* No debe perderse de vista que los electores votarán por su reafirmación, y con ella lo harán por Delfina, por Pío, por José Ramón y todos sus otros familiares y allegados que aparecen en los videos y sólo merecen gracia
Gregorio Ortega Molina
Debemos reconocer la habilidad de Andrés Manuel para reunir, en él mismo, todas las trapacerías políticas, anímicas y sociales de las que se sirvieron Benito Juárez y Porfirio Díaz para alargar su permanencia en el poder, objetivo único de consultar, por encima de la razón, acerca de la posibilidad de reafirmar su mandato.
No es un capricho ni una obsesión, sólo su necesidad vital. Verla en riesgo lo desequilibra, de ahí que el último 21 de enero acudiera a su “revisión de rutina” al hospital militar. Si lo que él concibe como una propuesta realizable no resulta como previsto, su corazón pierde el paso, su inteligencia se obnubila.
Necesita -como del aire que respira- constatar que ese 67 por ciento del padrón electoral que no le entregó su confianza en 2018 disminuye, gracias a su acertada gestión de los asuntos públicos y los proyectos de desarrollo de seguridad nacional, la genial empresa de edificar Dos Bocas, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el Tren Maya, el Ferrocarril Transístmico; a la multiplicación de los programas sociales, como si de la multiplicación de los panes se tratara, así como al incremento de los montos en la tarjeta bienestar de los mexicanos de la tercera edad, beneficio que no alcanza a todos, porque como en todos los gobiernos, hay errores producidos por la codicia.
Requiere que se reconozca la cúspide de sus aciertos en la lucha contra la corrupción, aunque “todavía” no haya condenas y las personas que siguieron el ejemplo de René Bejarano se muevan en su entorno personal y administrativo, porque las aportaciones para la causa, el diezmo para el santo patrono que preside el poder, nada tienen que ver con esa percepción dejada por Odebrecht y la Casa Blanca. Lo “poquitero” no modifica el dilema ético, el cambio en la procuración y administración de justicia, para apegarse a ese juarismo trasnochado de “a los enemigos justicia, a los amigos justicia y gracia”, pues para eso es el poder, y espera que los electores se lo confirmen al entregarle su amor con la reafirmación de mandato, para experimentar en su espíritu que lo reclaman, lo necesitan, ruegan por su permanencia.
La intención única de Andrés Manuel está perfectamente descrita en el capítulo Popularidad, de la biografía que Carlos Tello Díaz escribe sobre Porfirio Díaz, en el segundo tomo: La ambición. Toda actividad pública, toda actitud, toda palabra están ligadas a un propósito único, su permanencia en el poder. La demagogia perfecta de servirse de vuelos comerciales para sus jiras proselitistas, para disfrazar el enorme dispendio significado en el pago que se hace del avión presidencial, al sumarse el pago de sus pasajes y los de su comitiva. Su austeridad es una mentira flagrante, y con la consulta constatará si se le sigue, o no, comprando.
No debe perderse de vista que los electores votarán por su reafirmación, y con ella lo harán por Delfina, José Ramón, Pío y todos sus otros familiares que aparecen en los videos y sólo merecen gracia.
La respuesta adecuada es la que le recetaron en su anterior consulta popular, no acudir al llamado del profeta, ignorarlo, para que se salga de sus casillas y se muestre tal cual es. No se trata de desairarlo, es asunto de interés nacional la defensa del Estado y las instituciones. Imposible continuar con la toxicidad de su presidencia.
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