son mexicanos y los protege el derecho humanitario– que las “tomas” son para pedir “cooperación voluntaria” a los automovilistas, pero nadie sabe a quién rinden cuentas del uso de los dineros, igual a otros grupos del movimiento social e incluso bandas criminales que lo convirtieron en un lucrativo negocio hasta que el gobierno tomó cartas en el asunto.
Pero sí amenazaron los agrupados en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México –o la caricatura actual de una organización de larga y respetable trayectoria– que dejarán de tomar las casetas de cobro cuando el gobierno les entregue a los 43 estudiantes desaparecidos.
Salvo su mejor opinión, es tiempo para poner los términos del serio problema en su justo lugar. La salida duradera al conflicto pasa por resolver la cuestión de fondo, es decir, la presentación de los jóvenes que formalmente se encuentran en paradero desconocido desde la noche del 26 de septiembre de 2014, mas todo apunta a que fueron asesinados, excepto que dirigentes y abogados del movimiento –muy venido a menos por el tiempo transcurrido y la recurrencia en actos vandálicos– busquen parasitar alrededor de la legítima causa de Los 43 que en realidad son 41, porque fueron localizados los restos de dos jóvenes hace mucho tiempo.
Solución que está en curso en el gobierno del presidente Andrés Manuel a pesar de que heredó el crimen de Estado –población, territorio y gobierno, dice el lugar común. Y entonces todos somos corresponsables–, de manos de Enrique Peña Nieto, y de que para algunos existe lo que llaman “la falta de avances tangibles”. Quizá tengan razón.
Sin embargo, en materia de desaparecidos, sus familiares, amigos y México padecen la ausencia de miles de paisanos en las últimas siete décadas. Y sus vidas son tan valiosas como las de los 41 o 43 de Ayotzinapa, pero los esfuerzos gubernamentales, de las ONG y de la sociedad civil, nacional y extranjera, se concentran indebidamente en aquellos para elucidar el paradero de sus restos mortales, en demérito de los más 90 000 mexicanos. Y esta práctica oficial, estimulada por los padres de familia, los abogados y asesores en casi ocho años consecutivos, es ética y humanitariamente incorrecta, insostenible.
Llegó la hora de atender al conjunto de los que constituyen el grave, lacerante y antiguo problema de los desaparecidos mexicanos. No existen o no deben existir desaparecidos de primera y de segunda en razón de quien exige y grita más, genera más destrozos en bienes públicos y privados y juega irresponsablemente contra su propia vida y la de los integrantes de la Guardia Nacional y de otros cuerpos policiacos.
Acuse de recibo
“Eduardo: Excelente análisis el de la denuncia de Coello Trejo contra el doctor López-Gatell. Creo que forma parte de una amplia maniobra para golpear las posibilidades de cambio que plantea el actual gobierno, pues los grupos de poder real del viejo régimen se aferran a sus privilegios y buscan por todos los medios desacreditar todo lo que se hace. Atribuir responsabilidades penales a quienes aplican una política de salud frente a un fenómeno tan descomunal con la pandemia que nos tiene encerrados, me parece un total disparate… o una acción perversa. Saludos: (doctor) Enrique González Ruiz”… Y del maestro y analista Pablo Cabañas Díaz: “Excelente, Eduardo”. Las dos opiniones son sobre la anterior Utopía: http://www.gustavorenteria.com/2022/02/utopia-javier-coello-trejo.html (…) Carmen Aristegui se dice “difamada”, “denostada” por Obrador porque “me llama casi, casi simuladora” y “desde Palacio Nacional”, cuando fue desde Tlaxcala. No, doña Carmen, la llamó simuladora cuatro veces. Quien se ríe se lleva y con frecuencia usted se ríe literalmente, se burla, pero no aguanta el derecho de réplica que tienen todos los mexicanos, incluido el presidente, a pesar de que sus críticas caen en los terrenos personales como aquel de que “Primero lea, presidente, y luego hablamos”, lo cual pinta muy bien la creciente soberbia que la embarga… Hasta siempre Maru Enríquez, bella cantautora. Un abrazo para Luz.
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