Por Aurelio Contreras Moreno
La agresión salvaje de la agrupación mercenaria denominada movimiento de los “400 Pueblos”, perpetrada este miércoles no sólo contra tres políticos, sino contra empleados del Congreso de Veracruz, reporteros y gente de a pie, tendría que significar un castigo ejemplar para este grupo y sus dirigentes.
Lo sucedido esa tarde en la capital del estado de Veracruz pudo haber tenido consecuencias mortales. Si una de las enormes rocas que se lanzaron hubiera atinado en una de las cabezas a las que iban dirigidas, estaríamos hablando de muertes humanas. Aunque a Ciro Gómez Leyva le parezca poca cosa que una horda de rufianes les arroje tabiques, piedras y adoquines a personas indefensas.
Eso sin contar las múltiples lesiones que sí les causaron a las personas que golpearon brutal y cobardemente, camuflados, perdidos entre la turba, estos sicarios que simulan ser campesinos.
La complicidad del gobierno de Javier Duarte de Ochoa con estos hechos no podría ser más evidente. Para empezar, por muchísimo menos que lo acontecido a las afueras del palacio legislativo de Xalapa, la policía habría intervenido y refundido en prisión a los agresores y sus líderes, si éstos hubieran sido parte de cualquier otra denominación.
No solamente no se aprehendió a uno solo de los agresores. Como si nada hubiera sucedido, se les permitió acampar rodeando todo el palacio legislativo, para apoyar la designación del Fiscal “anticorrupción” a modo del duartismo, cuya votación finalmente fue aplazada.
Pero como se trata del grupo de choque “consentido” del duartismo-fidelismo, el que desde hace años persigue y ridiculiza a su principal enemigo político -“labor” por la cual hace tres años le regalaron una diputación plurinominal al “junior” de su vetusto líder, César del Ángel-, se les permite hacer lo que se les dé la gana.
Y bajo ese manto de impunidad, los “400 Pueblos” se sienten con la confianza de abusar de quien quieran, de agredir a quien quieran, de violentar a quien quieran. Por todas las vías. Desde la violencia física como la utilizada esta vez, hasta los grotescos espectáculos de desnudez en la vía pública, en los que no han tenido empacho en cometer otro tipo de delitos, como la explotación sexual de mujeres menores de edad, a la vista de la autoridad, que es desvergonzadamente omisa para aplicar la ley.
La misma tarde del miércoles 29 de junio podía verse a unos metros, muerto de risa mientras sus hordas atacaban, a César del Ángel Fuentes, el anciano dirigente de los “400 Pueblos”, quien “justificó” la agresión con una perogrullada: para qué entran y salen por dónde estábamos nosotros. Como si la calle, como si el Congreso, como si Veracruz mismo les hubiera sido entregado en “donación”, ahora que a Javier Duarte le dio por regalar los bienes del gobierno que está a cinco meses de entregar, por cierto, en deplorables condiciones.
Y como Javier Duarte, también César del Ángel tiene pavor de que Miguel Ángel Yunes Linares tome el poder en Veracruz. Y cada que puede deja ver diáfanamente la razón: cuando fue secretario de Gobierno en el sexenio de Patricio Chirinos, lo encarceló por múltiples delitos cometidos a través de su agrupación de salteadores, invasores y golpeadores.
La llegada al poder de su enemigo significa, como para Duarte, la posibilidad de regresar a prisión, además de que se le cerraría la llave de los recursos públicos, de los cuales sobreviven sus huestes, mientras César del Ángel vive como rey.
La hora final para los “400 Pueblos” está cerca. También ése fue un mandato de la elección del 5 de junio.
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