Francisco Gómez Maza
• Contenerla, dura tarea de doña Victoria
• De no lograrlo, todo habría sido en vano
El Banco de México tendrá, dentro de su principal obligación, que es mantener la inflación a raya, un gran trabajo, que ahora pesará sobre las espaldas de la nueva gobernadora, Victoria Rodríguez Ceja: intentar que los índices de precios desciendan a crecimientos llevaderos, en niveles razonables, particularmente, para beneficio de la población de bajos y muy bajos ingresos.
La inflación, medida por el comportamiento del Índice Nacional de Precios al Consumidor, creció 7.36 por ciento, entre enero y diciembre de 2021, principalmente influenciada por la inflación en Estados Unidos, el primer socio comercial de México y con quien experimentó, el año pasado, un fenomenal déficit comercial, de enero a noviembre, de alrededor de 12 mil millones de dólares.
La tarea estará difícil, en tanto la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, no logre controlar el alza de los precios de su economía ni incrementando la tasa prima, la referente para toda operación de ahorro y crédito.
La Junta de Gobierno del Banco de México se verá obligada a implementar una política monetaria ruda tendente a mantener el control de los precios en la economía.
Controlar la inflación es el principal objetivo de la política monetaria del banco central. La verdad es que la institución no tiene otra razón de ser, más que controlar la inflación, fenómeno económico que, de no controlar su comportamiento, puede llegar a ser demoledor para la economía nacional.
No hay que olvidar que la inflación es comparada con el más pesado de los impuestos que tienen que pagar los pobres. Y esto es muy lamentable. A los ricos, la inflación les hace lo que el viento a Juárez, dicho que se refiere a una estatua de Benito Juárez levantada en la capital oaxaqueña que es la primera construcción urbana que recibe el fuerte impacto de los vientos que soplan sobre la mancha urbana. Pero la estatua ni se inmuta ni se acongoja al ser golpeada por los ventarrones,
El año pasado, como dijimos arriba, la inflación creció 7.36% en todo el año. Y el comportamiento de los precios dio buenas señales en el mes de enero.
En la primera quincena de 2022, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), según el boletín informativo del Instituto de Estadística y Geografía, presentó un incremento de 0.39% respecto a la quincena inmediata anterior.
Con este resultado, la inflación general anual se ubicó en 7.13%, porcentaje que, de aplicarse una razonable política monetaria por parte del banco central, podría abatirse durante todo el año, y permitir la concreción de grandes proyectos productivos en beneficio de los consumidores.
De no ser así, al final, habríamos experimentado un año hiperinflacionario, que pegaría muy duro en donde más duele, que son los grupos mayoritarios, más vulnerables y vulnerados de la población, pero que daría al traste con los logros económicos, principalmente los procesos de producción de bienes.
Más, como dice el clásico, mejor esperemos, para ver y decir. No hay que olvidar que el comportamiento de los índices de precios que miden la inflación también son manipulados por emociones.
Tienen un gran peso emociones tales como la avaricia, que aumenta costos de producción, de distribución, de transporte, fiscales, entre otros.
Tanto ocurre la intervención de la codicia que la medicina de la política monetaria muchas veces se queda inoperante, porque no puede enfrentarse a ella. Es más poderosa la acción de la avaricia que la acción de las leyes económicas.
Y entonces sí, abiertamente, las leyes que regirían la economía no serían las de la oferta y la demanda, sino las leyes de la necesidad y del abuso.
A DESFONDO: El Banco Mundial y el FMI reconocen que se amplía la brecha entre el Norte y el Sur. Eric Toussaint, doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París, estima que “La producción de los países ricos volverá a su nivel previo a la pandemia en 2023, mientras que la de los países “en desarrollo” se mantendrá por debajo de su nivel previo a la pandemia. Las advertencias de los organismos están bien fundadas; la autocrítica, totalmente ausente.