Documental Político II
Emilio Trinidad Zaldivar
Uno haciendo un circo para exhibirlo, el otro pagando sus pillerías; el primero, también tiene larga cola y al detenido y fichado, ya se le están cortando. Ambos son señalados de corruptos por uso de factureras para obtener, ilícitamente, recursos financieros para sus respectivas campañas.
En política las traiciones son de a deveras y las amistades, afectos, lealtades y agradecimientos de mentiras, pues hoy, al indiciado, no lo recuerdan todos aquellos que fueron beneficiados económicamente en su administración.
Frívolo, arrogante y hasta ofensivo, Samuel García, el joven gobernante y empresario que en agosto de 1919 dijera que admiraba a los servidores públicos que vivían felices con un sueldito de 40 o 50 mil pesos mensuales, se regodeaba el lunes de emoción al ver caído y humillado a su antecesor, al que ya le había anunciado desde el Senado que haría todo lo posible por verlo tras las rejas.
Falto de resultados durante los seis primeros meses de su gestión en Nuevo León, quien llegara al palacio de gobierno gracias a las habilidades digitales y cibernéticas de su señora esposa, urgía dar un golpe mediático que cambiara o distrajera la negativa percepción de sus gobernados, que no encuentran mejoras en sus condiciones de vida.
Por su parte el caído en desgracia, Jaime Rodríguez Calderón, apodado “El Bronco”, que cuando aspiraba a la Presidencia de la República decía que habría que mocharle las manos a los funcionarios que robaran, probó que el cinismo y la desvergüenza no solo manchan, también derriban.
Cuanta razón tiene la destacada columnista política de El Heraldo, Martha Anaya, en llamar cínico al gobernador Samuel García, “cuando él mismo se enredó bien y bonito -por decirlo suavemente- con las increíbles explicaciones sobre el financiamiento de su campaña” al cargo, donde estaban involucrados su “madre y hermanos con empresas sospechosas en una triangulación de recursos.
“Por ello indigna la desvergüenza con que Samuel García festeja la aprehensión de su antecesor -no tiene autoridad moral para ello-, en lugar de guardar respeto, con sobriedad, a la aplicación de la ley”.
Ufanarse de haber detenido a su antecesor, como en su momento sucedió con Rodrigo Medina un sexenio atrás, que aunque sólo fuera por una horas también pisó la cárcel, es olvidar aquel dicho de que “con la vara que midas serás medido”, y si no es Luis Donaldo Colosio Riojas su sucesor, de quien presume compadrazgo, a la mejor y termina en la misma celda que hoy le dio como domicilio al que no le mocharon las manos pero sí le quitaron su libertad.
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