La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
No hay zar que por mal no venga
La superioridad militar de Rusia sobre Ucrania es brutal, a esto se agrega la asimetría económica, territorial y poblacional, no hay duda, los rusos se harán del control (desde luego, la resistencia civil y la guerra de guerrillas, pueden dificultar la permanencia del ejército invasor, tal como ha ocurrido en otros casos de ocupación castrense).
A lo anterior, tenemos que sumar que ni los Estados Unidos en lo individual, ni la OTAN, tienen entre sus planes enviar efectivos para enfrentar a las huestes de Putin, como si lo hicieron en dos Guerras del Golfo Pérsico. Hasta aquí, las cosas favorecen a los agresores.
Sin embargo, el mandatario ruso parece perder el control cuando ordena que se pongan “las fuerzas de disuasión nuclear en un régimen especial de servicio de combate”, ya que, “los países occidentales no solo están tomando medidas hostiles en la esfera económica, sino que altos funcionarios de los principales miembros de la OTAN hicieron declaraciones agresivas respecto a nuestro país”.
En términos prácticos, estas fuerzas de disuasión tienen la capacidad de lanzar misiles balísticos y de crucero de largo alcance, lo que presupone que, pueden ser dirigidos, contra Europa Occidental y Estados Unidos.
A menos que el zar haya perdido la razón, se trata de un blofeo, debido a que, por cada misil que lance, le pueden revirar con tres, lo que llevaría a un exterminio mutuo, lo cual no está en los planes de nadie en su sano pragmatismo militarista.
El meollo del asunto, radica en que las sanciones económicas van a generar inestabilidad, porque desde la desintegración del régimen soviético, Rusia se ha occidentalizado, lo que implica una gran dependencia antes inexistente.
Una fallida blitzkrieg, a lo que se puede añadir una exacerbación del malhumor social de sus gobernados, hacen que Vladi emita amenazas insensatas. Ni hablar, anda em-Putin-ado.