La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
El primer satélite de la humanidad es el corazón de una madre, el primer GPS el corazón del hijo
Quizá, la motivación principal al arrojar un cadáver en una fosa clandestina, es desaparecer la evidencia, en este caso el cuerpo, pero, podríamos agregar una intención de carácter sicológico: enterrar el crimen mismo, en forma simbólica, en rincones que no estén al alcance de la memoria, en una búsqueda de expiación.
No obstante, las víctimas de desaparición forzada no descansan en paz y se revuelven en sus ocultos nichos para que se haga justicia. De alguna forma (fuera de la lógica formal), son antorcha que guía a sus inconsolables familiares (por lo general las madres), para que puedan ubicarlos.
Justo, el hallazgo de decenas de fosas clandestinas en territorio veracruzano, ha impedido que el crimen de lesa humanidad, quede incinerado por la impunidad, el carpetazo no puede acallar la remembranza.
Así pues, 11 ‘policías’ en activo fueron arrestados, ayer miércoles, en las instalaciones de El Lencero, acusados de desaparición forzada, misma que habría ocurrido en el año 2015, en la ciudad de Coatzacoalcos.
Es imposible calcular, cuantos más de los genízaros que aún patrullan la entidad, están involucrados en actos criminales, el sólo hecho de suponerlo, es una tragedia.
Se debe reconocer el esfuerzo por aplicar, aunque sea tarde, la ley, ojalá sean sancionados con toda severidad, pero, también es necesario que se llegue a los verdaderos jefes, claro, esperando que no sean exonerados por una futura alianza electoral, porque ya existen precedentes en ese sentido.
Es un avance, no se niega, pero todavía insuficiente. A los muertos por desaparición forzada les asiste el derecho (humano), de lograr la dignidad post mortem.