* ¿Presentarse como Rosario?
SILOGISMOS
Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010
Especial Expediente Ultra
El entonces famoso abogado Juan Velásquez dijo a su cliente: “No hay problema, Juan Francisco: el que nada debe, nada teme. Puedes presentarte en la PGR a rendir tu declaración, con lo que se armará un expediente y después podrás defenderte, no tendrás, de ninguna manera, que pisar una celda”.
El magnate periodístico Juan Francisco Ealy Ortiz enfrentaba, de forma por demás sorpresiva, una confusa acusación por evasión fiscal para lo cual había una investigación, de la entonces Procuraduría General de Justicia turnada a un juez federal.
El dueño del diario “El Universal” se mantenía dubitativo, pero decidió hacer caso a Velásquez, quien gozaba de una fama prefabricada de gran litigante, pero por razones muy extrañas, sus clientes, todos de la cúspide económica y social de la capital del país, confiaban en él.
Así pues, el acusado dejó su oficina en la calle Bucareli y llegó a las puertas de la PGR. En la entrada, se identificó y un comandante de la judicial federal le informó: “Tengo una orden de aprehensión en su contra” fue esposado y en un vehículo policíaco fue conducido a un reclusorio. Una humillación no del todo legal, pero sí como práctica usual para “casos recomendados”.
No se necesitaba de la perspicacia de Sherlock Holmes o de Hércules Poirot, los dos grandes personajes de la novela detectivesca para entender lo que sucedía.
¿Qué grave problema había entre Ealy Ortiz y el presidente Ernesto Zedillo? Los ajenos a manejos en la cúpula política del país nunca nos enteramos.
En este trance, hubo un personaje que, sin el menor prestigio en el Foro, se movilizó con la agilidad de un puma. Echó mano, simplemente, de esos “usos y costumbres” en los asuntos policíaco-policiales. Como de rayo, llegó ante el director del reclusorio con un portafolio repleto de dólares y le dijo: “No quiero que el licenciado ‘toque el piano’; tampoco que le obliguen a ponerse en uniforme de recluso”. (‘tocar el piano’ es cuando llevan a un detenido a que imprima sus huellas digitales para el archivo).
Ealy Ortiz apareció en la foto de los diarios al día siguiente (con la excepción de algunos, como “Excélsior”, y Ealy, ya libre, acudió a la oficina del director para agradecer efusivamente el favor) sin saco ni corbata, pero con el resto de su atuendo.
No duró detenido más de 48 horas y después no hubo noticia alguna de si acaso el proceso iniciado llevó el curso legal.
Todo fue, según las versiones que corrieron por medios políticos y periodísticos, un rapto de furia del presidente Zedillo, quien rectificó muy rápido.
El que se encargó de los delicados detalles para salvar el mínimo pundonor del detenido fue Miguel Lerma Candelaria, subdirector adjunto de Banrural en tiempos de López Portillo, y quien tuvo trato estrecho con columnistas políticos, a los que proveía de gruesos sobres con efectivo, viajes todo pagado con hospedaje de lujo y contratos simulados de Banrural para obras rurales nunca realizadas, pero pagadas puntualmente.
¿ANAYA NO TIENE VIDEOS?
El presidente Andrés Manuel López Obrador está seguro que en 2006 fue víctima de un fraude electoral, precisamente cuando el entonces IFE era un organismo electoral que se regía por una legislación extremadamente minuciosa para evitar una falsificación de resultados.
El resultado fue muy apretado, por unos 265 mil votos, la Suprema Corte hizo muestreos y revisiones, y declaró que “no hay evidencia de fraude” pero hizo un pronunciamiento inexplicable: “El presidente Fox puso en riesgo la credibilidad del proceso electoral”. ¿Por qué? Porque había declarado “no cambiar de caballo a mitad del río”.
Algo hilarante ante las intromisiones crudas y duras de AMLO en comicios recientes.
En la campaña de 2018, Ricardo Anaya, candidato panista, comenzó a subir consistentemente en las encuestas. Eso, antes de que la PGR filtrara “una investigación” en su contra, que nunca se materializó, pero tuvo el efecto de hacerle caer en las encuestas.
Todo parece indicar que el hecho de que estuviera ganando terreno en preferencias electorales era para AMLO causa suficiente para sentirse profundamente agraviado.
Se la guardó, y con la investigación contra Emilio Lozoya, ex director de Pemex,
por posibles sobornos a panistas para sacar adelante la reforma energética de Enrique Peña Nieto, encontró la forma de encarcelar a su rival en la campaña electoral.
Siempre quedará la interrogante acerca de la necesidad de sobornar para una reforma energética a legisladores de un partido como el PAN, que tenía decenios pugnando por una reforma exactamente igual y que con dos gobiernos panistas sucesivos no pudo sacarla adelante por la oposición de priistas y perredistas, los que ahora conforman el partido Morena.
Lozoya había puesto océano de por medio y en España negoció con la Fiscalía delatar a más de 15 “cómplices”. Pero en la medida en que se publicaban nombres de prominentes colaboradores de EPN, en las redes sociales y la televisión aparecían videos de sus hermanos, o prominentes colaboradores de la 4T, recibiendo grandes bolsas de efectivo, incluidos los hermanos Pío y Martín (“Martinazo”) y contratos jugosos para una consanguínea.
Las detenciones se frenaron en seco. Pero casi de inmediato, las baterías oficiales comenzaron a apuntar hacia Anaya, quien según parece, desde Estados Unidos comenzó a lanzar “tuitazos” contra AMLO.
Hace poco fue citado por un juez federal para una comparecencia física. No acudió.
Ese mismo día aparecieron diversos comentarios en medios acerca del misterio: tal parece que sólo Anaya es acusado de “soborno”, pero otros 17 personajes no han sido tocados en los tres años que cumplió ya el sexenio.
Y parece que hubo un jalón de orejas por rumbos de los juzgados, porque el juez de la causa hizo una precipitada y rara aclaración:
“Los 17 señalados por la prensa no tienen ninguna acusación de soborno”. Listo. ¿Alguna duda?
Será pues, que Anaya no dispone de algún video por ahí que le salve de acusaciones.
Así las cosas, a Ricardo Anaya solo le queda el recurso de ganar tiempo.